Lamine Yamal es ingobernable: ni el Barcelona ni Mendes pueden domarle | OneFootball

Lamine Yamal, uno de los mejores jugadores del mundo, está en el ojo del huracán después del Clásico del domingo. Sus declaraciones menospreciando al Real Madrid antes del partido del Santiago Bernabéu provocaron que el jugador del Barcelona estuviera señalado desde antes del comienzo del partido de los partidos.

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Al mal partido realizado en Madrid, algo que viene siendo habitual en el jugador esta temporada, un par de escalones por debajo de su rendimiento hasta el verano, se sumó que estuvo metido en casi todos los fregaos que tuvieron lugar en el Clásico. Pique con varios jugadores, Carvajal, Courtois y Vinicius haciéndole el gesto de que hablaba demasiado, Raphinha teniendo que acudir en su auxilio para evitar que la cosa fuera a mayores...

Pero la falta de rendimiento de Lamine esta temporada no solo tiene que ver con los problemas de pubis que viene arrastrando. Tanto el Barcelona como su representante, el todopoderoso agente portugués Jorge Mendes, están perdiendo la paciencia con Yamal. Mientras el club y la prensa probarcelonista y vinculada a la Selección tapan sus desmanes, Jorge Mendes y su equipo de trabajo en su empresa, Gestifute, tratan de domesticar a un jugador descabezado, sin éxito: hace lo que quiere. Él y su padre son ingobernables.

A Lamine le gusta mucho la fiesta, y sale los siete días de la semana. Es musulmán, así que no prueba el alcohol (eso asegura tajantemente su entorno) pero tiene otro vicio: las chavalas. Le gustan demasiado las mujeres, y es un adicto a ellas. El futbolista, además, se rodea de un buen puñado de colegas de su barrio de Mataró, de un estrato social bajísimo, a quienes les paga la fiesta. En palabras textuales de su entorno deportivo, "es un Neymar ultradesbocado, un Neymar 3.0". ¿Será capaz alguien de ponerle el cascabel al gato?