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·24 de junio de 2024
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Aclamado como si fuera un Jesucristo del fútbol por los acalorados aficionados croatas y en la orilla de su probable desaparición internacional, el incombustible Luka Modric rozó la supervivencia a un ultimátum en el que murió tras fallar un penalti, resurgió tras marcar en la siguiente jugada y falleció para siempre con el cruel tanto de Zaccagni en el minuto 98 que clasificó a octavos a Italia y eliminó al combinado balcánico (1-1). Nunca una despedida fue tan amarga. Si finalmente deja la escena de su selección, Modric habrá dicho adiós de una forma terrible. Desde el banquillo, sustituido al final del encuentro cuando estaba en la siguiente fase, vio cómo Zaccagni, en el último suspiro, sobre la bocina, cuando Croacia aguantaba el 1-0, marcaba un tanto heroico para los hombres de Spalleti pero definitivo para Croacia. Con tres cuartas partes de público croata y apenas un fondo para el italiano, el Leipzig Arena se convirtió en el posible escenario de un crimen. No de un crimen físico, más bien sentimental. Se avecinaba el posible final de Luka Modric, por lo menos en una Eurocopa. Una derrota o un empate dejarían al 'mago' balcánico con la pelea contra el paso del tiempo perdida. En la próxima edición, que se disputará en Inglaterra e Irlanda, tendrá 42 años. Quién sabe si aparecerá por el Mundial de Estados Unidos, México y Canadá. Con Modric, todo es posible. Pero no lo parece. Al centrocampista del Real Madrid se le intuye que se le ha agotado el tiempo. Esta temporada rindió en su club a base de jugar ratitos y ante equipos menores. Es cierto que tuvo algún arranque de orgullo y sacó la varita a pasear en alguno de los duelos decisivos de la Liga de Campeones. Aún así, la realidad es dura. No es lo mismo jugar la última media hora ante el Cádiz que partidos de un nivel de exigencia altísimo como a los que se enfrentó su selección en la Eurocopa (Italia y España). Y además, hasta su aparición decisiva su carácter parecía más amargo. Como si intuyera lo que se avecinaba, aparentemente no fue tan afable sobre el césped. Ofreció algún que otro braceo a sus compañeros y se lamentó en exceso, algo poco habitual en él. Algo fallaba, pero a su afición no le importó lo más mínimo. Por lo menos en la primera parte, en la que fue aclamado ante cualquier detalle. Una carrera, un robo de balón, uno de sus pases desató un "Luka, Luka Luka" por casi todo el estadio. Su rostro, durante el himno de Croacia, hasta parecía más enjuto. De repente, en esta Eurocopa, parece que se ha echado algún año encima tras el empate frente a Albania. Pero daba igual. Tenía que jugar, era obligatorio y Zlatko Dalic no le quitó ese honor, que también era el de todos los amantes del buen fútbol. No podía privar al mejor jugador de la historia de Croacia de despedirse sobre el césped. Y además, Dalic desoyó todas las críticas y alineó a la vieja guardia junto a Modric: Brozovic y Kovacic fueron sus guardaespaldas, tal vez por última vez. Además, recuperó la presencia de dos laterales conservadores como Stanisic y Gvardiol y entraron en su once Susic y Pasalic. Enfrente Italia, que parecía la invitada a la posible despedida de Modric, también hizo cambios respecto al zarandeo que recibió de España. Darmian, Raspadori y Retegui entraron en el once para intentar mejorar la imagen de una selección que ha perdido alma, sin referentes claros y ocupada en encontrar su identidad. Sin embargo, Italia tenía las de ganar. El empate, le bastaba para alcanzar los octavos de final. Croacia, debía vencer. Se avecinaba una batalla entre el conservadurismo y la precipitación. O algo parecido. Por lo menos, se intuía; y durante los primeros diez minutos se confirmó que Croacia quería con más ganas el premio de la victoria. De hecho, en ese tiempo, acaparó toda la posesión. El combinado de Luciano Spalleti ni olió la pelota y Susic aprovechó esa rendija de lucidez para sacarse de encima un latigazo desde fuera del área que estuvo a punto de sorprender a Donnarumma, de nuevo muy inspirado. La acción del jugador del Salzburgo fue un espejismo porque Croacia se perdió entre su espesura y el planteamiento de Spalletti, conservador pero efectivo. Jamás, durante el resto del acto inicial, volvió a encontrar el camino. Todo lo contrario que Italia, que poco a poco fue comiendo el terreno a su rival hasta llegar a controlar el duelo e incluso intimidar a Livakovic, que tuvo que aparecer de la nada para salvar un cabezazo a bocajarro de Susic. Croacia, gracias a su portero, seguía con vida. Llegó a la caseta con pulso, con un 0-0 que no definía nada. En el vestuario, Dalic sacó a su arma más determinante en el anterior choque ante Albania. Apareció Budimir, un buen antídoto para buscar asociaciones por el área para que pasara algo que ocurrió pronto con una mano de Fratessi que acabó en penalti. Modric se atrevió, tiró de galones y de ganas de agradar al personal, pero se encontró con Donnarumma, empeñado en sostener a Italia y en amargar a Croacia. Modric se quedó de piedra, pero sus compañeros reaccionaron al instante y el medio del Real Madrid encontró un poco de justicia poética. Su posible despedida se antojaba tristísima, pero segundos después de su error, Susic se sacó de la manga un centro espectacular que remató Budimir de cabeza. Donnarumma salvó otro remate imposible, pero el rechace lo recogió Modric para marcar y desatar la locura entre los croatas, que encendieron bengalas, lanzaron vasos de cerveza desde las gradas superiores a las inferiores y, en definitiva, se sacaron de encima toda la rabia contenida. Al encuentro aún le quedaba poco más de media hora y Spalletti dio entrada a Chiesa para arreglar un roto enorme. Con la derrota de Albania, Italia era tercera con solo tres puntos y su presencia en octavos no estaba ni mucho menos asegurada. Entonces, comenzó el asedio, los nervios croatas, y un lento paso del tiempo que parecía correr a favor de Croacia, que cuando ya celebraba su clasificación, se llevó un chasco de dimensiones descomunales. Zaccagni apareció con un certero disparo y el combinado balcánico lloró una derrota que es mucho más que una eliminación: Si no hay sorpresas, Modric se despidió para siempre. Y no lo hizo sobre el césped. Lo hizo desde el banquillo. Triste final para el 'mago' balcánico.
Con muchas más dudas que certezas, Croacia se mide a Italia este lunes en un partido a todo o nada en el que una de las grandes selecciones, aunque no favorita, puede quedar eliminada de la Eurocopa 2024. La vigente campeona de Europa, liderada por Nicolo Barella, tiene la ventaja de jugar con el empate como resultado válido, mientras que para la Croacia de Luka Modric, ante el abismo de la decepción, solo vale la victoria. Pesadilla o alivio. Dos sensaciones que se vivirán en el Red Bull Arena de Leipzig en el que se juega el partido. La derrota deja a Croacia con un punto, eliminada; mientras que dejaría a Italia con 3, con opciones de pasar pero dependiendo de una victoria de España ante Albania que en caso de ser finalmente una derrota de los de Luis de la Fuente les dejaría como últimos de grupo. El empate clasifica a la 'Nazionale'. El partido toma entonces un aura diferencial, épica. Es un enfrentamiento a vida o muerte en el que se miden las urgencias para mantenerse a flote. Más quizá para Croacia, en lo que se presenta como la última gran oportunidad de su generación dorada para redimirse tras dos partidos disputados muy por debajo del nivel esperado, en la que puede ser también la última gran comparecencia de Luka Modric en un torneo mayor a nivel absoluto, olisqueando a sus 38 años el final de su carrera. Con Marcelo Brozovic siendo uno de los señalados; la duda de la posición de Josko Gvardiol, que podría volver a ser lateral izquierdo tras disputar la segunda jornada como central; el duelo entre Petkovic y Budimir por hacer de '9'; y la titularidad fija de Modric y mateo Kovacic en el centro del campo, inamovibles e imprescindibles para el buen hacer de Croacia, los de Zlatko Dalic necesitan desbloquearse tras dejar escapar la victoria ante Albania en el tiempo añadido, lo que les ha colocado en esta situación crítica. Un duelo no menos importante para una Italia que llegó, aunque consciente de sus limitaciones, ilusionada con la llegada de Luciano Spalletti y las bases sentadas de un proyecto joven, con grandes aspiraciones para devolver al país en el que otrora se situaba. Fuera de los Mundiales de 2018 y 2022, encontró un oasis en el desierto en la Eurocopa de 2021, en la que levantó el trofeo de manera sorprendente. Ahora vuelve a estar contra las cuerdas, aunque las sensaciones que proyecta son con diferencia mucho mejores que las de su rival y su victoria ante Albania le dan cierta ventaja. Sin embargo, una derrota cambia por completo el paradigma. El seleccionador italiano, tras la contundente derrota ante España, reflejada más en el juego que en el marcador, prepara varios cambios en el once para frenar a Modric y compañía. Con la baja segura de Federico Dimarco en el lateral izquierdo por una lesión sufrida en el gemelo ante España, Italia apunta a salir con dos laterales diferentes: Andrea Cambiaso por izquierda y Matteo Darmian por derecha, en sustitución de un Giovanni Di Lorenzo humillado por Nico Williams. En el centro del campo aparecen Nicolo Fagioli o Bryan Cristante -amonestado- como opción para cambiar a Jorginho; mientras que arriba, Mateo Retegui gana enteros por delante de Gianluca Scamacca. Sea como fuere, juegue quien juegue, en el RedBull Arena de Leipzig puede llegar el fin de ciclo de Croacia y su generación dorada, con Luka Modric a la cabeza; o el primer mazazo al proyecto de Luciano Spalletti, encargado de la reconstrucción de Italia, la vigente campeona.
Dominik Livakovic; Josip Juranovic, Josip Sutalo, Josko Gvardiol, Ivan Perisic; Luka Modric, Mateo Kovacic, Luka Sucic; Andrej Kramaric, Lovro Majer, Bruno Petkovic. DT: Zlatko Dalic.
Gianluigi Donnarumma; Giovanni Di Lorenzo, Alessandro Bastoni, Riccardo Calafiori, Federico Dimarco; Nicolo Barella, Jorginho, Davide Frattesi; Federico Chiesa, Lorenzo Pellegrini, Gianluca Scamacca. DT: Luciano Spalletti.
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