La Galerna
·28 de noviembre de 2025
Si abrir la puerta al caos

In partnership with
Yahoo sportsLa Galerna
·28 de noviembre de 2025

A menudo se vincula el control con el placer, pues controlar implica poder, y este, a su vez, genera una sensación vigorosa y estimulante que nos resulta satisfactoria. Creer que todo a nuestro alrededor vive y muere por nuestra voluntad debe de ser algo delicioso.
Cuenta Xabi Alonso en La mirada de un mediocentro, la entrevista-documental que Ecos del balón le hizo en 2017, que su aspiración es controlar todo lo que ocurre en el terreno de juego. Es este un sueño viejo: no hay técnico en el mundo que no lo desee, aunque sólo sea en la oscuridad de su habitación de hotel. Convéncete: también le ocurre a los Ancelottis, Zidanes y Del Bosques, cuya herencia será, junto a los títulos, el relato de que eran más gestores que entrenadores. Pensar lo contrario es ser un ingenuo.

Se dice que lo mejor de Xabi Alonso como entrenador del Madrid se vio en el Mundial de Clubes. Esta idea se refiere a que el equipo se parecía más a lo visto en Leverkusen: presión alta, dominio del balón y del juego, sometimiento del rival casi constante. En los últimos meses ya lo hemos visto menos, desembocando en esta última triada infernal, Vallecas, Elche y el Pireo, territorios de frontera donde el Madrid se ha rendido a la anarquía y la dejadez, viejas conocidas que, curiosa y divertida coincidencia, le sirvieron para desquiciarnos y ser campeón de Europa al mismo tiempo.
Quizás el viejo sueño de controlar todo lo que ocurre en el terreno de juego no sea más que una quimera y el equilibrio esté más cerca de rendirse a cierto desequilibrio, a abrir la puerta al caos de vez en cuando
En Grecia, el Real Madrid ganó por primera vez en su historia -ya queda menos por conquistar en este mundo que se nos queda pequeño- al Olympiakos de Mendilibar por 3-4. Lo hizo gracias a Mbappé, que se apuntó los cuatro tantos en una actuación de mando soberano, casi obsceno. Dijo luego el francés que no hay dependencia de sus goles, y que sin embargo la prensa debería criticarle a él por no marcar ni en Vallecas ni en Elche, y le faltó quitarse la montera y saludar al tendido después. También fue gracias a un gran Vinícius Jr. que, por momentos, y gracias a la abundancia de espacios y de metros para correr, se pareció a ese que añoramos y que sí se merece cobrar 30 kilos.

Hubo espectáculo en ambas áreas, como contrapeso al control que pretendía ese (más) joven Xabi Alonso en 2017. Comenzó ganando Olympiakos, remontó el Madrid en un trueno, casi sentenció, y luego los griegos aprovecharon la endeblez defensiva de un equipo superado por las circunstancias, que nos retrotrae a no muy lejos, totalmente partido, con tipos que no corren para atrás, enemigos de un balance defensivo sano, para recortar distancias e iniciar debates.
Dijo mbappé que no hay dependencia de sus goles, y que la prensa debería criticarle a él por no marcar ni en Vallecas ni en Elche, y le faltó quitarse la montera y saludar al tendido después
En 2017, Alonso también afirmaba que, a pesar del deseo de controlarlo todo, lo más importante para un entrenador era ser capaz de adaptarse a los jugadores que había en la plantilla. Uno tiene la sensación de que lanzaba un mensaje a este futuro. Mencionaba entonces, hablando sobre Pep Guardiola, que había tenido que aceptar un porcentaje de descontrol sobre el campo, y que eso estaba bien. Casi parece hablar de sí mismo cuando señala que el catalán podía querer controlarlo todo, pero si tenía a un jugador como Sané capaz de hacer carreras de cuarenta metros y otro como De Bruyne que veía muy bien esos espacios, era imposible no aprovecharlo. ¿Se te viene, igual que a mí, alguna coincidencia a la mente?
Me pregunto hoy si lo visto en Vallecas, en Elche y en el Pireo no es más que otra fase de este Madrid en construcción necesitado de tiempo. Me pregunto si estamos viendo a un Xabi Alonso que trata de adaptarse para darle espacios a Vinícius. Me pregunto si busca que Bellingham también sea feliz y que eso no suponga que Güler desaparezca. Me pregunto si en esta vorágine trata de brindarle algo de paz mental a Valverde. Me pregunto si, de alguna forma, está renunciando al control y por ende al poder, fabricando mientras tanto un camino paralelo que le lleve al mismo sitio: el placer de ganar.
Quizás el viejo sueño de controlar todo lo que ocurre en el terreno de juego no sea más que una quimera y el equilibrio esté más cerca de rendirse a cierto desequilibrio, a abrir la puerta al caos de vez en cuando para airear un excesivo rigor táctico. Quizá, digo, repito, pues no lo sé. Me hago preguntas tan solo. Mientras llegan las respuestas, mientras todo ocurre, por suerte, nos queda Mbappé.
Getty Images









































