Da igual la pelota
·6 de diciembre de 2025
Sergio Arribas deja al Andorra en descenso una semana mas (1-2)

In partnership with
Yahoo sportsDa igual la pelota
·6 de diciembre de 2025

El Estadi de Encamp vivió una tarde de emociones cruzadas, de fútbol valiente y de detalles que inclinan partidos y temporadas. El UD Almería logró un triunfo tan sufrido como necesario (1-2) ante un FC Andorra que se adueñó del juego durante amplias fases, pero que volvió a tropezar con la misma piedra: la falta de contundencia en el área rival.Cuando el encuentro pedía temple, apareció Sergio Arribas, autor de dos goles de futbolista grande. Cuando el partido ya agonizaba, emergió Manu Nieto para recortar distancias y encender un final de infarto que el Almería solo pudo superar replegándose, resistiendo y aferrándose a los centímetros que separan un triunfo de un empate.
El duelo fue un compendio perfecto de lo que cada equipo es hoy: un Andorra reconocible, valiente, dueño del balón, pero sin colmillo; un Almería sufridor, pragmático y dependiente de la inspiración individual de sus figuras.
El conjunto tricolor volvió a mostrar la firma característica de Carles Manso: paciencia para elaborar, ritmo en la circulación y valentía para instalarse en campo contrario. Desde el primer minuto, el Andorra empujó al Almería hacia su área. Lautaro de León, muy participativo entre líneas, hilvanó las primeras combinaciones con Manu Nieto y Daniel Villahermosa, mientras los laterales Martí Vilà y Thomas Carrique estiraban el campo con criterio.
El Almería, incapaz de someter ese primer impulso, se vio obligado a defender bajo y refugiarse en las acciones a balón parado. Aun así, tuvo sus opciones: Federico Bonini, Dion Lopy y Patrick Soko obligaron a intervenir a un seguro Áron Yaakobishvili, muy atento a los centros laterales y a los rechaces interiores.
El Andorra mereció más en ese tramo: Manu Nieto rozó el gol de cabeza, Lautaro atacó segundas jugadas con peligro y Sergio Molina amenazó desde media distancia. Pero la historia del Andorra este año es recurrente: propone, domina, llega… y no golpea.
La primera mitad cerró con el 0-0 que ni reflejaba el esfuerzo andorrano ni premiaba los arreones visitantes. Por el camino, el Almería había perdido a Federico Bonini por lesión, un golpe que obligó a recomponer la estructura defensiva.
Si el Andorra fue mejor en el primer tiempo, multiplicó esa superioridad en la reanudación. La segunda parte arrancó con una intención clara: convertir la posesión en ocasiones reales. Sergio Molina y Villahermosa se asociaban con limpieza, Gael Alonso ganaba altura y Lautaro se ofrecía como apoyo constante. El Almería sobrevivía como podía.
Y entonces llegó la acción que pudo cambiar la historia del encuentro. Minuto 55. Thomas Carrique recibió abierto en la derecha, encaró, se perfiló y soltó un derechazo seco que superó al portero y se estrelló violentamente en el poste izquierdo. El Estadi de Encamp ya cantaba el gol. El balón, caprichoso y cruel, salió escupido hacia afuera.
Ese poste marcó un punto de inflexión. Fue un aviso de que al Andorra volvía a faltarle esa pizca de fortuna que tantas veces le ha castigado esta temporada.
El fútbol, cuando olfatea fragilidad, acostumbra a premiar al que golpea primero. En el 68’, un balón aparentemente inofensivo cayó en botas de Stefan Dzodic, que vio el desmarque interior de Sergio Arribas. El madrileño recibió, controló, levantó la cabeza y armó un disparo seco con la izquierda. El balón viajó recto, imparable, y silenció al estadio.
El 0-1 cayó como un jarro de agua fría para un Andorra que había sido superior. Ese golpe emocional se agravó apenas ocho minutos después.
El Almería, sabiendo que el rival estaba desordenado, buscó transiciones rápidas. Arnau Puigmal, que acababa de entrar, atacó un espacio interior, rompió líneas y filtró un pase preciso hacia Arribas, que definió con la derecha como quien ejecuta un automatismo. Frío, clínico, certero. 0-2.
El Almería no estaba dominando el encuentro, pero sabía exactamente cómo matarlo.
La reacción de Carles Manso fue inmediata. Dio entrada a Aingeru Olabarrieta, Jastin García, Efe Akman y Théo Le Normand, jugadores que aportaron energía, desborde y frescura en la circulación. El Andorra, herido, se volcó sin reservas.
El partido entró entonces en un ida y vuelta emocional: faltas tácticas, centros laterales, protestas, amonestaciones como la de Marcos Luna, y un Almería cada vez más hundido en su propio campo.
Hasta que llegó el descuento.
Tras una falta lateral botada con precisión, Manu Nieto se elevó entre centrales y conectó un testarazo impecable, picado, imposible para el portero. El 1-2 devolvía la vida al partido y agitaba al público.
Quedaban cuatro minutos más el añadido real, que siempre se estira cuando un equipo se juega la vida. Y el Andorra los jugó como tal: centros de Aingeru, incorporaciones de Aitor Uzkudun, segundas jugadas de Jastin García, córners ganados a base de insistencia.
El Almería, reducido a un ejercicio de supervivencia, resistió como pudo entre despejes, pérdidas de tiempo y balones divididos.
El Andorra, generoso y valiente hasta el último segundo, asediando con fe; el Almería, agarrado a su ventaja como si fuera una tabla en medio del océano. El pitido final cayó como una liberación para los visitantes y como un castigo inmerecido para los locales, que merecieron al menos un punto.
El FC Andorra volvió a mostrar una identidad clara y un fútbol elaborado bajo el mando de Carles Manso, pero su falta de contundencia ofensiva le condenó otra vez.
El UD Almería, sostenido por la brillantez de Sergio Arribas, suma un triunfo vital, aunque termina el encuentro sabiendo que sobrevivió más que ganó. Entre la inspiración individual y el sufrimiento colectivo, el Almería encontró el camino que tantas veces se le había negado.
Autor: Izan Delgado
Sígueme en @izandhh y sigue toda la información y actualidad deportiva en X: @daiguallapelota, y en Instagram: @daiguallapelota.
En vivo









































