
La Colina de Nervión
·7 de abril de 2025
Perdió el sevillismo

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·7 de abril de 2025
Soy un biri asintomático desde que Colombo era alzado sobre el gol norte para dar los gritos de invocación, pero este domingo me invadió una profunda pena. Al igual que el sevillismo ha ganado muchos partidos, ante el Atlético, una parte enloquecida de la grada fracturó con sus gritos contra la directiva el débil equilibrio del equipo a mitad de la segunda parte. Ayer sentí vergüenza y rabia. A la salida, pude comprobar cómo muchos viejos sevillistas, como yo, casi lloraban avergonzados ante el espectáculo dado este domingo. Los energúmenos del Frente Atlético no daban crédito al ambiente enrarecido del Sánchez-Pizjuán. Así es imposible jugar. No es por casualidad que todas las últimas victorias del Sevilla Fútbol Club han sido lejos de Nervión.
Gritar como se gritó ayer es darnos un tiro en nuestro propio pie. La primera mitad fue más que aceptable. El penalti de Badé fue tan estúpido como grosero el error arbitral al no señalar la falta sobre Adams. La lesión de Vargas fue mala suerte cuando mejor estaba. Los cambios de García Pimienta empeoraron al Sevilla Fútbol Club. La torpeza de una directiva que se sabe —y que debe saberse— transitoria parece no tener límites. Pero todo eso no justifica la alta traición a las emociones de la grada.
En esta imagen bifronte de Sevilla, que son palanganas y criaturitas, debemos aprender unos de otros. Del mismo modo que ellos han estado copiando paso a paso todos los nuestros uno a uno —pero muchos años y ocho títulos europeos después—, nosotros debemos aprender cómo las criaturitas fueron capaces de salir vivos y fortalecidos de años de travesía del desierto. El secreto se llama alegría ante la adversidad, ese truco tan adaptativo, tan sevillano y tan andaluz. ¿Quién ha dicho que la alegría es incompatible con el ejercicio de la crítica y la exigencia? Eso será en las criaturitas, pero se trata de replicar los éxitos, no los fracasos; no hay por qué comprar el lote entero.
Ellos han sabido sobrevivir inundados de títulos y derbis nuestros porque han invernado en los nichos de alegría intangible del ser. El pasado domingo, olvidamos que el silencio ha sido para el sevillismo nuestra más fina y punzante aguja: el famoso runrún de Nervión que desquiciaba a los pusilánimes y deponía entrenadores en el Sevilla Fútbol Club. Ojalá los gritos del patido ante el Atlético de Madrid no nos cuesten muy caro, porque entonces llegará el rechinar de dientes.
«El silencio es la mayor persecución: jamás los santos se quejaron de ello.» (Pascal)
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