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·23 de diciembre de 2024

No espero nada, pero aun así logran decepcionarme (por @NachoJOsorio1)

Imagen del artículo:No espero nada, pero aun así logran decepcionarme (por @NachoJOsorio1)

Por Ignacio Osorio

El fútbol chileno en los últimos años se ha convertido en una seguidilla de sinsabores, sorpresas magras y malas decisiones, a tal punto que, prácticamente en cualquier esfera o foco en el uno ponga su atención, las cosas se están haciendo mal o de manera mediocre. Y no se escapa nadie. De Capitán a Paje, todos y cada uno de los involucrados en la industria del deporte más popular del mundo y en particular en Chile, deja mucho que desear.


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La gran razón que por lo general se esgrime para justificar (o intentar hacerlo) es que la Selección ya no vende tanto como antes, que los recursos bajaron y que muchos son los esfuerzos que se hacen por mantener una actividad “sana” economicamente hablando. Pues no pasa ni en lo económico ni en lo deportivo. Hoy, el fútbol chileno es casi cualquier cosa.

La última gracia viene desde la Segunda División Profesional, esta divisional que fue creada para mantener y dar estatus de clubes profesionales a varias instituciones históricas y que por años deambularon por el amateurismo, hoy – nuevamente-, como se dice en buen chileno, muestra la hilacha con la “genial idea” de que la categoría pase a ser Sub-23, es decir jugadores hasta esa edad puedan ser parte de los planteles que competirán en la edición 2025 por un cupo, nada más y nada menos, que a la Primera B.

La decisión adoptada por el ilustre Concejo de Presidentes ha desatado lo que podría ser el inicio de una gran crisis, pues no solo está en juego la continuidad profesional de más de 300 jugadores, dentro de los cuales, muy pocos lograrán encontrar un trabajo dentro del fútbol para poder seguir viviendo, sino también en cómo el fútbol chileno se proyecta. En particular, dentro de los argumentos esgrimidos para dar sustento a la determinación de que la categoría sea sub-23, se afirma que esto “ayudará a la formación y desarrollo de jugadores jóvenes”, dando a entender que es preferible saltarse siete, diez o doce años de formación para que, a los 18 a 20 años recién estos jugadores puedan tener espacio y continuidad. Dicho de otro modo, se quiere hacer jugar a futbolistas jóvenes con futbolistas jóvenes en lugar de entregarles formación y contextos de alta exigencia y nivelación para que nuestro fútbol realmente crezca.

A estas alturas, ya nada sorprende, pero siempre uno puede decepcionarse un poco más sobre cómo se piensa, reflexiona, concibe y desarrolla (o más se mantiene) nuestro fútbol, pues, a todas luces, tanto en los hechos últimos como en la proyección que se puede hacer a raíz de resultados y decisiones, lo cierto es que a veces las esperanzas flaquean, prima el descontento y, hasta en cierta forma, la desidia porque es poco y nada lo que el hincha común y corriente puede hacer.

Fútbol chileno, no espero nada de ti, pero aún así logras decepcionarme.

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