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·18 de diciembre de 2024

Hay cosas que no me gustan

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Si hay algo que me enerva en esta vida son las mentiras, y más cuando se hace deliberadamente. Quizás por ello, en ese afán de contar la objetividad de los hechos que acontecen, los que no están sujetos a valoraciones particulares, decidí ser periodista. En Albacete vi cosas que no me gustaron. Y a lo largo de las últimas semanas estoy presenciando otras que tampoco son de mi agrado y evidencian una transformación con connotación negativa.

- Los futbolistas del Levante UD aplauden a la afición en Albacete (@A. Benetó | LUD) -


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En el Carlos Belmonte, un número muy reducido de levantinistas dieron un toque gris a lo que debía ser una bonita jornada de fútbol. Personas que en lugar de entonar cánticos decidieron dar el cante. Y reitero, fueron muy pocos y que no engloban ni siquiera a la mayoría de un grupo, pero no se pasó por alto entre los 400 desplazados.

En los minutos previos al encuentro sucedió primero al encararse con un señor de más edad, tras invadir la zona en la que previamente se ubicaba y al que impedían su visibilidad, hecho que él mismo reprochó. Requirió la intermediación de la Policía y, superado el calentón del momento de ambas partes, afortunadamente no pasó a mayores. No hay aficionados de primera o segunda. No hablo de divisiones, sino de considerarse más que otros, porque en el levantinismo todos son y deben ser iguales.

Elgezabal se encargó de cobrar la crispación de algún espectador. Y fruto de un vídeo que recogió ese encaramiento, encima ha recibido un señalamiento particular y excesivo. Tras el pitido final, mientras el defensa y Andrés Fernández se encargaban de llamar al resto de compañeros para dar el agradecimiento al quesito visitante del Belmonte, recibió el improperio de un par de seguidores. "Hijo de puta", fue lo que tuvo que escuchar en sus oídos directamente. También alguna palabra malsonante hacia otro jugador.

El futbolista vasco, con tal de mediar, secundó tal acción llamando a reflexionar con que había niños alrededor, apelando a mantener el respeto y que todos, equipo y granotas, remaran juntos. Sin más, y con el cariño de otros hacia él y a más jugadores de la plantilla, todo terminó. Ya en el día de hoy miércoles, como tiene constancia este medio por el entorno del propio Levante y por respuesta particular a algún usuario en redes, Elgezabal lamentaba si todo se había sacado de contexto y que actuó así con tal de apaciguar los ánimos ante lo escuchado en esos instantes, buscando unión y sin intención de buscar una disputa con nadie.

Entrando en otros juicios de valor y distintos protagonistas, tampoco me está gustando el cariz que está patentando Julián Calero. Se ha pasado de ver un entrenador ambicioso, tanto en su discurso como en su propuesta y pese a sus distintos aciertos o errores, a aceptar sin más el devenir de las cosas tal y como vienen. Mientras a final de verano era latente que mostraba fe ciega en la plantilla y con su "todo va a salir bien", a pesar de las limitaciones económicas, y estaba capacitado para ganar a cualquiera, ahora se resigna y firma la buena imagen de 45 minutos. Se ha pasado de ganar con creces al coloso Almería o Sporting de Gijón a agachar la cabeza por un punto en casa del Albacete.

Hacía el guiño Julián Calero de hacer bueno este empate en la última jornada de 2024 ganando al Huesca. Ese discurso de sobra nos es conocido y sabemos que no terminó nada bien... Javi Calleja fue el gran abanderado y, por dos veces, se dio de bruces contra el suelo. No queremos confirmar el dicho de "no hay dos sin tres".

De sobra es sabido que ganar en LaLiga Hypermotion no es un pasillo. Que el propio Julián Calero no es único responsable de los positivos o negativos avances de los partidos y que hay una plantilla sin rendimiento regular y sí viciada, ahora sin apenas recursos, que ha demostrado ser incapaz de lograr la meta o estar entre los puestos más privilegiados por los que lucha. Y que también hay un director deportivo que, con más errores que aciertos, es artífice de elegir a todos los anteriores.

Por todo, no puedo lamentar que todas estas cosas no me gustan. Aunque no dejan de ser irrelevantes en cierta medida, a la larga pueden hacer mella si son reiteradas. Y mi único deseo es, pasados unos meses, tener que recordarlo simplemente como anécdotas y no como una historia sin el bonito final que todos anhelamos.

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