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La Galerna

·12 de octubre de 2025

Morir en el parón 

Imagen del artículo:Morir en el parón 

Buenos días. La genial, la sublime Diane Keaton se ha muerto en medio de un parón de selecciones. Es como morir en agosto. Un velatorio desangelado y quinientos WhatsApps desde Denia. Honras fúnebres donde el sudor expropia a las lágrimas el monopolio de lo líquido y los desmayos nada tienen que ver con la consternación. Se nos ha ido Diane Keaton y España ganó a Georgia.

El parón es un paréntesis, pero ¿no lo es también la vida? Nos quejamos de ambos paréntesis, cuando lo único que los distingue es que en uno de los dos casos conocemos exactamente la duración del hiato. Que se nos muera Diane Keaton en medio del parón es, pues, como que se nos muera en medio de la vida, que es la única manera de morirse que se conoce. Todo y todos se nos muere en medio de la vida, y más nos vale tener constancia de ello, porque lo contrario supone que el parón finalizó también para nosotros y ya estamos en el Madrid, que es la gloria eterna. El Cielo, el Madrid, pueden esperar. Dejemos de rezongar y agarremos lo que nos viene.


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Se nos ha muerto Diane Keaton en medio del parón, con la inevitable carga moral de la fugacidad de todo. Hay que vivir el parón al máximo, aprovechando cada minuto y apurando con avidez cada bocanada de aire. “No quiero ser inmortal a través de mi obra, quiero ser inmortal a través de no morirme”. Lo dijo Woody Allen, de quien Diane fue pareja y musa y a quien nunca dejó de adorar desde el terreno sagrado de la amistad, que es lo que con suerte viene después del parón del amor. Trataron de linchar a Woody y su inspiración luminosa  salió públicamente a defenderle, es mi amigo y le creo. El parón son dos días, y hay que hacer brillar mientras dure el honor y la lealtad, no porque después venga el premio del Madrid (que con suerte también), sino precisamente porque son eso, dos días, aunque un engañoso hastío nos comunique a veces un nihilismo pesaroso. El parón es lo que te sucede cuando estás ocupado haciendo otros planes.

Se nos ha muerto Diane Keaton en medio del parón, con la inevitable carga moral de la fugacidad de todo. Hay que vivir el parón al máximo, aprovechando cada minuto y apurando con avidez cada bocanada de aire

A Diane Keaton le ha llegado el final de su parón, y solo nos queda ver Annie Hall una vez más, que si ya era remedio infalible para cualquier fecha FIFA cuánto más lo será para esta, o El Padrino, o Interiores, o Rojos. Diane nos comunicó la extraña posibilidad de que enamorarse fuera una cuestión edificante y alegre, que quizá debería ser el modo en que nos enamoráramos de nuestro equipo, el cual no por ser el mejor de todos los tiempos debería tenernos siempre de mala leche. Se ha muerto Diane Keaton en medio del parón, que es como decir que en medio de un terreno yermo han brotado para siempre la gracia, la clase y otras flores inusuales. La vida, el parón, nos quedan hoy especialmente holgadas, como sus trajes setenteros, corbata inmensa, chaleco andrógino, sonrisa despistada. Se ha muerto Diane Keaton y somos el joven de la fila veintidós, como cantaba Elton John a Marilyn, esperando que acabe este NoDo aciago y empiece el Madrid, por lo menos.

Pero el Madrid, sin Diane Keaton, no va a volver a empezar nunca del todo. El Madrid nunca empieza del todo porque nunca empieza con todos, siempre ha quedado alguien por el camino. Haríamos falta todos para que lo que vuelva fuese de verdad el Madrid. Envejecer (morir) es tal vez ver al Madrid con uno menos, ver al Madrid sin Julio, sin el Rubio, sin Antonio y sin Diane, que era por supuesto una di noi tuviera o no tuviera la menor idea de ello.

Se nos ha muerto Diane Keaton. Nos recogemos con una humildad imponente en nuestros cuarteles de otoño y rezamos a ese sombrero con una devoción desangelada, pronunciando a tal efecto nuestra alabanza más propia, la fórmula mágica en toda plegaria, el dialecto de los ángeles.

Hala Madrid, Diane Hall Keaton. Que Dios te bendiga.

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