¡Locura total en el último suspiro! | OneFootball

Una noche europea que recordaremos por mucho tiempo en la capital española se vivió con el corazón en la boca. El sufrimiento fue la nota dominante hasta que una cabeza salvadora cambió el destino de todos cuando el árbitro ya miraba el reloj.

El partido no pudo comenzar con más tensión en el ambiente. El Inter de Milán salió al césped decidido a intimidar. Los italianos tuvieron dos aproximaciones muy serias nada más arrancar. El miedo recorrió la grada del Metropolitano. La defensa rojiblanca hacía aguas. Sin embargo, el fútbol tiene estas cosas. Golpea quien tiene más pegada. En su primera llegada al área rival, el equipo local no perdonó.

Apareció la figura estelar de Julián Álvarez. Corría el minuto 9. Su remate terminó en el fondo de la red. Fue un alivio momentáneo. El resto de la primera parte fue un ejercicio de resistencia. Se vivía un partido tenso. La sensación de peligro era constante en ambas porterías. Nadie controlaba el juego. A pesar de las idas y venidas, esa sensación no se tradujo en más goles. El 1-0 reinaba al descanso.

La reanudación trajo malas noticias. El conjunto italiano salió muy dominador. Movían el balón con criterio y peligro. El empate se veía venir. Y llegó en el minuto 52. Piotr Zielinski fue el encargado de aguar la fiesta. El mediocentro polaco, valorado en 22 millones de euros, puso las tablas. El 1-1 cayó como un jarro de agua fría. Todo volvía a empezar.

Entonces ocurrió lo inexplicable. En una contra de manual, Giuliano Simeone tuvo la gloria en sus botas. Falló lo que no se puede fallar. Era un gol cantado. El estadio se llevó las manos a la cabeza. Parecía que esa jugada condenaría al equipo al empate. Sin embargo, fueron minutos donde los locales parecieron despertar. Estaban más cerca del gol que su rival. Empujaron con más corazón que cabeza.

Cuando el partido se moría, surgió el líder. José María Giménez se elevó más que nadie. El central uruguayo, un veterano que llegó al club en 2013 y mantiene un valor de 22 millones, conectó un cabezazo imperial. El balón entró con violencia. Era el 2-1 definitivo. Una victoria importantísima sobre la bocina que vale su peso en oro.