El Nueve y Medio
·13 de agosto de 2020
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·13 de agosto de 2020
Assalamu alaikum! Ken aso? / မဂႆလာပၝ (min-ga-la-ba) El primer idioma es el rohingya, mientras que el otro sistema de escritura lleno de curvas es el birmano. Espero que estés muy bien. La semana pasada estuvimos viendo cómo el pueblo mizo ha usado el futbol para decir presente en la sociedad india. Estuvimos en Mizorán, y es momento de cruzar la frontera, a Myanmar, para hablar de un conflicto étnico que no tiene la repercusión que debería tener.
La música rohingya no tiene relación alguna con la música birmana; más bien, está emparentada con la música de Bangladesh o India. Por ejemplo, aquí está la cantante Estafa, que canta Koium ai ken gori.
Vamos al tema de esta semana.
Beirut quedó convertida en zona de guerra la semana pasada gracias a la explosión de un nutrido depósito de nitrato de amonio. El puerto ha quedado inutilizado, y como era vital para la economía libanesa, la cosa se ha complicado bastante en este país. La gente ya se cansó del dominio del grupo islámico Hezbolla (حزب الله). Un amigo que vive en esa ciudad dijo: “إنفَجَرَ الفَساد” “Explotó la corrupción”. El objetivo de este grupo era acabar con Israel. Salió todo al revés.
Ahora bien, es una explosión que no fue un ataque terrorista; todo salió mal. No es el único grupo islámico que ha causado conflictos. También está Dáesh (داعش) con puntos predilectos por toda Europa. En África también está al-Shabaab (الشباب), que tiene a Somalia en un infierno (más información aquí). En Rusia ha actuado el Frente Caucásico (Кавказский фронт, Kafkáski front) para reivindicar la soberanía de Chechenia (después hablaré del tema). En China ha pegado el Movimiento Islámico del Turkestán (تۈركىستان ئىسلام پارتىيىسى) para acabar con la opresión a los uygures (que también tienen un buen futbol, más información aquí). Tenemos a al-Qaeda (القاعدة), brazo armado de los talibanes en Afganistán (más información aquí). Y en Filipinas está un grupo afiliado a éste, Abu Sayyaf (أبو سياف), más el Frente Moro, que buscan la independencia de la isla de Mindanao.
Todas estas acciones han traído consecuencias a comunidades que no tienen nada que ver, más que con la religión. Una de esas comunidades ahora ha llenado el mayor campo de refugiados en el mundo. Para sorpresa de todos, los opresores pertenecen a la religión budista. El país escenario de esta barbarie mundial estuvo mucho tiempo aislado de todo y de todos. Nos vamos a Myanmar. Nuestro protagonista es la comunidad rohingya.
El reparto colonial de Asia tenía inmiscuidas a Inglaterra, Rusia, Portugal, Países Bajos y Francia. Inglaterra luchaba por avorazarse a todo el sur de Asia. Lo lograron primero con el Subcontinente Indio y buscaron expandirse más hacia el este, hasta toparse con la Cochinchina francesa (Vietnam, Laos y Camboya). Tailandia (antigua Siam) se salvó gracias a adoptar las medidas del imperio japonés: para las potencias occidentales, civilizar a un pueblo era imponerles la cultura occidental. Por ello, empezaron a construir como locos edificios occidentales.
Volvamos a la historia. El dominio británico llegó hasta un territorio llamado Burma y lo incorporaron de cierta manera a la India Británica. Este territorio tenía más de 100 etnias con su propio idioma y sus propias costumbres. Una de estas etnias afirmaba ser descendiente de mercaderes árabes que comerciaban por las costas del Océano Índico allá por el siglo XII. Los budistas decían que eran trabajadores que venían desde Bangladesh para trabajar como mano de obra barata en posesiones británicas. Haya sido como haya sido, a Burma llegó un grupo nutrido de musulmanes, y se establecieron en el territorio del actual estado de Rakhine (ရခိုင်ပြည်နယ်), en la frontera con Bangladesh. Hay dos grupos: el primero es el de los arakin, que comparten costumbres con los budistas; el segundo se hace llamar rohingya.
En un momento, Japón quiso dominar toda Asia en el contexto de la II Guerra Mundial y Burma también cayó en su poder gracias a sus aliados budistas. Para liberar el territorio, los británicos también se aliaron con los musulmanes; evidentemente estos últimos ganaron, y con gran participación de esos rohingya. Los budistas ya no querían más y en tres años lograron que Birmania se independizara. El líder del ejército llamado Tatmadaw (တပ်မတော်) era el general Aung San (အောင်ဆန်).
La discriminación contra los rohingya comenzó tras la independencia birmana. En 1948, la Ley de Unión de Ciudadanías identificó las “razas indígenas de Birmania” que tenían derecho a la nacionalidad. Los rohingya no figuraban entre ellas. Sin embargo, permitía que aquellos que pudiesen documentar la presencia de al menos dos generaciones en el país accedieran a documentos de identidad y así se facilitó la nacionalidad a parte de la comunidad.
Todo cambió a raíz del Golpe de Estado militar de 1962 a cargo del general Ne Win (နေဝင်း): los militares obligaron a los birmanos a obtener tarjetas de identidad, pero restringieron la concesión de documentos a los rohingya, a los que tacharon de inmigrantes ilegales. Los uniformados radicalizaron su postura con la Ley de Ciudadanía de 1982, cuando la Junta Militar estableció las 135 etnias que componen Birmania dejando, de nuevo, a los rohingya al margen; para el gobierno, son inmigrantes ilegales de Bangladesh. La nueva ley establecía tres niveles de ciudadanía, y para obtener el más básico de todos ellos, los aspirantes debían de probar que sus familias vivían en Birmania desde antes de 1948, además de su fluidez en alguna lengua nacional. ¿Pero cómo lo lograrían, si les negaban una y otra vez el acceso a documentos? No había problemas entre budistas y musulmanes antes; los militares empezaron a sembrar la semilla de la discordia.
Como son apátridas para el gobierno birmano, carecen de derecho a la ciudadanía y además se enfrentan a una ausencia flagrante de derechos básicos, como la libertad de movimientos, su exclusión del mercado laboral, la ausencia de acceso a la sanidad y a la educación, regulaciones discriminatorias a la hora de contraer matrimonio, control de la natalidad (desde 2008, se impide que tengan más de dos hijos por unión) o confiscación de tierras. También sufren restricciones a la hora de ejercer determinadas profesiones, como la medicina o la abogacía. Los rohingya que abandonan sus aldeas no pueden regresar a sus localidades de origen al carecer de documentos que demuestren que son originarios de Birmania. Están siendo discriminados culturalmente, explotados económicamente y políticamente marginados.
Como te dije, la religión mayoritaria es la budista. Solemos asociar al budismo como una religión pacífica; el problema es que en Myanmar las cosas no son así. Los budistas ven con preocupación el rápido crecimiento demográfico de los musulmanes, que llevará posiblemente en un futuro no muy lejano a que los musulmanes estén en condiciones de superar en número a la comunidad budista, dejando así de ser una minoría. Suelen manifestarse a favor de la expulsión de los rohingya, de las ONG que prestan asistencia en Rakhine y de la ONU e incluso el Vaticano. Luego, está el rencor de la ocupación japonesa: los rohingya arrasaron con todo, incluyendo templos budistas.
El ataque a puestos de policía del 25 de agosto de 2017 fue el pretexto perfecto para irse sobre todos los musulmanes. El responsable del ataque fue el grupo llamado Harakah al-Yaqin (حركة اليقين). Para evitar la escalada de violencia que sucedía en Barcelona, España, o Turku, Finlandia, para evitar la invasión de la jihad desde Bangladesh e India, y para proteger la identidad budista de Myanmar, el gobierno decidió cortar de tajo el mal: las fuerzas de seguridad birmanas empezaron a quemar los poblados rohingya, realizaban detenciones ilegales, violaciones y torturas. ¿Sabes qué es lo peor? Que los rohingya no se sienten representados por Harakah al-Yaqin.
Myanmar tiene a una ganadora del Premio Nobel de la Paz (1991): se trata de Aung San Suu Kyi (အောင်ဆန်းစုကြည်), la consejera estatal. Ella es hija del general Aung San, y durante la dictadura miliar estuvo en una serie de arrestos domiciliarios por más de 15 años por oponerse al poder. Se pensaría que ella intercedería por esta situación de discriminación sistemática hacia la etnia rohingya. La realidad es que ha decepcionado su postura: para lo único que ha alzado la voz es para decir que son unos “mentirosos” y unos “terroristas”.
Una considerable parte de los monjes budistas en Birmania son profundamente islamófobos y han asumido el discurso oficial contra los “terroristas extremistas” rohingya hasta el punto de que, en los disturbios de 2012, que generaron 140.000 rohingya desplazados, los monjes participaron activamente en el incendio de aldeas musulmanas y mezquitas y en las masacres de civiles. El líder de Ma Ba Tha (မဘသ) (Asociación Patriótica de Birmania, una organización ultranacionalista religiosa) U Wirathu (ဝီရသူ), se siente orgulloso de ser identificado como el Bin Laden birmano. La campaña de Ma Ba Tha contra la Liga Nacional para la Democracia –el partido de Aung San Suu Kyi– fue tan dura que la premio Nobel de la Paz prescindió de todos los candidatos musulmanes que llevaba en sus listas en las elecciones de 2015. La organización, creada en 2013, promovió en 2015 cuatro leyes de “raza y religión” abiertamente antimusulmanas. Pese a haber pasado por prisión en 2003 por promover el odio contra el Islam, U Wirathu ha reforzado su discurso violento gracias a la actual crisis.
¿Y qué pasa con la comunidad internacional? Según la ONU, la etnia rohingya es un pueblo sin amigos. Ninguna comunidad musulmana vecina alza la voz para defenderlos de tanto abuso. La ASEAN brilla por su ausencia. La sociedad no pasa de una solidaridad somera producto de documentales que relatan las penurias que pasan los rohingya. ¿Y en la ONU? Si bien ha externado su preocupación por la limpieza étnica, el gobierno birmano tiene el respaldo de China y Rusia en el Consejo de Seguridad.
Las consecuencias del ataque del 25 de agosto de 2017 fueron inauditas: violaciones a los derechos humanos tales como asesinatos de bebés, golpizas, desapariciones y violaciones en grupo. La principal respuesta fue irse de Myanmar hacia Bangladesh. Al fin y al cabo ahí la principal religión es el islam y no sufrirían ataques de musulmanes y soldados birmanos. Para eso tienen que cruzar el río Naf, que es la frontera entre ambos países, o bien, cruzar en pateras por el Golfo de Bengala (algo que ya ha causado víctimas de ahogamiento). Ahí llegan no solamente a uno de los países más pobres y más densamente poblados del mundo y con una grave inestabilidad política… ya hay demasiados rohingyas.
Es que no es el primer éxodo. Ya ha habido otros: en 1977, 1988, 1991 y 2012. En total, se estima que el número total de rohingyas en el mundo es de dos millones. Por la política del gobierno birmano, aún no se sabe a ciencia cierta cuántos de éstos viven en Myanmar, pero diversos organismos internacionales dicen que son 650 mil, lejos de los 900 mil que están en Bangladesh. Hay también 200 mil en Pakistán, otros 200 mil en Arabia Saudita, 40 mil en India, 40 mil en Malasia, 10 mil en Tailania y 10 mil en Indonesia.
Hablando precisamente de Bangladesh, la mayoría de los rohingya terminan en Kutupalong (কুতুপালং). Antes de la escalada de violencia en 2017, había 500 mil refugiados, y llegaron otros 140 mil ese año, obligando a la construcción de una extensión. Este es uno de los campos de refugiados más grandes y más densamente poblados del mundo (apenas 13 km²). No es el único, en total hay diez: Jamtoli y Thangkhali, con más de 40 mil refugiados cada uno; Hakimpara con más de 30 mil; Nyapara y Unchiprang con más de 20 mil cada uno; y los más “pequeños” que en la actualidad no llegan a más de 20 mil refugiados cada uno son Bagghona, Chakmarkul y Leda.
Las condiciones en las que viven los rohingya son bastante deplorables. De entrada, los refugiados llegan desnutridos y deshidratados, y en su mayoría llegan con quemaduras de hasta tercer grado por esos incendios provocados para aniquilar esos poblados en Myanmar. Por esto último, se ven obligados a tomar agua, la cual está en la mayor parte de los casos contaminada, y no hay un buen sistema de drenaje o de letrinas. Por ello, no es raro que aparezcan enfermedades como el cólera, diarrea, sarampión y rubéola, Además, Cox’s Bazaar (কক্সবাজার), la zona donde se encuentra Kutupalong, es susceptible a inundaciones de ciclones (como Nargis en 2008, que marcó la decadencia de la junta militar en Myanmar) entre julio y noviembre. Los rohingya no tienen posibilidad de incorporarse al mercado laboral, no tienen derechos, no tienen nacionalidad, no tienen esperanza.
El 60% de los refugiados rohingya son niños (534 mil), de los cuales el 55% llega sin padres o familiares, y el 30% tiene menos de cinco años. La situación de los niños refugiados rohingya tampoco es muy halagüeña que digamos. En el aspecto educativo, no hay acceso a la escolaridad. En muchos casos, necesitan atención psicológica para superar las vivencias traumantes que han sufrido. No es raro ver a niñas que también aparecen con lesiones producto de las violaciones de soldados. Los maltratados niños rohingyas están creciendo odiando al país donde residen, lo que es contraproducente para los objetivos del Gobierno y retroalimenta el miedo de unos a la reacción de los otros; por ende, el riesgo para que haya una radicalización es alto, y con ello habría una posibilidad latente de atentados en Myanmar, volviéndose una profecía autocumplida.
El panorama para la comunidad rohingya puede lucir muy sombrío, pero cuando todo parece estar en contra, la esperanza surge. Es aquí donde entra el futbol.
El punto más alto de Kutupalong es una colina, donde se encuentra una pequeña cancha de futbol de tierra. Con un balón bastante gastado, los refugiados encuentran solaz para su vida monótona y sin esperanza. No solamente lo hacen los jugadores, los mismos espectadores participan para olvidar por un momento todas las penurias que han sufrido. Esta cancha tiene porterías sin redes. El juego es muy sencillo: es una serie de partidos a un número definido de goles, donde un equipo formado tiene la posibilidad de relevar al perdedor; todo mundo puede participar. Y no faltan los partidos con equipos amateurs o semiprofesionales de Bangladesh para hacer las cosas un poco más entretenidas.
Para crear conciencia de la situación de los rohingya y ayudar a través del futbol, se ideó un torneo de futbol donde participarían 16 equipos de todo el campamento de refugiados. Es una gran idea, pero no es tan fácil aparentemente. Se necesitan fondos para costear los recursos necesarios y el equipo. Se estableció una campaña de crowdfunding a través de la plataforma GoFundMe con el fin de recaudar 2.000 libras esterlinas. Se rebasó la meta con una rapidez sorprendente, y como fue un éxito, ahora la meta fue 3.000 libras para comprar los uniformes de los 16 equipos. Y se volvió a superar la marca con apoyo de todo el mundo, literalmente.
¿Quién fue el creador de esta campaña de recaudación de fondos? Paul Watson, entrenador de la selección de Pohnpei, un equipo en Mongolia y director del Mundial de ConIFA 2018 (si quieres conocer su historia, aquí la puedes ver). Se puso a trabar con un documentalista llamado Shafur Rahman, que ha estado involucrado con la etnia rohingya por años, y con la Rohingya Football Association.
La idea es que el torneo sea un éxito y se dispute cada año, pero no tiene que limitarse solamente a partidos. Paul Watson quiere que haya otros eventos simultáneos, como clínicas tácticas para entrenadores en ciernes, capacitaciones para profesores para usar el futbol como herramienta y ponencias.
Lamentablemente, la pandemia por CoVID-19 ha frustrado por este año la realización del torneo, pero para el 2021 seguro que habrá muchísima actividad para que Kutupalong tenga una alegría en medio de la desesperanza.
Los rohingya de Kutupalong no son los únicos que se han puesto manos a la obra. Es momento de partir ahora a Malasia.
Aunque la situación en Malasia es un poco más tranquila que en Bangladesh, los rohingya siguen sin tienen condiciones favorables. Este país formalmente no reconoce a los refugiados, así que también son inmigrantes ilegales para el gobierno malayo. Aquí, los rohingya corren peligro de caer en prisión o ser deportados a Myanmar o Bangladesh (donde también son inmigrantes ilegales).
Buena parte de esos rohingya viven en la capital, Kuala Lumpur. Con el fin de crear una sociedad armoniosa y cohesiva, jóvenes futbolistas rohingya decidieron fundar un equipo de futbol. Así, el 10 de enero de 2015 nacería el Rohingya Football Club. La pasión del club para conectar a la gente se combinó con una visión para unir a la comunidad rohingya en el mundo y así producir cracks por toda Malasia y otras partes del mundo donde viva algún rohingya. El Rohingya FC es también un mensaje de esperanza y armonía para el resto del mundo. Para los malayos, es también una muestra de que los rohingya son personas como ellos.
El objetivo de Rohingya FC es desarrollar un programa que use la pasión por el futbol para crear oportunidad que ayuden a la juventud Rohingya en su autodesarrollo y que los convierta en jugadores profesionales. Rohingya FC también pretende construir capacidad de la comunidad Rohingya y mejorar las habilidades de los jóvenes en diversas áreas que incluyen refugiados en Malasia en construir buenas relaciones con los jóvenes locales
El desconocimiento de la sociedad birmana también permea hasta la Federación de Futbol. Ni siquiera se contempla la posibilidad de que algún jugador rohingya llegue cuando menos a un equipo de divisiones inferiores en Myanmar, mucho menos les darán la oportunidad de jugar un partido amistoso. Toda esta persecución causó que el Primer Ministro de Malasia Najib Razak le pegara un grito fuerte al gobierno de Aung San Suu Kyi, y la Federación Malaya de Futbol canceló dos amistosos de la sub-22 contra Myanmar en diciembre de 2016.
No todo está perdido. El gobierno australiano les ha dado mucho seguimiento. La misión diplomática de este país en Kuala Lumpur les otorgó un apoyo financiero de más de 12 mil dólares australianos a través de la ONG llamada TheKickProject. No es el único patrocinador, pues también se encuentra Rvision, la única cadena de televisión en el mundo que transmite en idioma rohingya.
En 2018, Rohingya FC se convirtió en un miembro más de la ConIFA. Su objetivo era calificar al Campeonato Mundial en 2020, que se celebraría en Skopie. No logró su objetivo de quedar entre los tres mejores equipos asiáticos (Tamil Eelam, Punjab y Coreanos Unidos de Japón). Eso sí, la pandemia les dará la oportunidad de intentarlo de nuevo, ahora para la edición del 2022.
Los rohingya han sufrido discriminación, genocidio y odio. No son ciudadanos ni en Bangladesh, ni en Myanmar, ni en Malasia. No tienen derechos. Sin embargo, por medio del futbol han encontrado la paz que necesitaban y la gasolina para su lucha día con día. Si las autoridades no les brindan documentos, al menos con un balón podrán olvidar esos malos momentos.
Myanmar forma parte de la organización regional ASEAN, que agrupa a países del sureste de Asia. En el otro extremo de este ente se encuentra Filipinas. Ahora no figura en el futbol, pero eso no le quita que aquí nació uno de los mejores jugadores de Asia, Paulino Alcántara. Él fue el hombre récord del Barcelona, además de otros datos curiosos de su vida. Su biografía te la traigo la siguiente semana.
Si alguna vez se te ocurre ir al campo de refugiados Kutupalong, esto es lo que escucharás seguramente: música después de días eternos donde no sucede nada. Los instrumentos son muy similares a los que se encuentran en la música del subcontinente indio, en especial Pakistán y Bangladesh. Escucha una pieza de nombre desconocido.
La etnia rohingya vive en el estado de Rakhine, al suroeste de Myanmar. Por problemas que se remontan a la II Guerra Mundial son objeto de discriminación y genocidio por parte de la mayoría budista. Debido a esto, los rohingya en varias ocasiones han tenido que abandonar Myanmar y viven en países como Bangladesh, India, Pakistán, Tailandia, Arabia Saudita, Malasia e Indonesia. La mayoría de esos refugiados están en Kutupalong, un campo de refugiados con una alta densidad de población, en condiciones bastante desoladoras. No todo está perdido: en Kutupalong se llevará a cabo la Rohingya FA Cup gracias a una campaña de crowdfunding exitosa a cargo de Paul Watson. Hay también un equipo rohingya en Malasia llamado Rohingya FC. En 2018 se afiliaron a la ConIFA.
Abar deha oibo! ဘိုင်။ (Bhine)