Un 10 Puro
·30 de septiembre de 2025
¡Han derribado a Franco!

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·30 de septiembre de 2025
Pues sí. "¡Han derribado a Franco!", allá donde el viento da la vuelta, en una ciudad dicen que europea porque está en la UEFA que tiene más cerca la frontera con China que la distancia entre Madrid y Valencia. Derribaron a Mastantuono, claro. Y en vez de ser motivo de algarada en las sedes de Podemos, Sumar y otros socios de coalición, lo que sucedió es que era un penalti por derribo del argentino que Mbappé metió en la jaula.
Ese aullido televisivo-radiofónico en multitud de idiomas fue el único destello en el primer tiempo de un Real Madrid alicaído, tratando de encontrar todavía las muelas desparramadas sobre el césped del Metropolitano tras el guantazo sabatino. Un rotulador gris plomizo era demasiado brillante como para pintar lo que se veía sobre el verde. El color se lo daba Mastantuono, con ese desparpajo y esa entrega que tan bien le viene a un equipo depresivo. Luego, Rodrygo también llegó con un fluorescente para rematar el partido en el tramo final. Cuando quiere, es muy bueno. Lo malo es que no parece querer siempre.
Pagaron las cuitas metropolitanas Carreras (el único que pareció rotar por descanso), Bellingham y Valverde, dos de los más señalados en San Blas. Pero no se engañen. Hay un virus que carcome al Real Madrid desde dentro y es la apatía, sumada al creerse por encima de todo y de todos. Que el Kairat Almaty, que tiene nivel para ser un equipo medio de la Segunda División española pero poco más, te pintara la cara en los diez primeros minutos de partido sólo por ganas y empuje no es cosa de entrenador. Es cosa de mentalidad, de plantilla, de jugadores.
Pasaba con Lopetegui, con Benítez, con Zidane, con Ancelotti, pasa con Xabi Alonso... Es como un virus instalado en alguna de las taquillas de los vestuarios que es capaz de resistir todas las remodelaciones del estadio que le pongan por delante. A veces en el primer tiempo, casi siempre en el segundo. Da igual. Sabes que va a pasar y no puedes hacer nada, como cuando Sarah Santaolalla se dispone a sentar cátedra pegándole soplidos al más elemental chispazo de su propia actividad cerebral. Pasa y ya.
Afortunadamente la endeblez del rival permitió al Real Madrid vivir un partido relativamente plácido. Relativamente porque, pese a la catarata de goles afrancesados del Madrid, de Mbappé (el del penalti, y otros dos más en el segundo tiempo), de Camavinga y de Brahim (¡está vivo, Brahim tambien existe!), desperdició tantísimas ocasiones que los kazajos mantuvieron hasta el último cuarto de hora con las orejas tiesas a toda la afición madridista.
Los argentinos llaman al acto de chuparse todos los balones "fumar". Ahora que Mónica García quiere prohibir "fumar" hasta en el cuarto de los ratones de las Cuevas de Altamira, estaría bien que incluyese una disposición en el texto final para que Mbappé y Vinicius no tuvieran entre ceja y ceja "fumarse" todos los balones que pasan por sus botas, porque a su lado Cristiano Ronaldo parece un jugador solidario y un adalid del compañerismo.
De momento Mbappé marca, aunque Vinicius, a quien le vino grande el brazalete (al menos fisicamente, no se lo sabía ni apretar alrededor del bíceps y lo llevaba siempre medio caído), sigue viendo la portería como el agujero de la nariz de un caracol. Claro, que si Vini estuviera bien lo mismo el Madrid no renqueaba tanto en su juego de ataque. Y eso, pese a marcar cinco goles. Porque no se engañen: el Madrid sigue sin atacar fluido y depende excesivamente de ráfagas de talento.