
La Galerna
·13 de septiembre de 2025
Gil Manzano y el regreso de Imperioso

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·13 de septiembre de 2025
Anoeta fue esta tarde el escenario de un disparate digno de Valle-Inclán, con un árbitro llamado Jesús Gil paseándose por el césped como si estuviera en Marbella en los años 80. Faltaba la chaqueta blanca, pero sobraba el caballo: Imperioso reapareció de entre las sombras para cabalgar sobre el Real Madrid. La estampa era grotesca: Gil Manzano a lomos de la bestia, silbato en mano, dispuesto a masacrar al Rey de Europa.
El guion fue tan previsible como nauseabundo. El gol legal del Real Madrid, evaporado por un fuera de juego que ni el mismísimo CSI podría encontrar. Dos amarillas de manual perdonadas a Marín y Aritz, como si Anoeta fuese una reserva espiritual de la impunidad. La expulsión de Huijsen, de sainete, porque no era último hombre ni era nada, salvo la necesidad del trencilla de marcar territorio. Y como colofón, la tarjeta amarilla más surrealista de la historia del fútbol: Mbappé amonestado por la osadía de lesionarse. Ya solo falta que empiecen a amonestar a los nuestros por respirar.
El Real Madrid, pese a todo, ganó 1-2. Y lo hizo contra once de la Real, contra Gil Manzano, contra Imperioso, contra el VAR y contra la liga putrefacta que todavía se atreve a llamarse profesional. Lo de menos es el resultado: lo de más es que la competición española ha dejado de ser un torneo deportivo para convertirse en una comedia bufa, un vodevil de tercera, un carnaval de cloacas en el que el árbitro no aplica el reglamento, sino el catecismo del antimadridismo militante.
El Real Madrid, pese a todo, ganó 1-2. Y lo hizo contra once de la Real, contra Gil Manzano, contra Imperioso, contra el VAR y contra la liga putrefacta que todavía se atreve a llamarse profesional
Hay que reconocerlo: Gil Manzano es un innovador. Hasta ahora habíamos visto penaltis inventados, expulsiones surrealistas, fueras de juego de ciencia ficción. Pero nunca habíamos visto un colegiado que castigara al jugador lesionado. Eso es nivel. Eso es pionero. Eso es Negreirato Reloaded.
Que nadie se engañe: esto no es casualidad ni error humano. Esto es diseño, es sistema, es estructura. Y mientras tanto, al Real Madrid se le exige que compita en este lodazal como si no pasara nada. El club más grande del mundo obligado a batirse cada semana contra árbitros que parecen clones de Jesús Gil, montados en caballos imaginarios y dispuestos a decretar la derrota blanca desde el minuto uno.
La victoria en Anoeta tiene mérito, sí. Pero lo que realmente demuestra es que el Real Madrid es capaz de imponerse incluso cuando todo está en contra, incluso cuando el árbitro saca amarillas a los lesionados y se pasea sobre Imperioso como un sheriff de opereta. El problema no es ganar o perder: el problema es la decadencia moral de una competición que huele a establo cerrado desde hace décadas.
Si el fútbol español quisiera dignidad, lo primero sería mandar a Gil Manzano y a su caballo al museo de los horrores. Pero no lo harán. Porque este circo vive de su propia miseria, de sus propias cloacas, de la certeza de que, contra el Madrid, todo vale.
Hay que reconocerlo: Gil Manzano es un innovador. Hasta ahora habíamos visto penaltis inventados, expulsiones surrealistas, fueras de juego de ciencia ficción. Pero nunca habíamos visto un colegiado que castigara al jugador lesionado. Eso es pionero. Eso es Negreirato Reloaded
Y así seguimos. Ganando, sí. Pero ganando en medio de la cloaca. Ganando en la Liga de los caballos fantasmas y los árbitros que amonestan a los lesionados. Ganando contra Imperioso. Ganando, en definitiva, contra la podredumbre.
Porque al final, en esta España de cloacas arbitrales y caballos fantasmales, el Real Madrid no compite en la Liga: compite contra la Liga.
Me despido como siempre, con la frase de mi amigo del alma. Ser del Real Madrid es lo mejor que una persona puede ser en esta vida. Hala Madrid.
Getty Images y Grok
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