El Nueve y Medio
·27 de febrero de 2020
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·27 de febrero de 2020
Bonjour ! Comment ça va ? / Hallo! Hoe gaat het met jou? / Guten Tag! Wie geht’s? No es que esté de presumido. Son tres idiomas, el francés, el neerlandés y el alemán. Espero que estés muy bien hoy. La semana pasada arribamos a Europa de la mano de la relación entre el Shakhtar Donetsk y el Conflicto Armado del Donbass en Ucrania. Vimos que Ucrania está en guerra en parte por las diferencias entre el oeste ucraniano y el este prorruso. Ahora veremos otro país que también está dividido: Bélgica.
Por la naturaleza del artículo, te mencionaré dos canciones. Vámonos primero al norte de Bélgica. He aquí a Niels Destadsbader, un cantante nacido en la ciudad de Kortrijk (en español Cortrique). Tuvo una pequeña carrera en su infancia como conductor de un programa infantil. Ahora ya lleva tres álbumes, cada uno mínimo con un disco de platino. Vámonos con el más reciente: Boven de wolken. También se ha posicionado como el álbum más vendido en Flandes. Te traigo su más reciente sencillo: Wat zou ik zonder jou? ¿Qué sería yo sin ti?
Vamos al tema de esta semana.
A pesar de su pequeño tamaño, Bélgica siempre ha jugado un papel estratégico dentro de la historia del mundo. Primero como dique impensable para el avance alemán en la I Guerra Mundial, luego como encarnación de ese proyecto llamado “Estados Unidos de Europa” que ideara Winston Churchill dos años después de terminada la II Guerra Mundial.
Bruselas, su capital, es ahora la sede de varios organismos internacionales, como la Unión Europea, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y del Parlamento Europeo. En Bruselas, cerca del 16,7% de las plazas laborales están conectadas con dichas instituciones y se conoce como la capital diplomática: cerca de 5.400 embajadores viven aquí, usualmente los más calificados de su procedencia.
Son más de 180 nacionalidades presentes, son más de 100 idiomas hablados. Cada vez que hay un conflicto serio en todo el mundo, sobre todo en Europa, Bélgica está dispuesta a abrir sus ciudades para que haya una mediación y el problema se calme en un ambiente de cordialidad. Y esto de cierta manera impacta a su economía: con 1,2 millones de habitantes, Bruselas es la capital europea de los negocios y cientos de empresas multinacionales tienen sus oficinas aquí. Su papel es similar al de Washington, D.C., en Estados Unidos.
Bélgica también ahora ocupa el primer lugar del ránking FIFA, apenas un punto arriba que Francia. Los Diablos Rojos (Les Diables Rouges en francés / De Rode Duivels en neerlandés / Die roten Teufel en alemán) ya se quedaron cerca de disputar la final de Rusia 2018. El proyecto del español Roberto Fernández sigue rindiendo y los mejores jugadores belgas engalanan los principales equipos europeos. Los aficionados están contentos con esta bonanza.
Porque el éxito de la selección belga oculta un profundo divisionismo interno. Dice el ex Primer Ministro interino Yves Leterme que hay tres factores que unen a la sociedad de Bélgica: el ya mencionado futbol, el Rey Felipe y la cerveza. De aquí es la cervecería Anheuser-Busch InBev, dueña de Corona… y de la cerveza belga más conocida, Stella Artois. Bélgica está separada internamente entre el norte germánico y el sur latino. Es difícil la convivencia entre ambos pueblos. ¿Cómo es que este país no se cae a pedazos?
Hasta el siglo XVI, el noreste de Europa estaba unida en las Diecisiete Provincias. Todo cambió con la llegada de la Guerra de Ochenta Años. Esa es la causa de la división interna belga, porque quedaron separadas en las Provincias Unidas del norte y los Países Bajos del sur. Ambos países eran gobernados por los Habsburgo pero de diferente franquicia: al norte estaban los españoles y al sur los austriacos. El norte se empezó a identificar culturalmente más con sus vecinos hablantes de neerlandés, mientras que el sur veía con gran estima a esa Francia y en seguida adoptaron su idioma.
Todo ese territorio representaba una posición de valor incalculable a nivel militar. No es casualidad que ahí se hayan disputado guerras entre franceses y españoles y/o austriacos. Las cosas más o menos se mantuvieron en calma hasta que llegó Napoleón y conquistó todos esos Países Bajos. Tras su derrota de Waterloo (también en futuro territorio belga), todo el norte, llamado Flandes, regresó con los Países Bajos, mientras que el sur, de nombre Valonia, permaneció todavía como territorio francés. Los habitantes belgas de ambas facciones ya habían tenido suficiente y en 1830 armaron una revolución que desembocó en la independencia de Bélgica… pero no en la unión del país.
Como valones y flamencos no se ponían de acuerdo, tuvieron que llegar a un consenso tras cerca de un año. La capital sería una ciudad neutral, Bruselas. Y se decidió que Bélgica fuera neutral, católica, independiente. Al año siguiente se instauró al rey Leopoldo I como soberano de Bélgica. De todas maneras, las tensiones internas estuvieron a la orden del día. Todo esto fue por el idioma. El francés era la lengua de la nobleza y la burguesía, era el único idioma oficial. Bélgica tenía una política unitaria que giraba en torno a Valonia, y por eso recibía más atención y se desarrollaba más. A Flandes, mayoría, no le hacía mucha gracia esta situación.
Poco a poco los flamencos empezaron a quejarse hasta en 1889 logran la Ley de Igualdad: ahora el francés y el neerlandés eran los idiomas co-oficilaes. De todas maneras el francés tenía la prioridad en la práctica. Encima había una minoría que hablaba alemán, bastante ignorada. Flandes quería más y en 1963 cambió la manera de censar a la población. Antes, el censo contaba cuántas personas hablaban francés, neerlandés o alemán en un municipio y el municipio se organizaba o bien en la lengua de la mayoría o en ambas, lo que originaba un aumento de los pueblos francófonos y bilingües. Ahora Bélgica se dividió en Flandes, Valonia y Bruselas. Esto coincidió con la llegada de inversión estadounidense a Flandes. La situación cambió: ahora los flamencos tenían la sartén por el mango.
En la siguiente década se aplicó un federalismo en Bélgica. Ahora cada región un estatus similar. Aunque Bruselas estaba en territorio flamenco, era la capital, así que en decisión salomónica Bruselas es territorio oficialmente bilingüe. Por cierto, como te mencionaba en el párrafo anterior, en el este de Bélgica hay un pequeño territorio que le pertenecía a Prusia. Como Alemania perdió la I Guerra Mundial, esa pequeña franja pasó a ser belga. Ahora tienen su autonomía lingüística, pero oficialmente forman parte de Valonia.
Bélgica se divide lingüísticamente en:
El idioma oficial es el francés. Comprende cinco provincias: el Brabante Valón, Henao, Lieja, Luxemburgo y Namur. Su extensión es de 16.884 km². Su capital es Namur y su ciudad más poblada es Charleroi.
El idioma oficial es el neerlandés. Comprende cinco provincias: Amberes, el Brabante Flamenco, Flandes Occidental, Flandes Oriental y Limburgo. Su extensión es de 13.625 km². Su capital irónicamente está en Bruselas y su ciudad más poblada es Amberes (Antwerp en neerlandés).
Si bien no es una división oficial, no se puede dejar de lado la comunidad alemana. Su extensión es de 853,65 km². Está localizada en la región de Lieja y su ciudad más habitada es Eupen.
Según cifras del censo de 2019, en Bélgica viven cerca de 12 millones de personas. De ellas, 3,66 millones (32,3%) están en Valonia, 1,2 millones (10,4%) están en la región capital de Bruselas y 6,59 millones (57,3%) son originarias de Flandes.
La cosa cambia cuando nos vamos a la situación lingüística. Hasta mediados del siglo XX, el francés era el idioma oficial en Bélgica. En 1967, el neerlandés obtuvo el mismo estatus oficial de acuerdo con la constitución belga. Y en 1991 por fin se hizo un reconocimiento al idioma alemán. De acuerdo con ese censo, el 59,6% de la población habla neerlandés, el 40% habla el francés y el restante 0,4% tiene al alemán como idioma materno.
En resumen:
Cada región de Bélgica tiene su propio sistema político, su propio idioma, su propia televisora y su propio sistema educativo. Es muy raro que haya matrimonios entre flamencos y valones. Aunque Bruselas se localiza geográficamente rodeado por Flandes, el 90% de la ciudad es francófona. Un ejemplo: en una escuela primaria puede estar destinada un piso para la educación francesa, el otro para la neerlandesa (con sus respectivos temarios y currícula), no hay convivencia entre los estudiantes y la biblioteca no recibirá financiamiento flamenco hasta que el 55% de los libros esté en neerlandés. Hay ciertos municipios en Bélgica que proporcionan servicios bilingües, los que se encuentran en la frontera.
El separatismo flamenco (llamado Orangisme o Grootnederlandisme en neerlandés) aboga por la unión a los Países Bajos. El separatismo valón (Rattachisme o Réunionisme en francés) quiere que Valonia sea una región de Francia. En medio de ello se encuentra el unionismo belga (Belgicisme en neerlandés y Belgicanisme en francés). Cada confesión política tiene su lugar en la Cámara de Representantes de Bélgica. Los principales partidos son: por el Orangisme está principalmente Vlaams Belang (de extrema derecha), por el Rattachisme está el Rassemblement Wallon, mientras que los unionistas tienen al Partido del Trabajo (Partie du Travail de Belgique/Partij van de Arbeid van België) como su máximo representante. Esta diferencia de opiniones llevó a Bélgica a una inestabilidad política donde durante cuatro años no se pudo elegir a un Primer Ministro. La situación no ha escalado al nivel de Chipre y de la ex Yugoslavia, afortunadamente. En este artículo puedes ver un anuncio de Vlaams Belang, simbolizando a un flamenco que se queda atrás porque el valón es un lastre:
¿Hasta dónde han afectado las batallas lingüísticas? Hasta las universidades en Bélgica. Por ejemplo, la Universidad Católica de Bélgica en Lovaina. Era una de las universidades más importantes de Bélgica (junto con la Libre de Bruselas y las de Gante y Lieja) y recibía a estudiantes valones y flamencos. Lovaina es una ciudad de Flandes, pero el idioma de enseñanza era el francés. Hasta 1930 se comenzaron a ofrecer clases en neerlandés. Con las políticas de 1962, cada facción empezó a ser más independiente de la otra. Las tensiones empezaron a crecer hasta que se decidió en 1968 que cada una tendría su propio campus. La parte neerlandesa (Katholiek Universiteit Leuven) se quedó con ese campus, mientras que la francesa (Université catholique de Louvain) tuvo que construir su propia universidad en Louvain-la-Neuve. Sucedió lo mismo con la Universidad Libre de Bruselas.
También el deporte belga vio batallas de esa guerra lingüística. El escenario fue el tenis femenil. Dos tenistas belgas estaban en el paraíso. Una, Justine Henin, nació en Lieja, la segunda ciudad más grande de Valonia. La otra, Kim Clijsters, nació en Limburgo. Henin era un año mayor que Clijsters. Ambas coincidieron en pistas, ambas bañaron de gloria a Bélgica, pero ambas tenían una rivalidad tremenda. Salvo cuando se unían para ganar la Fed Cup (Copa Davis femenil), una siempre quería vencer a la otra. Si bien Kim se quedó con el historial de partidos (13-12), Justine le ganó las tres finales de torneos Grand Slam que disputaron.
¿Cómo afecta esta guerra lingüística al futbol belga?
La primera división de Bélgica tuvo su primer campeonato en 1895. Participaron siete equipos: dos clubes de Flandes (el Royal Antwerp y el Brujas), uno de Valonia (el Royal Liège) y cuatro de la región de Bruselas: el Royal/Koninklijke, el Real Leopoldo, el Sporting y el Union d’Ixelles. El primer campeón fue el equipo de Lieja.
Salvo en los años de Guerras Mundiales, donde Bélgica la pasó realmente mal, cada año sin excepción se ha jugado la liga. De siete clubes ha llegado a haber hasta 18, aunque para la temporada 2009-10 el número se acortó a 16. Desde 2014 su patrocinador es la cervecería AB-InBev, que hace la cerveza Jupiler.
El sistema de competencia es algo complicado. Los 16 equipos se enfrentan entre sí en formato de liga a dos vueltas. Al finalizar hay dos liguillas: la I, para los primeros seis equipos y la II para los restantes 10. El primer lugar de la temporada regular califica a la tercera ronda previa de la Europa League y el último lugar desciende a la Primera B. En la liguilla II, los 10 equipos se emparejan con los primeros seis lugares de la segunda división y se dividen en cuatro grupos de cuatro equipos cada uno y juegan entre sí en seis jornadas. Al finalizar, los ganadores de cada grupo juegan semifinales y final. Mientras tanto, en la liguilla I, los puntos de los seis equipos se reducen a la mitad y juegan 10 jornadas todos contra todos. El primer lugar es campeón y califica a la fase de grupos de la Champions League, el segundo lugar va a la tercera ronda de clasificación de Champions. El tercer lugar va a un repechaje contra el ganador de la liguilla II para obtener un boleto a la segunda fase previa de Europa League.
El club más ganador es el Anderlecht (34 títulos). Le sigue el Brujas (15), el Saint-Gilloise (11 pero en segunda división) y el Standard de Lieja (10). En temporadas jugadas, el mandamás es el Standard de Lieja (100 y no desciende desde 1921), seguido del Royal Antwerp (98), el Brujas (97) y el Anderlecht (88). En la copa, los máximos ganadores son el Brujas (11), el Anderlecht (9), el Standard de Lieja (8) y el Genk (4). En cuanto a participaciones europeas, los únicos dos clubes que han ganado finales son el Anderlecht (la Recopa y la Supercopa de 1976 y 1978, y la Copa UEFA de 1983) y el Malinas o Mechelen (Recopa y Supercopa de 1988).
Comparemos:
Definitivamente la región de Flandes está sobrerrepresentada en la Jupiler ProLeague, ya que es un 68,75%, más que el 59% de la población flamenca. Hay mucho menos presencia de Valonia (18,75% contra 40%) y de Bruselas (6,25% contra el 10%). Aunque no tan visible, la comunidad alemana de Bélgica tiene a su orgulloso representante en el Eupen. Compara el 0,4% de la población real, con el 6,25% que significa tener un número mucho más grande. La temporada pasada el Eupen logró salvarse del descenso en la última jornada. Su segundo aire se debe a la gestión de la Aspire Academy qatarí (de eso hablaremos en su momento).
Vamos a otros análisis no tan evidentes. El cuadro más ganador es el Anderlecht, cuadro de la capital. Es la ciudad más poblada, contando la zona metropolitana. De Flandes, el equipo con más títulos es el Brujas, apenas la octava ciudad por población. Sin embargo, el campeón más reciente es el Genk, una ciudad que no llega ni al top-20 en Bélgica. En cuanto a Valonia, el Standard de Lieja se ha colado como el cuarto equipo con más ligas. De ahí tenemos que irnos al Royal de Lieja (cinco ligas, su último título en 1953 y ahora en tercera división) y el Charleroi, con solamente un subcampeonato. Atención también a este dato: el último título valón fue en 2009. Los últimos 10 títulos se han repartido entre Bruselas (cinco títulos) y Flandes (otros cinco). En Europa, los seis títulos van hacia Bruselas (cuatro) y Flandes (dos), mientras que Valonia solamente tiene dos finales con el Standard de Lieja.
Hay otro factor que tampoco es muy evidente: la matrícula, el número con el que un equipo de futbol se registra ante la federación belga. El equipo con la matrícula 1 es el Royal Antwerp (como puedes ver en su escudo), siendo así el decano de Bélgica. Fue fundado en 1880 por un grupo de estudiantes ingleses en Amberes. Esta ciudad tiene nada menos que el segundo puerto más grande del mundo y en 1894 albergó una feria mundial. Entonces, no es casualidad que el Royal Antwerp refleje la importancia de Amberes en el siglo XIX belga.
Para la siguiente temporada pase lo que pase descenderá un club flamenco: la pugna está entre el Cercle Brugge, el Waasland-Beveren y el Oostende. ¿Quién lo sucederá? Puede ser el OH Leuven, el Westerlo (ambos de Flandes) o el Virton de Valonia. En caso de que ascienda este último, la representación de Flandes y de Valonia será más realista.
Los clubes belgas y neerlandeses han padecido bastante en competencias europeas ante la escapada que han tenido las ligas española, italiana, francesa, alemana e inglesa (el Ajax más o menos se ha salvado, sobre todo en la temporada pasada) por cuestiones económicas. Ambas ligas son consideradas formativas. Los mejores jugadores neerlandeses y belgas buscan retos en esos cinco países y solamente Leander Dendoncker, de la selección belga bronce en Rusia 2018, militaba en la liga local (Anderlecht).
Para contrarrestar el dominio de las cinco ligas, las asociaciones de futbol de Bélgica y Países Bajos han pensado seriamente en juntar la Jupiler Pro League y la Eredivisie para formar la BeNeLeague. Después de todo, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo formaban el Benelux, la unión aduanera que propició la Unión Europea. Los nueves mejores clubes de las ligas belga y neerlandesa estarían en la BeNeLeague I, mientras que la segunda división habría lugar para el resto, más uno o dos clubes de Luxemburgo.
La idea no es nueva; se aplicó en el futbol femenil de ambos países durante tres años. Escocia ha hecho lo mismo en la Irn-Bru Cup, copa amateur, invitando a clubes de Gales, Irlanda del Norte e Inglaterra. Esa idea ha sido un éxito. En otros deportes es algo normal. En basquetbol tenemos la Liga del Adriático entre clubes de la ex Yugoslavia, y la extinta Liga del Báltico, entre clubes de Estonia, Letonia y Lituania.
Para la UEFA la idea no es tan descabellada porque ahora ha manifestado preocupación por el destino de ligas de países muy pequeños. No ha dicho ni su acuerdo ni su desacuerdo. Está esperando a que los accionistas de los cinco gigantes belgas (Gent, Brujas, Genk, Anderlecht y Standard de Lieja) y los seis neerlandeses (Ajax, AZ, Utrecht, Feyenoord, PSV y Vitesse) se pongan de acuerdo para dar a conocer su opinión. Aparentemente las pláticas están en su segunda fase, es decir, discusiones para el formato de esta competencia; el que la mayoría de los clubes belgas sean flamencos ayuda en cierta forma. La idea también puede ser también realizar una copa entre clubes belgas y neerlandeses como ensayo.
Una de las principales cuestiones es referente a las plazas para competencias europeas. La otra es respecto a las finanzas y a la logística. Los derechos de transmisión son un caso aparte, pero una investigación de la consultoría Deloitte ve con buenos ojos la factibilidad de esta liga. Por último, los clubes más pequeños están preocupados. Clubes como el PSV, el Feyenoord y el Anderlecht apenas compiten en Europa, pero mantienen una distancia marcada en sus ligas. Los clubes pequeños verían aún más mermadas sus ganancias.
Por lo general, los jugadores belgas son bilingües, como Kevin de Bruyne, Simon Mignolet Thomas Meunier y Thibaut Courtois. Hay varias excepciones: Axel Witsel y Eden y Thorgen Hazard, valones, no hablan neerlandés, mientras que Jan Vertonghen, Toby Alderweireld y Thomas Vermaelen, flamencos, no hablan francés. Y encima el DT es español, Roberto Martínez. ¿En qué idioma se comunican en las sesiones de entrenamiento? Para que no haya privilegios, el idioma de comunicación es el inglés.
¿Qué pasa en el campo? La respuesta viene desde las antiguas colonias. Los intérpretes por excelencia son Romelu Lukaku y Divock Origi, ambos de padres congoleses. Ambos hablan inglés, francés, neerlandés y swahili. Lukaku habla además español y portugués. También está Vicent Kompany, con padres congoleses y bilingüe. Complementan Youri Tielemans y Christian Benteke. También los traductores vienen desde inmigrantes, como Yannick Carrasco (portugués-español), Nacer Chadli y Marouane Fellaïni (marroquíes) y Adnan Januzaj (albano-kosvar, más información aquí).