REVISTA PANENKA
·14 de noviembre de 2022
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“Reflexionar serena, muy serenamente, es mejor que tomar decisiones desesperadas” Franz Kafka
El 10 de marzo de 2020 ya nos habíamos reído unas cuantas veces –incrédulos nosotros– de un famoso virus detectado tres meses antes en la ciudad china de Wuhan. “Paranoicos estos chinos. Eso es un resfriado”, pensábamos. Aquel día, Mestalla debía convertirse en una caldera para recibir al Atalanta en el partido de vuelta de octavos de final de la Champions. La ida fue calificada por el alcalde de Bérgamo como una “bomba biológica”, y no precisamente por el 4-1 que les endosaron a los valencianistas. El encuentro celebrado el 19 de febrero en la ciudad del norte de Italia se consideró como “el partido cero de la pandemia en Europa”. El Ministerio de Sanidad español se puso manos a la obra y recomendó disputar a puerta cerrada todos los eventos deportivos en los que se esperara una alta presencia de aficionados provenientes de zonas de riesgo.
Para el duelo de vuelta, Mestalla echó el cerrojo y nadie pudo presenciar in situ la última exhibición de Josip Ilicic, autor de los cuatro goles de su equipo en la victoria por 3-4. Como si de un homenaje a su pierna izquierda se tratara, después de aquella maravillosa actuación el fútbol se detuvo. El inicio de la pandemia en Europa supuso también el inicio del calvario del delantero esloveno. La pelota volvió a rodar en junio, pero su nombre ya no aparecía en la lista para el histórico enfrentamiento de cuartos de final frente al PSG. También desapareció de casi todas las alineaciones y de las convocatorias para los duelos de la Serie A. Los rumores sobre sus ausencias comenzaron a florecer hasta que, meses después, el propio futbolista reconoció que tenía una depresión.
Durante las semanas duras de la pandemia, el ejército recorriendo las calles vacías de Bérgamo y el silencio roto por el sonido constante de las ambulancias, removieron los recuerdos más oscuros de Ilicic. Nacido en Bosnia, tuvo que huir de su país siendo un niño por culpa de la guerra de los Balcanes. Así llegó a Eslovenia, junto a su madre y sus hermanos, su padre había fallecido cuando él solo tenía siete meses. Rememorar todo aquello le hizo caer en el abismo. Entró en una espiral de la que pudo salir con ayuda de especialistas. Volvió a jugar, pero ya nunca llegó a ser ese jugador que encandiló a todos. Parecía deambular por el césped y su rostro lucía serio, como si estuviera ahí por obligación.
El inicio de la pandemia en Europa supuso también el inicio del calvario del delantero esloveno. La pelota volvió a rodar en junio, pero su nombre ya no aparecía en la lista
Aguantó una temporada y media, hasta mediados de la 21-22, donde su cabeza volvió a decir basta. La depresión había regresado. “No es fácil hablar de esta situación para mí. Siempre estaremos al lado de Josip, es algo que va más allá del fútbol. La cabeza es una jungla para los psicólogos, imagínense para nosotros”, dijo el técnico Gasperini en rueda de prensa sin imaginar que esta vez su ausencia sí sería definitiva. Permaneció once partidos seguidos sin jugar y solo disputó ocho minutos del último encuentro liguero frente al Empoli. Acabada ya la temporada, Ilicic y Atalanta llegaron a un acuerdo para rescindir su contrato.
En este último mercado de verano, Ilicic ya era agente libre, pero antes de firmar por ningún otro club quiso despedirse de la que había sido su afición durante cinco temporadas. El Gewiss Stadium estaba abarrotado para recibir al Torino en la cuarta jornada de liga. Minutos antes de que comenzara el encuentro, los futbolistas del Atalanta se colocaron en el césped formando un pasillo por el que pasaría Ilicic. Vestido con ropa de calle, con un aspecto físico bien distinto por culpa de la depresión y con lágrimas en los ojos, el delantero dijo adiós a su segunda casa mientras todos coreaban su nombre al unísono.
Para volver a encontrarse, Ilicic ha decidido ir hasta sus orígenes. Hace apenas un mes fichó por el Maribor, el mismo equipo que lo rescató en 2010 cuando se planteaba dejar el fútbol. “Estaba cerca del Dinamo Zagreb, pero luego decidieron no ficharme. La carrera a veces no sale como tú quieres. Estuve pensando seriamente en retirarme, pero el destino me llevó a donde estoy ahora”, apuntó entonces el delantero. Doce años después vuelve a repetirse la misma historia. El equipo más laureado de Eslovenia le ofrece la oportunidad de dejar atrás los problemas y volver a ser feliz. El pasado domingo pudo hacer su debut. Entró al campo con el marcador favorable de 4-1 y solo necesitó unos minutos para hacer una jugada dentro del área y provocar un penalti que transformaría él mismo. Lo celebró alzando los brazos, mirando a la hinchada con una media sonrisa aprobatoria de: “he vuelto”. Su barriga ya no luce abdominales, pero eso es lo de menos cuando la mente ya funciona.
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