Un 10 Puro
·9 de septiembre de 2025
La Vuelta a España, rehén de las protestas propalestinas: una mancha en el deporte español

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·9 de septiembre de 2025
La Vuelta a España, una de las tres grandes del ciclismo mundial, se ha visto de nuevo desbordada por unas protestas políticas que nada tienen que ver con el deporte. Lo ocurrido en la etapa decimosexta, que debía unir Poio con Mos/Castro de Herville, es sencillamente indignante: la carrera se neutralizó 8 kilómetros antes de la meta debido a los incidentes generados por manifestantes propalestinos en contra de la participación del equipo israelí.
En medio del caos, la organización se vio obligada a acortar el recorrido y comunicar a los corredores que la etapa concluía antes de lo previsto. Un espectáculo bochornoso en un país que presume de ser anfitrión de un evento deportivo internacional de primer nivel.
Bernal y Landa, protagonistas de una victoria mutilada
El colombiano Egan Bernal se impuso al sprint a Mikel Landa en una escapada que debía haber desembocado en un final clásico, con la subida al Alto de Castro Herville como juez. La realidad fue bien distinta: una meta improvisada y una resolución forzada por la tensión en las carreteras.
El triunfo de Bernal, un campeón de Tour y Giro que conoce el sufrimiento tras un gravísimo accidente en 2022, merecía otro escenario. Landa, por su parte, se quedó a las puertas, aunque al menos levantó los ánimos del “landismo” de cara al inminente Mundial.
Mientras tanto, los grandes favoritos a la general rodaban sin ambición alguna, resignados ante un nuevo recorte de etapa y conscientes de que todo se decidirá en los próximos días.
Una organización acorralada y un país en entredicho
El comunicado de la Vuelta, ya habitual tras los incidentes, fue claro: “Debido a una protesta que está bloqueando la carrera, el ganador de etapa y los tiempos para la clasificación general se decidirán a 8 kilómetros para la línea de meta”. Una frase que retrata lo que no debería ocurrir jamás: el ciclismo y sus aficionados convertidos en víctimas de un conflicto ajeno.
El bochorno se agrava con los métodos empleados por los manifestantes. En Galicia, varios fueron detenidos tras cortar un árbol que acabó desplomándose sobre la carretera por donde debía pasar el pelotón. Una acción de riesgo extremo que puso en juego no solo el espectáculo, sino también la seguridad de ciclistas, organizadores y público.
España, que debería garantizar la celebración de un evento deportivo sin interferencias, proyecta una imagen de debilidad y desprotección. Las protestas políticas no pueden marcar la agenda de una de las grandes rondas del mundo.
Camino a Madrid: la sombra de nuevas interrupciones
La Vuelta encara ahora sus días decisivos con la inquietud instalada. La etapa de este miércoles, entre O Barco de Valdeorras y el Alto del Morredero, de 143 kilómetros, debería ser terreno de grandes batallas deportivas. Pero la incógnita ya no es solo quién atacará en el Paso de las Traviesas o quién resistirá en las duras rampas del 16% del Morredero. La duda es si la carrera podrá desarrollarse con normalidad o si volverá a ser secuestrada por reivindicaciones políticas.
En redes sociales, los colectivos propalestinos continúan convocando actos de protesta y han prometido seguir hasta la llegada a Madrid. Ni la Vuelta ni las Fuerzas de Seguridad ocultan su preocupación: el riesgo de que la gran fiesta del ciclismo termine marcada por la conflictividad social es evidente.
El deporte no puede ser rehén
Resulta intolerable que una prueba con 89 años de historia, seguida en todo el mundo y con miles de aficionados en las cunetas, se convierta en rehén de intereses que nada tienen que ver con la bicicleta. El deporte debe ser un espacio de encuentro y superación, no un escenario de crispación política.
La Vuelta a España merece respeto. Los ciclistas merecen respeto. Y España, como país organizador, debe estar a la altura para garantizar que ni una protesta ni una reivindicación externa puedan desvirtuar la grandeza de su carrera más internacional.
Porque lo que está ocurriendo no es solo una molestia: es una herida al prestigio de nuestro deporte y una vergüenza nacional que no podemos permitirnos.