
La Galerna
·9 de septiembre de 2025
Neutralidad

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·9 de septiembre de 2025
Como en la prensa deportiva de Barcelona nos suelen tomar a los demás por gilipollas, el otro día uno nos quiso explicar que, en realidad, en el Barça quisieron corromper al Comité Técnico Arbitral por nuestro bien. Como los gánsteres de Chicago, hace cien años, que ofrecían sus servicios a los comerciantes de los barrios por seguridad: así igual en el més que un club, como asegura la principal línea argumental que, empezando por Laporta, justifica las evidencias de haber estado décadas sobornando al órgano de la federación española encargado de regular, administrar, conceder favores y disponer castigos en el elemento arbitral.
Había que asegurar la neutralidad, que en este caso, como suele ser habitual, significa tragar con todo aquello que convenga al Fútbol Club Barcelona y, ni por asomo, quejarse. Pues de lo contrario…¡fascistas habemus!
La verdad, no nos vamos tampoco a engañar, es que desde que se entra a la menudencia de discutir que pagar al vicepresidente del CTA ya implica corrupción por necesidad estamos perdidos: además de los mínimos, que es cosa de la instrucción judicial y del propio proceso legal, este es un caso, sobre todo, de máximos, y la adulteración de la competición queda patente desde que se comprueba el hecho antes mencionado del pago, sea cual sea la finalidad. Eso no admite debate, como no lo admite, por ejemplo, el hecho de que poner una bomba lapa bajo el coche de un político es, explote o no, mate a una o a doscientas personas o a ninguna, terrorismo.
La adulteración de la competición queda patente desde que se comprueba el hecho del pago del Barça a Negreira, sea cual sea la finalidad. Eso no admite debate
Pero en España vivimos, ahora mismo, en un estado de cosas tal que se discute hasta que el agua, en realidad, moje. Lleva tiempo circulando por ahí un dato estremecedor, una de tantas anomalías estadísticas: la diferencia entre expulsiones a favor y en contra en las veinticinco temporadas que llevamos en el siglo XXI es, con respecto al Barcelona, +65, por -1 en el caso del Madrid, dato que comparado con el de ambos clubes en la Copa de Europa resulta todavía más demoledor, además por lo parejo, +12 y +13 en ambos casos: una cosa lógica en dos de los equipos que más lejos han llegado en esta competición a lo largo de este cuarto de siglo.
Neutralidad, la neutralidad a la barcelonista podríamos decir, significa un poco lo mismo que el consenso a la catalana o a la vasca, es decir: que uno tiene la razón siempre y el otro siempre tiene que callar, como cuando, en los tiempos de Mourinho y Guardiola, el Madrid no podía elegir cómo jugar ni enfrentarse a los demás equipos sino asumir los postulados periodísticos y pseudofilosóficos de cuanto opinador y mamarracho quisiera entoligárselos. Estamos, como es natural, ante otro de esos cepos ideológicos tan recurrentes en el debate público nacional. Consenso, señorío, talante, neutralidad…mentiras que sirven como instrumento para imponer un estado de cosas aberrante e injusto, monstruos producto de un cinismo descarado y abrumador ante el que ni siquiera la verdad sirve como defensa.
Pues, ¿qué es la verdad? Lo que diga, claro está, el que manda.
Pues, ¿qué es la verdad? Lo que diga, claro está, el que manda
La neutralidad que invocan desde el Barcelona es, además, una pamema, pues hay que recordar que se venía de Tenerife, o sea, de García de Loza y los goles anulados y los penaltis no pitados que clamaron al cielo en aquel doble garlito en el que el Madrid del postmendocismo y del final de la Quinta se dejó coger dos veces seguidas. Celada repetida con la que se inauguró el gran proceso de sustitución que, quince años después, con Messi en su peak, a punto estuvo de culminar y que de todos modos, como efecto colateral, nos deparó el Procés, del que constituyó su embrión político-deportivo…
La neutralidad, por supuesto, comporta la existencia previa de una situación anómala, por injusta, de la cual el Madrid era responsable, culpable y beneficiario: Franco, para entendernos, y luego, supongo, el statu quo heredado. La persistencia de esa mentira original es la que sigue, todavía hoy, excusando la intención delictiva que mueve al hecho de levantar el teléfono y ofrecer dinero al hombre fuerte del CTA a cambio de asesoramiento.
Decía que los medios de comunicación, los que se editan en Barcelona pero sobre todo los que se editan en Madrid, están plagados de individuos que se piensan que todos somos tontos del haba y de baba. Quizá tienen razón pues, al fin y al cabo, seguimos bailando esta danza de ratas que es el fútbol español y pendientes de cada mierda que publiquen o suelten, en antena, por la boca. En realidad de lo que nos convencen es de que todo este circo, empezando por la patronal y la federación y acabando por el último plumilla de Radio Marca y hasta si me apuran, por el conserje del edificio, deben ser purgados y liquidados (profesionalmente, se entiende) en una tabula rasa que ponga el contador a cero. Y a tanto sinvergüenza en el ostracismo.
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