
La Galerna
·31 de julio de 2025
La inspiración percebeira de Lucas Vázquez

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·31 de julio de 2025
Cruzaba hace unos días la calle de la Estrella, en la ciudad del mar, cuando observé un cierto revuelo entre los más jóvenes, entre la ilusión y la euforia. Mis espías coruñeses me ponían al tanto poco después: paseaba y degustaba manjares gallegos por allí, minutos antes, nuestro Lucas Vázquez. Le duele la mano de firmar autógrafos.
La comidilla coruñesa de estos días era el interés del Deportivo en hacerse con el futbolista y, ciertamente, soñar es gratis, con permiso de Hacienda, pero asumamos que ha salido a desmentirlo hasta el jefe de obituarios del último diario deportivo de la ciudad. Dicho de otro modo: no es, como se ha dicho citando fuentes oficiales deportivistas, que “no interese” al club de mi ciudad, es que “interesa” en la misma medida en que a mí me interesa Scarlett Johansson como compañera de ostras y champán esta noche.
Anda el de Curtis de homenaje popular en homenaje popular, que también se le ha visto con la familia en la playa de Perbes dando besos, fotos y abrazos, donde tenía Fraga aquel interminable chalet en primera línea marinera, desde el que salía con su característico traje de baño ceñido a la altura del pecho, inmortalizado en aquel otro baño del 66 en Palomares, cuando el genio y figura villalbés se arrojó a las aguas frente a las cámaras de TVE para ahuyentar meigas radioactivas, que se abrieron a su paso como las aguas de Mar Rojo ante la vara de Moisés.
A falta de radioactividad, en las inmediaciones de la playa de Perbes lo que hay son estupendos percebes y sabrosos bogavantes en arroz caldoso, algo que por otra parte no creo que haya que descubrirle a Lucas Vázquez a estas alturas de la juerga.
Lucas Vázquez representa todo lo que está bien en el fútbol: el esfuerzo, la superación, la elegancia en el éxito, la serenidad en el fracaso, la casta sobre el césped y, en fin, los valores dentro y fuera del campo
Pensaba yo en el que cariño que le muestran los gallegos a nuestro recién homenajeado madridista, y en lo extraordinario que resulta tal cosa, que aquí el amor al prójimo televisivo se lleva en silencio, que los del noroeste por no molestar ni molestan, y rara vez encumbran a los propios si no hay algún aburrido politiqueo empujando la bandera por detrás. Y, sin embargo, es natural que surja la magia, porque Lucas Vázquez –creo que ya lo he escrito antes- representa todo lo que está bien en el fútbol español: el esfuerzo, la superación, la elegancia en el éxito, la serenidad en el fracaso, la casta sobre el césped y, en fin, los valores dentro y fuera del campo.
Salvo uno que yo me sé que acaba de cambiar por unos días las discotecas de Cataluña por el interior de Galicia –vaya por Dios-, que tiene aún más peligro que el hijo y que el peluquero de su hijo juntos, todo padre de un futuro futbolista desearía para su vástago algo como Lucas Vázquez: ya sabes, sin enanos, sin horteradas de nuevo rico, sin más novias por temporada que goles, sin mucho ruido, honrado y trabajador, y con un montón de amigos en todos los estadios.
En este tiempo intermedio en que los madridistas repasamos una y otra vez la configuración de la plantilla –a esta hora-, buscando vicios y virtudes, hay quien clama por fichajes de otro tiempo, galácticos se decía, en grosera metáfora impropia de nuestro club, como si además de dos piernas, trajeran seis antenas con Wi-Fi. Yo en cambio, no sé si será el influjo de la proximidad de Lucas Vázquez, imploro por tipos comprometidos, por madridistas de toda la vida, por jugadores que ayuden a vertebrar el equipo, que en lo posible cubran el hueco moral inmenso que han dejado el citado lateral y nuestro Lukita Modric. Porque el Madrid de los últimos años, que tanto nos ha hecho soñar, tenía un gran conjunto de individualidades, cierto, pero tocó el cielo gracias a quera era un bloque, un equipo, un salvaje amasijo de nervios, actitud, y coraje merengue. Que nos dio títulos Joselu, que rugió Caravajal, que sentó cátedra Nacho, que al susurro de Kroos agachaban la cabeza hasta las margaritas del campo, y que Lucas Vázquez siempre fue mucho más que un futbolista comodín, convirtiéndose en el mejor anfitrión para los recién llegados, y en el puente perfecto con el resto de la plantilla.
Los que estaban, los que acaban de llegar, y los que vendrán deben encontrar la manera de que el equipo sea invencible desde el mismísimo vestuario. Con todos los respetos a la historia de la que estamos tan inmensamente orgullosos, no se me ocurre nada más galáctico que eso.
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