Balón en Profundidad
·28 de julio de 2019
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·28 de julio de 2019
En Ereván se ponía el broche final al fútbol de selecciones de este verano de 2019. El Europeo Sub-19 daba a su fin buscando coronar un nuevo campeón. Y lo hizo ensalzando al país que domina con contundencia la categoría. España sumaba en la capital de Armenia su noveno Europeo Sub-19. Una cifra que da buena muestra del trabajo y desarrollo del fútbol de las categorías inferiores del país.
Esta victoria lleva el sello de Santi Denia y la generación del 2000. Con este grupo de jugadores -en su mayoría- el técnico manchego ya logró campeonar en el Europeo Sub-17 hace un par de años y alcanzar la final del Mundial de esa misma categoría. Ahora, dos años después y con la confianza por parte de la Federación, técnico y plantilla asumían el reto de continuar su andadura en un escalón generacional superior. Y no han podido hacerlo con mejor sabor de boca.
La Selección Española que pudimos ver en Armenia fue un equipo muy completo, equilibrado en nivel en todas sus líneas, el que más sin duda alguna del Europeo. Tres goles en contra en los cinco duelos disputados que se traducen en dos empates y tres victorias. Cifras que habiéndose enfrentado ante Italia, Francia y Portugal (en dos ocasiones) reflejan el buen trabajo del combinado español. Aunque, como todo campeón, también tuvo que saber sufrir. Durante algo más de 20 minutos, los de Santi Denia estuvieron fuera del Europeo mientras estaban con desventaja en el marcador ante Italia, pero una segunda parte más acorde a su nivel mostrado permitió a España remontar y certificar su pase a las semifinales.
El talento que acumulan en todas sus filas, sin nadie que desentone, es una de las claves del éxito de esta generación como bloque.
El desarrollo del torneo de la Selección fue muy lineal, siendo fiel a su idea y realizando el juego que buscaban desde el minuto uno del campeonato. El 4-2-3-1 fue innegociable para Denia, siendo un sistema que le permitía colocar y potenciar sus piezas más determinantes en fase ofensiva y a su vez darle sentido a todo su planteamiento futbolístico. España quiso siempre dominar desde la posesión de balón, pero nunca pecó de ser demasiado pesado con la pelota. El ritmo y la fluidez de las combinaciones de la Selección permitieron al equipo situar el bloque muy arriba, jugando con continuidad en campo contrario y permitiendo una rápida presión tras pérdida que fue clave en las aspiraciones ofensivas del combinado español.
Para entender esta capacidad con balón debemos fijar nuestras miras en la calidad de los jugadores interiores de la Selección, pero también dándole su debida importancia a la amplitud del equipo por parte de sus laterales y extremos. El buen pie de Eric García, el gran torneo de Antonio Blanco como primera pieza receptora en salida de balón o el rol de Moha un escalón por delante para darle continuidad y ritmo a la jugada, fueron argumentos muy sólidos para establecer las posesiones de España. Con la precisión de un reloj suizo, los de Santi Denia movían el balón de un lado a otro con continuidad y dominio sin apenas apuros. La colocación de estas piezas y de los jugadores exteriores permitían esta superioridad con balón, generando los espacios y ventajas posicionales necesarias.
Un escalón por delante de esta medular nos encontramos dos perfiles de jugadores que partían desde diferentes alturas pero que terminaban de darle un plus de calidad a las posesiones de España. Hablamos de Sergio Gómez y Abel Ruiz, que fueron clave con sus movimientos constantes entre líneas y cayendo a cualquiera de las dos bandas, ofreciendo recepciones en zonas críticas y permitiendo girar al equipo rival dejando en ventaja al resto de piezas ofensivas. La capacidad técnica y asociativa de ambos quedó más que patente durante todo el torneo. Dos jugadores a los que en cada intervención con balón se les notaba que tenían algo diferente al resto.
Planteando el juego a partir de la posesión, la clave del peligro ofensivo de España estuvo en sus costados.
Pero todo este caudal ofensivo de España no hubiera tenido tanto sentido o incidencia sin la determinación y el desequilibrio de sus hombres de banda. Bryan Gil por izquierda, en su asociación con un participativo Miranda, y Ferran Torres en banda derecha, fueron los jugadores más decisivos en la generación de gol de todo el Europeo. Siempre hemos destacado la importancia del desborde en equipos que dominan desde el balón y que se encuentran con rivales replegados cerca de su área. En este punto, el descaro de los canteranos de Valencia y Sevilla para buscar constantemente el uno contra uno y su capacidad para desbordar y regatear de formas muy diferentes entre sí fue primordial para elaborar las mejores ocasiones de gol del cuadro español. No es casualidad que los dos goles de la final llegaran después de un desborde de Bryan Gil y una gran incorporación de Miranda por izquierda y que fuera el extremo del otro lado, Ferran Torres, quien finalizase ambas en el interior del área.
Si a priori España podría sufrir con los contraataques rivales, el gran trabajo de los centrales Eric y Guillamón, así como del resto de piezas por detrás de balón a la hora de realizar óptimas transiciones defensivas permitieron a la Selección mostrarse dominante en estos contextos y no sufrir ante las acometidas rivales. Pero, además, si decíamos que España mostraba un bloque con mucho potencial y equilibrio en todas sus filas, la portería no se queda atrás. Cuando el rival conseguía generar peligro, Arnau Tenas se mostró muy seguro y sólido en su defensa bajo los palos. El único punto de flaqueza de la Selección pudo verse en cierta manera a la hora de defender jugadas a balón parado, aunque en ataque sorprendentemente se mostraron muy superiores incluso antes elecciones más potentes en el aspecto físico.
Una generación que tras su triunfo en la categoría sub-17 y repitiendo ahora como sub-19, dejan a las claras que el futuro del talento en España está asegurado. Fieles a una forma de ver el fútbol y con un plan evidentemente trazado, la Selección tiene mimbres y nombres de sobra para garantizar la lucha por los éxitos en los años venideros. Habrá que ver el desarrollo de esta generación comandada por Santi Denia en futuros desafíos en el último escalón formativo, la Selección Sub-21. Una generación acostumbrada ya a ganar.