Diario UF
·25 de enero de 2021
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·25 de enero de 2021
El fútbol se rige por un par de factores que protagonizan también nuestro día a día fuera del césped. Hay quienes son capaces de sacarle el máximo partido mediante el control de la posesión, dominando el juego y dándole al balón el trato que merece. Otros muchos esperan, arreplegados, a que el tiempo y el espacio decidan girar a su favor, en una órbita que no siempre les sonríe.
Jandro Orellana, mediocentro nacido en la cuna azulgrana, es uno de los primeros. Quien haya visto jugar poco al filial del FC Barcelona creerá que estos titulares sobre él son un engaño, falacias, simples habladurías/fantasías y pocas realidades sobre el futbolista. Nada más lejos de la verdad.
Jandro Orellana es un maestro adelantado a su tiempo, dominador del fútbol posicional desde su etapa en las categorías inferiores del club. Un futbolista capaz de disfrutar sin balón, pero necesitado de su cariño. Nacido en el 2000, el mediocentro ha vivido éste año uno de sus mayores saltos como profesional. Aunque son ya varias las temporadas a un nivel sensacional del ahora arquitecto del Barça B, Jandro Orellana vive una etapa dulce en el filial. Se ha convertido en la pieza angular del centro del campo, encargándose de dominar el cómo, el cuándo y el dónde actúa el esférico.
La evolución que ha vivido éstos últimos años ha sido clara. Después de iniciar su carrera en posiciones más adelantadas hasta ir reconvirtiéndose a su puesto actual, Jandro vivió una etapa dura tras el triunfo en la Youth League en 2018. Después de la cual tuvo que recuperarse de una seria lesión que le mantuvo en el Juvenil A durante la 18/19. Poco tardaría en subir al fútbol profesional, aunque se encontró con un Barça en el que Monchu Rodríguez se encargaba de mover las manijas en el centro del campo.
La temporada actual ha podido suponer el salto evolutivo y de exigencia perfecto para el futbolista, que genera su propio ecosistema en el centro del campo azulgrana, donde ahora dirige desde el puesto de mediocentro (con Monchu Rodríguez destacando en Girona). Allí cohabita a la perfección con quienes son conscientes de que está un par o tres de pasos por delante del resto, exigiendo con cada exhibición un salto a la siguiente división.
Jandro Orellana ha crecido como futbolista en cada una de sus etapas. Ha quemado todas las categorías por las que ha pasado, y parece que pronto lo hará también con el filial. Desde jugar como un atacante más (de ahí una de las grandes sorpresas de la temporada para muchos, su magnífico golpeo) a organizar desde el centro del campo. Jandro ha crecido y ha evolucionado como pocos. Su figura es vital para reconocer el fútbol de García Pimienta y hace mejor al resto.
Hablamos de un jugador versátil, visionario y cariñoso con el balón. Y ante todo lo primero, porque sabe moverse y dominar los espacios como nadie en el filial. Poco le importa bajar a recibir entre los centrales para organizar desde atrás (1), como esperar para recibir a la espalda de la primera línea de presión (2) o incluso adelantar líneas para buscar su zona de acción en posiciones de interior (3), donde combina y se entiende a la perfección con Álex Collado, ambos viejos conocidos.
Sin embargo no es sólo eso, pues también en defensa tiene virtudes para activar al equipo en la recuperación tras pérdida. Como también parecen destacables sus virtudes en el robo. Con ellas, busca siempre el lado ciego del rival para atacar sin ser detectado (técnica que prácticamente parece sacada de la mismísima mejor versión de N’golo Kanté).
El fútbol de Jandro Orellana crece y va a ser importante saber reconocerlo de cara a los próximos años. Desde hace tiempo hay quienes se atreven a compararle con Sergio Busquets, en una de esas primeras explosiones de visibilidad que, sin duda, sufrirá el futbolista. Aunque de momento, quizá lo mejor sea dejarle hacer, seguir creciendo, seguir evolucionando sin llamar demasiado la atención.
Que siga trabajando en la sombra, que no llame los focos y se le meta en un horno estrecho esperando de él una irrupción como la de Ansu Fati. Que crezca, que domine, que siga controlando el tiempo y el espacio de un Barça B que claramente mejora con él. Y que en un futuro, ojalá, sea capaz de quemar la última etapa y echar abajo la puerta que le separa del primer equipo azulgrana.