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La Colina de Nervión

·21 de octubre de 2025

La lógica que aplastó al Sevilla

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Si al primero le metimos cuatro, al último… Esta parece ser la lógica lineal que acartonó a los jugadores del Sevilla Fútbol Club el pasado sábado. Pero las cosas no son así de simples ni de fáciles, y el último nos acabó marcando tres. La coordinación es un efecto de la repetición, pero esa reiteración de acciones colectivas, como las que constituyen un equipo de fútbol, tiene además una peculiaridad muy relevante: son estratégicas. Es decir, se dan en el contexto de interacciones con otros equipos que también buscan coordinarse estratégicamente para alcanzar la regularidad, algo que difícilmente se logra cuando el contrario también juega y no es un mero espectador.

El Sevilla FC no tiene diabetes, y el “azúcar” después del Barcelona no le ha afectado lo más mínimo. Lo que ocurrió en el mediodía del sábado fue un fallo sistémico debido a diversos factores, entre los cuales uno de los principales es que el tipo de juego coral que intenta implantar don Matías Almeyda necesita mucho más rodaje —unos pocos meses más, al menos—. Y aun así, por supuesto, no hablamos de una tendencia imbatible. Porque el contrario también juega.


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El progreso, como casi nada en la vida, es lineal solo en apariencia: tiene baches y oscilaciones. La tendencia de este Sevilla no se ha visto quebrada por esta derrota, por mucho que duela. Las predicciones cuánticas de la IA le otorgaban ocho puntos después de los últimos cinco partidos; al final han sido diez. No es una receta fija, nunca, pero marca la dirección.

Arrasate volvió a hacerlo. Ya lo había hecho con Osasuna en otras visitas. El Mallorca era un falso y engañoso colista. No se volvió loco ni se descompuso cuando parecía tenerlo todo perdido, y evitó afrontar la última media hora con varios goles en contra. El Sevilla se repuso del primer golpe —la temprana lesión de Azpilicueta—, pero no del todo, pues no pudo marcar el segundo. Encaró el último cuarto de hora con una ventaja tan exigua que convocaba, con razón, la inquietud.

El error en la dejada de Isaac, que propició el empate, o los despistes de Suazo por la banda son señales de ese nerviosismo novel que comenzó a campar por el césped del Sánchez-Pizjuán.

Las reglas de la regularidad surgen de la reiteración de comportamientos similares en una comunidad. No son privadas ni mentales: son públicas, observables y colectivas. Por ejemplo, saber usar la palabra rojo consiste en aplicarla de manera regular, como los demás lo hacen, no en almacenar imágenes internas del color. Del mismo modo, dar un pase en largo o adelantar la defensa para provocar un fuera de juego no son estados mentales previos cuya representación la acción luego ejecuta: son un tipo de conexión con las reglas de la regularidad que —como ya expliqué el otro día— se aprenden de manera inconsciente a partir de una coordinación con señales de muy diverso tipo.

La extrema dificultad del fútbol se basa en la construcción de reglas de convención estratégicas e inconscientes. Es como aprender a sincronizar un ballet frente al cual hay contrabailarines cuya misión básica es coordinarse para que tú no te coordines. Realmente, muy difícil.

Pero no veo motivo de preocupación, sino más bien de ilusión después del golpe del sábado. El equipo sabe que solo siendo equipo puede triunfar, y ahí están Almeyda y su staff para recordárselo. El argentino es un hombre que sabe hablar, pero también escuchar. Lacan decía que aspiraba a ser un maestro de la escucha; y así lo demostró acercándose a hablar con ese sevillista enfadado, como lo estábamos todos esa tarde. Pero no hay motivos graves para dudar de la tendencia: el Sevilla FC ha vuelto. Ni lo duden.


“Regularidades como estas son ejemplos bien claros de convenir pautas de conducta: permiten coordinar, a bajo coste, ciertas acciones con vistas a un fin ampliamente compartido.” (Juan José Acero)

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