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·10 de mayo de 2025
Opinión | Lo que mal empieza, mal acaba

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·10 de mayo de 2025
Hay amores que matan, pero el de la afición de la UD Las Palmas no muere: agoniza de pie, con el alma rota viendo como su equipo se rompe. Y es que lo que prometía ser una temporada de consagrarse en la primera división se ha convertido en una travesía sin brújula ni viento a favor. La temporada comenzó sin entrenador, los nuevos fichajes llegaban pero sin un jefe y ha terminado en prosa gris, casi burocrática, de las que duelen ver la forma de caer el equipo. Pero el fútbol no es un eterno retorno: exige reinventarse cada año.
Lo que mal empieza, mal acaba. Y este cuento comenzó con un mercado de verano en el que se fichó mucho jugador pero no se invirtió en grandes cosas. Se vendió estabilidad, se compró humo y se sirvió cerveza Pío Pío como si fuera poción mágica. Pero ni el lúpulo cura lesiones, ni el gas carbónico tapa los agujeros de una plantilla que se desinfló como un globo sin nudo.
Luis Carrión llegó tras mas de un mes de espera. Fue recibido con más resignación que ilusión, como quien cambia de médico tras demasiados diagnósticos erróneos, con una lista de jugadores traídos por la dirección deportiva, comandada por Luis Helguera. Sin embargo, algo no funcionó desde el principio. Fichajes que no eran suyos, resaca emocional tras no haber ascendido con el Real Oviedo y una suma de 9 partidos dónde no se consiguió la derrota, incluso con dos jugadores más ante el Celta de Vigo. Esa tarde, el Gran Canaria dictó su sentencia.
Ahí fue cuando llegó Diego Martínez, el técnico de perfil serio, trabajador y metódico, que había brillado en Granada y naufragado en otros mares. Su llegada fue interpretada como un intento de reacción tardía, una apuesta por el orden tras la caída libre. Pero el diagnóstico no es fácil de digerir. Las victorias llegaron en las primeras jornadas, pero a partir de ahí todo fue de capa caída. El equipo juega sin alma, como si el fútbol fuera una obligación, no una fiesta. Y en las gradas, donde antes sonaban tambores y canciones, hoy se escuchan suspiros, alguna lágrima, y ese silencio incómodo que solo se rompe con el pitido final. La afición amarilla, esa que nunca se rinde, ahora duda. No de sus colores, sino de quienes los representan.
Y entonces aparece el presidente, con su frase lapidaria: “El entrenador del año que viene será Diego Martínez porque continuaremos en Primera División”. Lo dice como quien lanza una moneda al pozo y espera oír el chapoteo del destino. Pero la moneda cae y no suena. Porque las palabras, sin acciones, son humo. Y el humo, en esta isla, se disipa con el viento.
Ayer, con la derrota ante el Rayo Vallecano, las esperanzas de la permanencia agonizaban. La afición, harta de la gestión del club, dictó el ¡Ramírez vete ya!. Quizás más con fe que con la ilusión de que suceda algo. Quizás es momento de tomar las consecuencias.
Ahora, con la temporada agonizando, queda preguntarse: ¿Qué queda por salvar? Tal vez el orgullo. Tal vez la memoria. Tal vez las ganas de reconstruir desde el barro. Porque si algo tiene esta afición es que nunca se rinde del todo. Se cae, sí. Pero se vuelve a levantar. Aunque el presente duela, aunque el futuro se nuble. Porque incluso cuando todo acaba mal, en Gran Canaria siempre hay espacio para soñar de nuevo.
El asomo de la Liga Hypermotion cada vez está más próximo. 5 años costó volver a ascender después de ese fatídico descenso en la temporada 2017-2018 para que en dos años se nos vuelva a ir. 2024 ya avisó tras una nefasta segunda vuelta. 2025 exigió, pero no llegaste a lo que se pide.
Autor: David Ventura.