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·2 de noviembre de 2025

Huachipato vs Universidad de Chile

Imagen del artículo:Huachipato vs Universidad de Chile

Por Ignacio Osorio

Hace pocos días terminó el tan esperado Mundial de la Fifa sub-20, organizado en nuestro país y en el que Chile, en general, tuvo un desempeño. La competición fue ganada por Marruecos, concretamente a través de un sólido 2-0 a su símil de Argentina. Durante el torneo, varios fueron los países y partidos que llamaron la atención, considerando sobre todo que muy prontamente varios de estos jugadores deberían estar animando los próximos lustros del fútbol mundial. Destacaron no tan solo los finalistas, Marruecos y Argentina, sino también países como Colombia, Japón, España, Noruega o incluso pasajes de Ucrania y el llamativo paso de Nueva Caledonia, quienes nos recordaron ese lado romántico del fútbol.


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Pues bien, junto al interesante y sólido espectáculo deportivo – del que Chile estuvo totalmente ausente-, también fue posible evidenciar un fenómeno que hace años no se ve de manera regular en nuestro país: la masiva, pacífica y civilizada presencia de hinchas en los estadios, todos con un comportamiento digno de la instancia que se desarrollaba, mostrando además un interés genuino no solo en lo que respecta al aficionado, sino también una no menor inmersión en lo deportivo. Dicho de otra manera, no era únicamente para la selfie en redes sociales.

El buen comportamiento y la buena experiencia general vista, hace que uno, legítimamente, se plantee ciertas preguntas: ¿Por qué no puede ser siempre así? Por un lado podemos abordar que el nivel deportivo de nuestro campeonato, sobre todo la Primera División, es notoriamente más bajo que lo mostrado en la cita juvenil; por otro, la presencia

constante de barras bravas, que la excusa del “aguante” y que “el estadio no es un teatro”, básicamente someten a escenarios agresivos e innecesariamente intensos al público verdaderamente importante, la familia. Eso sin contar las ya innumerables veces que la violencia práctica y explícita se ha tomado las canchas y sus alrededores, volviendo al fútbol, a momentos, un evento fuera de toda civilidad.

La conclusión es más o menos sencilla, a priori, de sacar, y es que al chileno, a la gente de a pie, al que paga TNT Sports, al que va regularmente al estadio, efectivamente le gusta el fútbol, la experiencia de compartir una pasión, un momento de comunión en torno a una pelota y pasarlo bien durante dos horas continuas, el problema es otro y tiene nombre y apellido: Fútbol Chileno.

El fútbol chileno de un tiempo a esta parte – al menos los últimos siete años – se ha vuelto tierra de nadie, en donde es cada vez más explícito el pésimo trabajo de los dirigentes, la desidia con que la ANFP y los gobiernos centrales actúan sobre ella y sus innumerables errores, los representantes, el mal nivel deportivo y por supuesto, las muchas veces paupérrima experiencia estadio que suele vivirse. Y así con un largo etcétera.

El problema no es que no nos guste el fútbol, al contrario, nos gusta, incluso seríamos un país mucho más futbolizado (sin que sea esto una obligación) de poder contar con un mejor espectáculo en términos generales, sino que nosotros, la industria toda, hemos normalizado la absoluta mediocridad. Pasamos de asombrarnos del buen rendimiento de Marruecos a quedarnos en la más pura inacción porque nuestra Federación no trabaja, no invierte ni gestiona para beneficiar al futuro. Pasamos de ver un tromba como la Selección Argentina, a ni siquiera

poder acercarnos a lo que ellos tienen como complejo de selecciones en Ezeiza, teniendo, todavía, un cada vez más pequeño, escuálido y mediocre complejo de Juan Pinto Durán. De ver como España, sin muchas de sus figuras generacionales, era un protagonista importante, a ver qué hicieron para estar constantemente nutriendo al fútbol mundial de jugadores importantes a diferente consideración. Pasamos de un mundial (sub-20 pero mundial), a la Chilean Premier League, un intento satírico y lleno de humor para subirnos el pelo, pero que cada vez es menos chistoso y más triste.

Como le dirían a don Sergio en 31 Minutos, devuélvame la pelota, por favor.

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