Madrid-Barcelona.com
·7 de noviembre de 2025
Si Pep Guardiola lo quiere, que se vaya, la afición del Barça estalla, no da la talla

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El Barça de Hans-Dieter Flick no es el mismo que maravilló la temporada pasada. Aquel equipo que jugaba con descaro, que asfixiaba al rival y que hacía del fuera de juego su arma más letal, se ha desvanecido. Lo que antes era valentía, hoy parece temeridad.
El técnico alemán se mantiene fiel a su idea: una defensa adelantada, presión alta y dominio total del balón. Pero la magia se ha diluido. Los rivales ya saben cómo hacer daño, y cada pérdida o pase mal medido se convierte en una ocasión de peligro.
El problema más evidente está atrás. La baja de Íñigo Martínez ha sido un golpe durísimo, y los que deben sostener el muro, Alejandro Balde y Jules Koundé, no están cumpliendo.
Contra el Brujas, ambos firmaron una actuación para el olvido. Despistes, pérdidas absurdas y una sensación constante de inseguridad.
Koundé también está señalado | Getty Images, Madrid-Barcelona
Pep Guardiola, desde Manchester, lleva tiempo siguiendo al joven lateral. Le gusta su perfil, su velocidad y su proyección ofensiva, pero el Barça ya no lo ve tan intocable como antes.
Flick no cede. Confía en los suyos, cree en su sistema y no quiere dar un paso atrás. Para él, cambiar la estructura sería renunciar a su identidad futbolística, pero los resultados no le acompañan.
Los errores defensivos se repiten, los puntos se escapan y el juego pierde brillo. La paciencia de los aficionados se agota. En el Camp Nou ya no hay tanto aplauso para Balde ni para Koundé, sino suspiros y gestos de frustración.
Muchos aficionados comparten la idea de que, si el City lo quiere, podría ser mejor dejarle marchar, porque ahora mismo no está rindiendo al nivel esperado.
La situación deja al Barça ante un dilema. Por un lado, Balde sigue siendo un futbolista joven, con talento y un potencial enorme. Por otro, su rendimiento actual no está a la altura del escudo que lleva en el pecho.
Guardiola podría ofrecerle un entorno ideal para crecer sin tanta presión. Y, en lo económico, una venta sería un balón de oxígeno para un club que aún arrastra problemas financieros. Pero perder a un canterano siempre duele, sobre todo cuando se había convertido en símbolo de la nueva generación.
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