La Galerna
·6 de noviembre de 2024
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Lo más inquietante es que el enfermo está fatal pero ni siquiera el diagnóstico está claro. Ancelotti dijo después del fracaso ante el Lille que tenía claro lo que había que hacer para retomar el rumbo. No ha vuelto a repetir que lo tenga claro. Más bien lo contrario. En la rueda de prensa tras el nuevo (y grave) tropiezo ante el Milan, más bien se alegró de que “de que la noche vaya a ser larga. Así podemos pensar”.
Que el entrenador confiese que tiene mucho que reflexionar “para recuperar la solidez” no suena precisamente esperanzador, pero desde fuera se entiende, porque el equipo ahora mismo es un arcano depresivo y denso. ¿Cómo es posible que una escuadra dotada de tantísimos grandes jugadores (y grandes personas según nos han demostrado en muchas ocasiones) estén derrumbándose de este modo en lo colectivo? ¿Cómo pueden estar jugando tan exasperadamente mal?
Las señales que da el equipo solo armonizan en que son todas negativas. Por lo demás, son casi contradictorias entre sí, como un paciente que sufriera a la vez de diarrea y estreñimiento mientras el médico se rasca la cabeza mirando la analítica.
Las señales que da el equipo solo armonizan en que son todas negativas. Por lo demás, son casi contradictorias entre sí, como un paciente que sufriera a la vez de diarrea y estreñimiento mientras el médico se rasca la cabeza mirando la analítica
Los pases se fallan por falta de tensión competitiva y a la vez por exceso de tensión competitiva (nervios). Algunos dan la sensación de fallarse por lo primero, otros por lo segundo y algunos por las dos cosas a la vez, si fuera posible.
Tchouaméni está horrible, pero, cuando Carletto hace exactamente lo que todos habríamos hecho, y lo sienta en beneficio de Camavinga, el equipo se viene abajo, pues para mí no hay duda de que el segundo tiempo ante el Milan es mucho peor que el primero. Las presuntas soluciones se convierten en problemas. Todo el mundo, también el analista, queda con el pie cambiado.
Parecía que teníamos un problema con Mbappé y su pólvora mojada, pero lo cierto es que ayer fue de los mejores (inquieto y siempre amenazante), y aun así hemos sido vapuleados de manera estrepitosa. Sin que deba entenderse que este es necesariamente un problema sin solución, se está cumpliendo la profecía de los agoreros haters: Mbappé ha alterado el ecosistema, no por ser ninguna prima donna como predecían (todo indica que en lo humano ha encajado muy bien), sino por razones puramente tácticas. Lo humano habría sido más preocupante, pero lo táctico no es baladí y el Madrid arrastra esta perturbación de manera inquietante.
Más señales contradictorias. Parecía de cajón que sacrificar el 433 no tendría más que ventajas, y a ratos nos daba la sensación de que acertábamos, pero ya hasta esa pequeña certidumbre se tambalea, y no se sabe si es porque Bellingham no se encuentra o porque nosotros mismos (siendo “nosotros” eufemismo de Ancelotti) le hemos extraviado por el camino.
Son señales contrapuestas, facetas casi incompatibles de la zozobra, que desesperan porque dan la sensación de que cualquier cosa que intentes va a salir mal. Y esas enfermedades sin diagnóstico claro, con manifestaciones insidiosas, históricamente acaban mal en el Real Madrid. Esta oscura premonición inquieta aún más que la marcha de los blancos, porque conviene recordar que aún no hay nada perdido en la temporada.
Yo tengo una sensación de encrucijada. Hay que hacer algo ahora mismo. Florentino Pérez y José Ángel Sánchez deben reunirse con Carletto y decidir entre todos, amistosamente, si está para seguir o no. Deben mirarse a los ojos y desnudar sus mentes y sus corazones, como hombres de estatura profesional y moral que son. Entre todos deben evaluar si el italiano ha perdido la capacidad de hacerse con el vestuario o no.
Tengo una sensación de encrucijada. Hay que hacer algo ahora mismo. Florentino Pérez y José Ángel Sánchez deben reunirse con Carletto y decidir entre todos, amistosamente, si está para seguir o no
Se le ve tan contrariado que hace pensar que la respuesta será negativa. Su lenguaje corporal es todavía más devastador que los resultados y el juego del equipo. Incluso la rueda de prensa de anteayer me preocupó. Y me escamó. “No queremos jugar”. Oiga, todos estamos jodidos con lo de Valencia, pero usted es el entrenador del Madrid. Es un oficio único en el mundo, y usted ha demostrado ser el mejor para el puesto. ¿Reúne ahora las fuerzas y la claridad para seguir demostrando que lo es? ¿O no las reúne, y por lo tanto ha dejado de serlo?
La evidente contrariedad es más que obvia desde la pretemporada. Algo le turba y no sabemos qué es. No es el mismo desde que comenzó la temporada. Hablen ustedes. Hablen e intenten resolverlo. Si no lo logran, vuelvan a mirarse a los ojos y comprendan que, cuando Carletto afirmó ayer que no le parecería injusto que se considerara su relevo, seguramente estaba diciendo la verdad.
Getty Images.
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