Vermouth Deportivo
·4 de diciembre de 2025
¿Por qué creemos en los milagros en el minuto 90?

In partnership with
Yahoo sportsVermouth Deportivo
·4 de diciembre de 2025

En México, el fútbol forma parte de la identidad nacional. Entrelaza emociones, orgullo y esperanza. Cada partido se transforma en un espectáculo donde los segundos lo deciden todo, y la fe de los aficionados puede transformar la atmósfera del estadio. La gente experimenta la misma sensación de intensidad, anticipación y emoción al participar en apuestas 777, pues todo puede cambiar en un segundo. En el fútbol, como en las apuestas, se traza una frontera entre la lógica y la intuición. Te hace creer en lo imposible, incluso cuando la razón te diga lo contrario. Por eso los mexicanos no abandonan el estadio hasta el pitido final. Mantienen la esperanza de que suceda un milagro que cambie el curso de los hechos, pues estos ocurren mientras se sigue creyendo en ellos.
Desde una perspectiva científica, la creencia de los aficionados en una remontada se explica por el sistema de dopamina del cerebro. La mente humana obtiene placer no solo de la victoria, sino también de adelantarse a los hechos. Cuando ocurren eventos decisivos en el campo, los niveles de dopamina aumentan, creando una sensación de anticipación. Este hecho explica por qué incluso la derrota, debido a la intensidad de las emociones vividas, puede brindar satisfacción emocional; así como un empate al final sentirse como una victoria.
¿Por qué la creencia en los milagros es tan poderosa en los minutos finales?
Esta fe no es racional, pero es profundamente humana. Refleja el deseo de no rendirse jamás, incluso cuando las probabilidades están en su contra. Por eso el fútbol evoca emociones tan intensas. Ofrece la oportunidad de experimentar una alegría incalculable.
A menudo se contrastan el fútbol y las apuestas, pero existe una sutil conexión entre ellos. En ambos casos, la anticipación juega un papel fundamental. Cuando el balón vuela hacia la portería o cuando un jugador espera el resultado de una apuesta, las emociones alcanzan la misma intensidad. Esta tensión —una mezcla de miedo, esperanza y emoción— hace que tanto los deportes como los juegos sean tan apasionantes. Los paralelismos entre el fútbol y las apuestas son evidentes. Los presentamos a continuación:
En México, donde la pasión y la emoción van de la mano, este sentimiento se vive con especial intensidad. Los aficionados perciben el juego como una celebración y el riesgo como parte de la vida. La fe en el éxito, incluso contra toda lógica, no se convierte en una debilidad, sino en una manifestación de fortaleza de carácter.
La cultura mexicana se distingue por su singular actitud hacia las emociones y la paciencia. No solo se valora la victoria, sino también el camino para alcanzarla. La fe hasta el último momento forma parte de la identidad nacional. Incluso en la derrota, la gente sigue creyendo que todo puede cambiar en un instante.
Esta característica se refleja no solo en los deportes, sino también en el arte, la música y las festividades. Los mexicanos saben disfrutar de cada momento, incluso cuando el resultado es incierto. Y en el fútbol, esto se manifiesta con mayor claridad. El final de un partido se convierte en una metáfora de la vida misma; mientras haya tiempo, todo es posible. El fútbol une a millones, transformando experiencias individuales en emoción colectiva. Para los aficionados, es más que solo 90 minutos, es una historia emotiva en la que todos se ven reflejados. Y cuando el balón finalmente entra en la portería en los últimos segundos, no es solo un gol, es la confirmación de que la fe vale la pena.
Creemos que tener la fe puesta en un milagro en el minuto 90 es una manifestación de la esencia misma de la naturaleza humana. El fútbol ofrece algo que falta en la vida cotidiana: la sensación de que todo puede cambiar en un instante. En nuestra opinión, por eso millones de mexicanos siguen viendo los partidos a pesar de las derrotas y mantienen la esperanza hasta el pitido final. Nuestro equipo ha concluido que el poder del fútbol reside no en las estadísticas ni en la lógica, sino en su capacidad para inspirar y unir. Cada gol en el último minuto, cada final dramático, refleja la creencia de que los milagros son posibles, si uno sigue creyendo. Y quizás sea esta creencia la que convierte al fútbol en el deporte más humano y emotivo del mundo.









































