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·14 de septiembre de 2020
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·14 de septiembre de 2020
El AC Milan de Arrigo Sacchi cambió el fútbol a finales de los ochenta, en lo que hoy se considera una radical evolución táctica. Sacchi prescindió de las habituales marcas al hombre y de la figura del libre para hacer de la llamada zona integral su sistema de marcación. Variando y perfeccionando muchos conceptos de una Naranja Mecánica de la que admitió ser fiel seguidor, el italiano adelantó la zaga en sus equipos casi hasta la mitad del campo, juntó sus tres líneas y, con la aún poco explotada trampa del fuera de juego como elemento central, presionó hacia delante a los rivales en bloque hasta asfixiarlos dentro de una jaula con forma de 4-4-2. Al mando de un excelente grupo de futbolistas, las dos Copas de Europa ganadas permitieron que su nombre se grabase en la historia como el de un maestro revolucionario.
Antes de que Silvio Berlusconi contratase al desconocido Arrigo en 1987, este solo había dirigido en categorías menores. Fue precisamente el juego observado en los duelos coperos entre su Parma y el Milan lo que entusiasmó al mandatario rossonero. Tras haber ascendido a los parmesanos a la B, Sacchi llegó a la Seria A con 41 años y ganó el Scudetto nada más aterrizar, después de adelantar al Napoli de Maradona en la recta final del curso. Más que probablemente, este éxito inmediato permitió a un técnico desconocido continuar en un club de tamaña envergadura.
Sin cuestionar la categoría de Sacchi como entrenador, quizá la situación dada en esos meses fue lo que de verdad lo diferenció de otros nacientes técnicos que, como él, aplicaban en el calcio un estilo ofensivo y algunos métodos tácticos tan actualizados como los suyos. A diferencia de Sacchi, se trata de personajes hoy desconocidos por el aficionado internacional debido a que, poco después que él, fracasaron en su primera experiencia en Serie A como técnicos de equipos potentes, y no tuvieron una segunda oportunidad.
El primero que pudo seguir la estela de Arrigo fue Luigi Maifredi, quien con 40 años había ascendido al Bologna a Seria A el mismo curso que el de Fusignano fichaba por el Milan. En sus primeros pasos como entrenador, a inicios de los ochenta, Maifredi había trabajado en la casa de champán francés Veuve Cliquot. Aprovechando la coincidencia, el juego rutilante y efervescente que desarrolló en su Bologna fue bautizado como “fútbol champán”, etiqueta que en esos años se asociaba a la gran selección francesa liderada por la estrella juventina Platini.
“Il Bologna ha practicato un gioco spettacolare voluto dalla´allenatore Maifredi”, se leyó en la prensa italiana para 1988. Los equipos de Maifredi aplicaban la zona total en un esquema 4-3-3, dibujo leído así al contar con tres delanteros, pero que sobre el campo realmente se distribuía del mismo modo que el Milan de Sacchi –quien, en ocasiones, también usó a delanteros como centrocampistas escorados. En la práctica, se trataba de un ordenado 4-4-2 lineal a la hora de plantarse a presionar en la mitad de campo contraria, que luego desestructuraba su ataque cuando tenía la posesión del balón.
“Yo no copié a Sacchi. Él en Florencia jugó con cinco en la defensa y libre. Yo ya jugaba con cuatro en línea. Fue él quien estudió a Zeman y a mí, cogiendo lo mejor”, manifestó Luigi Maifredi sobre los posibles sucesos acontecidos para 1983, en unas declaraciones recogidas por el periodista del Huffington Post Filippo Nassetti. “Los verdaderos profetas de la zona somos Galeone, Zeman y yo, con los módulos 4-3-3”, concluyó Maifredi.
Por su parte, el propio Sacchi admite en su biografía que conoció a Zeman en un curso para entrenadores a finales de los setenta, con quien compartió charlas tácticas, pero asegura que él había bebido previamente de las fuentes holandesas y argentinas en cuanto a los mecanismos de presión o defensa zonal en línea respectivamente, funcionamiento grupal que él mismo perfeccionaría en sus primeros años.
Sobre su etapa en los juveniles de la Fiorentina durante la campaña 83/84, Sacchi cuenta lo siguiente: “Cada poco invitaba a Daniel Passarella a hablar con los muchachos. Eran encuentros importantes durante los cuales hablaba del juego en zona que había practicado con la Argentina de Menotti. (…) Sobre todo quería que los muchachos conocieran las experiencias de la zona de presión argentina de la voz de su capitán. (…) En Florencia jugaban con los marcajes y el líbero retrasado. Impuse la defensa en zona en todas las secciones juveniles, porque acostumbra a pensar y a desarrollar el intelecto, así como beneficia tener una capacidad de juicio respecto del marcaje al hombre. La zona de presión conlleva una defensa activa: quiere decir que, incluso cuando los adversarios tienen la pelota, tú eres el dominus del juego. (…) Es indispensable para hacer jugar a un equipo en perfecta sinergia”.
Quizá Sacchi no lo copiase, o probablemente se alimentasen entre sí aquellos proactivos entrenadores que surgían en el calcio de los ochenta. En cualquier caso, a juzgar por las palabras de Ancelotti en su libro Preferisco la Coppa, al menos la propuesta de juego de un Maifredi ya en Serie A sí era seguida de cerca por el entrenador del Milan: “Sacchi me decía, ragassi, hay que imitarlos. El Bologna de Maifredi es el mejor equipo que existe. Sabe jugar al fútbol”.
Junto a Corrado Orrico, los citados Giovanni Galone y Zdenek Zeman fueron los otros entrenadores que, contemporáneamente a Sacchi y Maifredi, aplicaban la zona y el fútbol hacia delante en las divisiones inferiores italianas. Orrico ascendería al Lucchese a la B en 1990, año en que Zeman pasaría con su Foggia a la máxima categoría. “Zeman aplicará la zona más pura que se juega en Italia”, destacó la enciclopedia del Calcio de la época tras el ascenso de la Foggia. Pero antes que ellos, Maifredi y Galeone habrían tenido posibilidad de expresarse en Serie A.
Con un planteamiento en zona que defendería de los críticos asegurando que se trataba de “diez minutos para explicarlo, dos semanas para prepararlo y listo”, Galeone subiría a un joven Pescara a Serie A en 1987. Ya en la máxima división, aseguraría que “en Italia hay una tendencia a limitar al jugador, que ya por sí mismo tiende a limitarse. Aprecio a Sacchi, pero creo que su zona penaliza demasiado a los delanteros”. El metódico achique del campo mediante el trazo del fuera de juego trabajado por Sacchi exigía un rigor en la línea defensiva que se entendía como imprescindible para que la idea funcionase, pero la implicación en la táctica y la presión que Arrigo exigía a sus estrellas ofensivas era, a juicio de Giovanni Galeone, la otra diferencia fundamental entre sus equipos y el de los atrevidos Zeman, Maifredi y el propio Galeone, quienes apostaban por exigir menos libreta y ofrecer más libertad de movimiento y acción a su trío de ataque. Extremo que Sacchi nunca desmintió, como deja clara la siguiente frase de su libro Fútbol total: “El jugador completo: primero el hombre y su fiabilidad, luego la técnica. En mi opinión, el talento iba en último lugar”.
Para 1990 Platini llevaba tres años retirado, la leyenda Giampiero Boniperti renunciaba a la presidencia de la Vecchia Signora, y entre el Milan, el Napoli y el Inter habían desbancado a la Juve como ganadores de la Serie A, toda vez que los de Sacchi dominaban Europa. Pese a que en la 89/90 los juventinos dirigidos por Dino Zoff consiguieron levantar unas Coppa y Copa de la UEFA que parecieron circunstanciales para el dueño de la entidad, el eterno Gianni Agnelli, el cuarto puesto y la situación general hicieron que este decidiese prescindir de Zoff y apostar por el joven técnico de moda en Serie A, con la esperanza de que Maifredi implantara un planteo zonal que igualase las fuerzas del imponente Milan. A través de Luca Cordero di Montezemolo, Luigi Maifredi fichó por la Juventus para la temporada 1990/91.
Quisieron darle tres temporadas de contrato, pero un honesto y confiado Maifredi solo quiso firmar una, asegurando que el rendimiento determinaría su continuidad. Para acompañar el proyecto de renovación, salieron los extranjeros Rui Barros, Zavarov y Alejnikov y en su lugar llegaron, como incorporaciones principales, uno de los mejores defensas de México ´86, el brasileño Julio César, el reciente campeón del mundo alemán Hassler y los centrales Luppi y De Marchi, que el técnico llevó consigo desde Bolonia. Pero la principal incorporación se dio en una delantera que ya contaba con el potencial goleador de Schillaci y el joven Casiraghi. La negociación con la Fiorentina por Roberto Baggio fue intensa, y su fichaje se unió al de un prometedor Di Canio, procedente de la Lazio.
Agnelli esperaba tener a su Sacchi particular y a su nuevo Platini, pero para crear un equipo realmente competitivo quizá olvidó reforzar una zona media en la que Maifredi exigía al menos un jugador de jerarquía e inteligencia táctica. El míster pidió a Dunga, pero el más europeo de los brasileños no llegó, ni ningún otro. Un año después, el técnico se quejaría de esa descompensación entre el nivel de sus defensores y el de sus atacantes diciendo que, con lo que tenía disponible, sin duda había hecho un buen trabajo.
Ese “buen trabajo” se inició con la derrota en la Supercopa de Italia contra el Napoli. En sus años previos, Maifredi aseguró que él mismo y “otros dos o tres entrenadores hemos enseñado que Maradona debe ser marcado por todo el equipo y no solo por un hombre”. Manifestaciones que encajaban con el sentido de bloque férreo que pretendía priorizar la táctica zonal, como explicó uno de esos” dos o tres entrenadores” a los que se refiriese el de Brescia, el ya mencionado Galeone: “marcar a Maradona al hombre supondría abrir un hueco en el centro del campo”. Lo cierto es que aquel 1 se septiembre en San Paolo, la marcación al hombre propuesta por Bigon y el talento individual de Maradona y Careca bastaron para destrozar al inexperto sistema turinés, endosándole un contundente 5-1.
Pese al batacazo inicial, la idea de Maifredi llegó a tener momentos esperanzadores, como durante la serie de victorias conseguidas en el mes de octubre, entre ellas un 4-2 al Inter de Trapattoni y un 5-0 a la Roma de Bianchi. Precisamente uno de los pioneros en usar conceptos zonales en el Calcio de inicios de los ochenta al mando de la Roma, la leyenda Nils Liedhom, aseguraría al acabar el curso que “Maifredi es el único que ha hecho la zona más pura. La Juve es el equipo que ha expresado el fútbol más agradable. Alternó grandes partidos con pruebas menos contundentes, y en el marcador sacó menos de lo que merecía”.
La posición de Roberto Baggio en el centro del campo fue criticada, debido a que en determinadas fases de los partidos Il Divino Codino quedaba muy lejos de la zona de resolución. En citas determinadas Maifredi lo hizo compartir ataque con Schillaci, y la influencia ofensiva del “10” sirvió para alcanzar la cifra de 14 goles. El rendimiento de Hassler como escudero de Baggio y enlace entre líneas fue excelente, pero ni la labor organizadora de Marocchi ni la anotadora de Schillaci, el suplente Di Canio y un Casiraghi que se perdió varios partidos por expulsiones permitieron alcanzar cifras tolerables para un equipo aspirante al campeonato.
La propuesta de Maifredi lucía por momentos, pero en tampoco tiempo el técnico no conseguiría que un equipo con tantos cambios se estabilizase. El errático juego conllevó una crisis desde mitad de febrero hasta mitad de marzo y otra entre abril y mayo, resultados que hicieron que una Juventus que había llegado al ecuador de la Liga muy cerca del liderato se precipitase en la clasificación. Habiendo caído en cuartos de final de Coppa contra la Roma en el primer período crítico, en el siguiente llegó la eliminación más dolorosa, ya que a esas alturas parecía su tabla de salvación.
El 24 de abril de 1991, el 3-1 arrastrado del Camp Nou no pudo remontarse en casa. Una gran actuación de Zubizarreta hizo que el gol de Baggio fuese insuficiente para que la Juve batiese al Barça y alcanzase así la final de la Recopa. “Ganamos 1-0 jugando el mejor partido de los últimos veinte años”, se lamentó Maifredi.
El séptimo puesto en Serie A supuso la primera vez en veintiocho años que la Juventus se quedaba fuera de competiciones europeas. Pese a que Maifredi aseguró años después que parte de la directiva estaba en su contra, pero que Agnelli seguía confiando en él e “hizo todo lo posible para detenerme, yo me fui porque quise y no porque me echasen”, lo cierto es que la historia muestra que, en clubes de ese potencial, el tiempo y la planificación están condicionadas al resultado.
Agnelli volvería al estilo clásico del calcio, con el retorno al banquillo de Giovanni Trapattoni. El puesto de este en el Inter lo tomaría el ya referido Orrico, cuya reseña en la enciclopedia rezó así: “Orrico cree firmemente en el área, y sus jugadores tendrán que cambiar de forma y de mentalidad, completamente diferentes a las de su entrenador anterior. Por eso estará bajo escrutinio, ya que el club aspira a ganar el Scudetto”.
Un texto de Javi Roldán.
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