La Galerna
·30 de diciembre de 2025
Jerarquía

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El número 55 de la revista Líbero es un aplauso —muy recomendado y recomendable, dicho sea de paso— al fútbol argentino. Coincidiendo con el primer lustro de la muerte de Maradona, se detiene en las principales figuras de aquel país que han enriquecido nuestro fútbol desde el césped o el banquillo, ofrece una votación autorizada de los 20 mejores futbolistas argentinos de la historia y repara en algunos personajes singulares, como Pablo Aimar, Simeone, Guillermo Coppola o el enganche de este texto, Redondo.
Por qué nos fascina Fernando Carlos Redondo Neri se pregunta el director de la publicación, Diego Barcala. “No metía goles, dio muy pocas asistencias”, escribe, pero sin embargo “es un dios atípico del madridismo”. Y eso que su llegada no resultó sencilla ya desde la fase de los despachos, cuando Mendoza dudó de su contratación y sólo terminó por decidirse tras la amenaza de Valdano de marcarse un Camacho por adelantado si no cumplía con su demanda. Las lesiones en sus inicios y la acomodaticia claudicación en Milla como envés del ingenioso Laudrup tampoco ayudaron al centrocampista procedente del Tenerife a conquistar la grada al primer toque.

Fue su juego, ese estilo que Quique González define en el artículo como “porte de gallo fino, una manera de andar fuera y dentro del campo que solamente se puede comparar con la de Denzel Washington” lo que fulminó el debate y elevó al argentino al pódium del imaginario colectivo blanco cuando piensa en un centrocampista autosuficiente y total. Pero hay algo más, revelado como un detalle pero que se ha demostrado como el cimiento más sólido de las victorias: la jerarquía, el grito de guerra que Redondo inoculaba a los suyos antes de salir por el túnel de vestuarios y honraba sobre el verde.
Jerarquía no como lema o afán, sino como referencia a la auctoritas romana, virtud que en su etapa clásica se definía por el valor añadido de la experiencia y alcanzaba un plano moral por el que su poseedor infundía respeto y credibilidad. Una cualidad presupuesta en los grandes que, sin embargo, en ocasiones les viene grande.
la clave que acerca al Madrid a su sino, su espíritu irreductible, está en la jerarquía que alentaba Redondo, el tipo que espantaba al doble pivote con los codos
No a Di Stéfano, que al finalizar su primera temporada en Chamartín y conocer que Bernabéu se disponía a devolver a Gento al Racing, pues sus dotes futbolísticas estaban por pulir, convenció al patriarca con una frase que bien pudo salvar la carrera del santanderino y, por ende, la historia del Real Madrid: “Tiene velocidad y le pega al balón como un cañón. Eso no se aprende, se trae. Lo demás se lo podemos enseñar”.
Tampoco a Pirri, que llevó el pundonor más allá de los límites de la salud, jugando con la clavícula rota (final de Copa del 68 contra el Barcelona) o el brazo fracturado (final de la Recopa del 71 contra el Chelsea).
Y qué le van a contar de jerarquía a Juanito, todo nervio y corazón, incapaz de soportar la prepotencia de unos italianos que escucharían —y sufrirían por primera vez— la advertencia que ya es patrimonio del fútbol: 90 minuti…

O a Raúl, que cinco años después de su debut, con sólo 22, se atrevió a lo que nunca antes había gestualizado ningún madridista con tanta soltura: callar al Camp Nou en una imagen que ya es historia de la Liga.
Incluso al añorado Toni Kroos, autor de una de las frases que mejor definen la identidad blanca con aquel “ganamos más tarde, da igual” al recibir la noticia de que la final de la Champions contra el Liverpool de 2022 se retrasaba por los incidentes en los accesos al Stade de France.
Se podría discutir —y se discute— sobre si Xabi Alonso se ha ganado al vestuario o no. También acerca de si el tolosarra se ha traicionado demasiado pronto o incluso de si Bellingham debería operar unos metros más atrás y Güler un poquito más cerca del área. Pero la clave que acerca al Madrid a su sino, su espíritu irreductible, está en la jerarquía que alentaba Redondo, el tipo que espantaba al doble pivote con los codos. Quién lo recuperara, ¿verdad?
Getty Images









































