La Galerna
·28 de noviembre de 2025
Kollins

In partnership with
Yahoo sportsLa Galerna
·28 de noviembre de 2025

Aunque la cosa tuvo que empezar antes, y siempre gracias a Twitter, mi primer recuerdo de Kollins es sin Kollins delante, cosa que también pasa con Twitter, claro, pero yo me entiendo. Hablar por teléfono es el segundo paso tras el descubrimiento y asentamiento de afinidades. Twitter va en ese sentido un paso por detrás de Tinder, que por lo que me cuentan tiene como segundo paso el encuentro físico, y como tercero la penetración, si todo va bien. Kollins penetraría en mi vida de manera solo intelectual, apresurémonos ya a aclararlo, pero rendiría frutos mucho más duraderos que los que como media rinde Tinder (y Twitter).
Así que le llamé por teléfono desde aquel absurdo teléfono fijo que teníamos en casa en Cardiff, una especie de miniatura de las clásicas cabinas inglesas que me indigna recordar, porque yo no era en Cardiff un simple turista y ese aparato me trataba como tal. Esto pasó hace aproximadamente una década, y por entonces la gente usaba el teléfono fijo.

Fue una llamada eterna, si cabe la redundancia cuando Kollins está por medio. Las coincidencias en nuestro modo de entender el Madrid (y supongo que ya se dejaba entrever que también la vida) eran alarmantes. ¿Por qué ese tipo veía las cosas exactamente como hay que verlas, y todo sin haber pedido antes el oportuno permiso para acertar? Yo creo que por entonces ni siquiera nos habíamos visto las caras (él a mí tal vez sí por la foto de mi perfil y/o por la tele del Madrid), y casi mejor, porque tener constancia de esa cara de sabio paradigmático habría acrecentado la indignación. Sea como fuere, cuando por fin colgué ya sabía que, en adelante, jamás podría sacar de mi existencia a aquel tipo brillante y concienzudo, serio y obsesivo, profundamente bueno y recto. En efecto: un tipo inaguantable, de esos que te hablan involuntariamente de tu propia mediocridad.
Pero yo soy tan mediocre que no me importa que me lo recuerden, por lo menos no si se hace sin querer, de manera que de ahí pasamos a que colaborara en La Galerna, y de ahí a que se convirtiera en su redactor jefe.
¿Por qué ese tipo veía las cosas exactamente como hay que verlas, y todo sin haber pedido antes el oportuno permiso para acertar?
Yo estaba en Cardiff y él en Barcelona. Nos vimos físicamente algunas veces, en Madrid o la Ciudad Condal, pero el grueso de los encuentros eran telemáticos. Había días que ni hablábamos, limitándose la comunicación al intercambio de mensajes de WhatsApp. Pero el tipo hervía de pasión, iniciativa e ideas, de manera que de vez en cuando no había más remedio que cortar toda comunicación con el resto del mundo y organizar videoconferencias que se prolongaban largo tiempo.
—Niños, no existáis. Me meto a hablar con Kollins.
Pronto quedó en evidencia algo tremendamente incómodo. Al sujeto le importaba La Galerna más que a mí, que era el dueño y el fundador. Es más: pronto se impuso la certeza perturbadora de que él era mucho más importante para La Galerna que yo mismo. Su entrega a la causa, siempre estajanovista, tenía un componente de profesionalidad ejemplar, pero también otro no menor de devoción genuina por el producto. El hombre quería ofrecer tantas y tan excelsas cosas al lector que era benditamente agotador. Aprendí tanto en aquellos dos años, sobre La Galerna y sobre mí mismo, que no se lo perdonaré jamás. Fueron los mejores años de La Galerna, que sigue estando bien a mi parecer (si no, jamás continuaría con ella), pero que no volverá a vibrar de madridismo y sintaxis como entonces.

Después, Kollins se marchó, de La Galerna pero no de mi vida, y que se le ocurra. Paco cogió el dignísimo relevo, aunque Kollins sigue escribiendo ocasionalmente. Se montó un canal de YouTube que tiene algo de la esencia de aquella Galerna, y que es el mejor de los que circulan por ahí sobre el Madrid. Kollins es un opinador verídicamente enamorado del equipo y de lo que significa, razonable, pausado, libérrimo y emotivo. Le guía la pasión por saber, por el Madrid, por saber del Madrid. Todo el mundo sabe que los contenidos de historia del Madrid no dan pinchazos porque el algoritmo es gilipollas. A Kollins le da igual el algoritmo y ofrece contenidos históricos junto a otros donde aborda la actualidad con ayuda de sus colaboradores. Iba a decir que aborda la “rabiosa actualidad”, como dice el tópico del sintagma gastado, pero la rabia es patrimonio de otros.
Al sujeto le importaba La Galerna más que a mí, que era el dueño y el fundador. Es más: pronto se impuso la certeza perturbadora de que él era mucho más importante para La Galerna que yo mismo
Estoy escribiendo sobre Kollins porque llevo muchas horas, casi días pensando en él, a resultas del fallecimiento de su madre, a la que no tuve el placer de conocer, pero que hubo de ser a la fuerza una persona fantástica. Los escritores solemos escribir sobre nuestros amigos cuando se mueren, lo cual no tiene ninguna gracia por no poder leerlo los interesados. Quizá, junto a las debidas condolencias, no sea mala idea escribir sobre nuestros amigos cuando son sus progenitores quienes nos dejan. Hoy es un buen día para proferir vivas a la madre que parió a Kollins, porque sin ella no habría Kollins, y aprovechar la ocasión para alabar al hijo de la madre de Kollins. La madre de Kollins, la madre de Javi, supo sin duda de la excepcionalidad de su vástago, pero yo levanto ante ella acta de gratitud eterna. No hacía falta, o mejor: me hacía falta a mí.
Un abrazo, amigo mío. Lo siento en el alma. Te queremos.









































