La Galerna
·27 de octubre de 2025
La furia madridista

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·27 de octubre de 2025

Buenos días, amigos. El título del portanálisis de hoy lo vamos a tomar prestado de la primera plana de L’Equipe, mítico diario deportivo francés que curiosamente respeta al Real Madrid infinitamente más que cualquier rotativo de ese rubro en España, tierra propia donde el Madrid es demasiado grande para ser profeta por mor de la envidia nacional.

“La furia madrileña”, titulan los franceses, aunque a nosotros nos sabría mucho mejor “La furia madridista”, que es como hemos adaptado su idea para nuestro análisis de hoy. Ya sabéis que el Madrid ganó 2-1 el mal llamado clásico, y lo hizo en efecto a lomos de una furia casi inusitada en los últimos tiempos, un furor vengativo propio del Dios del Antiguo Testamento que es consustancial al Madrid de todos los tiempos y que fue rescatado merced a unas torpes declaraciones de Lamine Yamal en las vísperas.
Podéis leer la crónica de Gutiérrez de Panga y las calificaciones de Genaro Desailly, pero este portanalista está aún salivando ante el vendaval del Madrid en el primer tiempo, con un Bellingham excelso, un Camavinga imponente, un Tchouaméni implacable, un Valverde superlativo y un Militao imperial, todo ello aderezado por una mala leche especial y especialmente notoria. Ayer no jugó, pero el encuentro nos recordó aquellas palabras de Mastantuono en su presentación: “Seré un hincha dentro de la cancha”.
Todos nuestros jugadores, ayer, fueron hinchas dentro de la cancha. Se hicieron cargo (y este mimetismo hacía siglos que no tenía lugar) de la cólera de la afición contra el club que se ha comprado impunemente el sistema arbitral durante décadas, hicieron suya esa cólera y la capitalizaron. Hicieron fútbol de la ira. Bravo.
En los andurriales cataculés la derrota ha sentado fatal, e irrisoriamente hablan del arbitraje como si presuntamente les hubiera perjudicado. Hablan de un ilusorio penalti de Carvajal, se quejan de un dolor de muelas hilarante de Cubarsí en el tanto de Bellingham y omiten cómo el VAR “despitó” una pena máxima de libro del propio Lamine Yamal sobre Vini y anuló un gol de Mbappé por supuesto y milimétrico fuera de juego cuando el balón viene de Fermín, lo que invalida la posibilidad de offside.
¿Cómo se puede ir por la vida con semejante cara dura?, os preguntaréis. Nos formulamos la misma cuestión, para la cual no tenemos respuesta, pero gracias al gran partido de los nuestros lo hacemos con una sonrisa malévola en los labios. El negreirismo, en cambio, llora por las esquinas, y ello nos satisface hasta extremos notables.
La prensa supuestamente afín al Real Madrid cree hallarse ante una buena oportunidad de congraciarse con la afición blanca, pero la afición blanca ya no olvida las afrentas. Incluso en una ocasión dichosa como la de hoy la vuelve a cagar la llamada Central Lechera (rían con nosotros) dando al enfado de Vini en su sustitución categoría de portada. ¿A alguien en su sano juicio le puede parecer que el cabreo (indefendible) de Vini cuando Xabi Alonso lo mandó al banquillo merece estar codo con codo junto a la información del partido? Pues lo cuelan, a la par con el salseo de la tangana final acerca de la cual, por cierto, el culerío está mostrando su proverbial hipocresía teñida de ribetes psicosociales de lucha contra el abuso.

Ya especificarán los amables amigos de Mundo Deportivo por debajo de qué edad exacta es lícito indicar a Lamine Yamal que se abstenga de proferir gilipolleces faltonas que ponen en duda la historia del Real Madrid, máxime cuando llevas la camiseta del club que se compró durante un mínimo de 17 años al estamento arbitral. Esta es una verdad que se puede decir a los chavales de 18 años sin caer en el bullying, creednos, y a los niños de teta, si se nos apura. Es una verdad universal que resplandecerá hasta el fin de los tiempos, como lo hará la derrota del Mal a manos del Bien, combate eterno del cual vivimos ayer un nuevo episodio triunfante. La ira divina se desató sobre las cabezas de los tramposos, los simuladores, los niñatos, los sepulcros blanqueados, y tiene visos de señalar el camino de su derrota deportiva definitiva.
Pero cuidado. La auténtica derrota, la que de verdad merecen, está en manos de la jueza del caso Negreira y de la FIFA. Ojalá ellos, algún día, culminen la modesta aplicación de justicia que atestiguamos ayer.
En lo relativo a la polémica por la sustitución de Vini, con la cual os darán el coñazo inveteradamente en los próximos días, como buena cortina de humo que puede ser, nos remitimos a lo señalado en Twitter por nuestro editor.

Pasad un buen día.









































