REVISTA PANENKA
·24 de diciembre de 2024
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Cuando el invierno británico aprieta y la nieve adorna los estadios, el fútbol sigue su curso. Llega la Navidad y, con ella, el Boxing Day, una fecha en la que el fútbol inglés no para. En el recuerdo surge la imagen de Stanley Matthews, el primer Balón de Oro de la historia -y el más longevo tras conquistarlo con 41 años en 1956-, frotándose las manos frente a un brasero antes de salir al barro (véase la foto de portada de este artículo). Matthews no jugaba contra el frío, lo moldeaba. Como un artesano del cuero, zurcía regates con botas endurecidas por la escarcha y pies que apenas sentían nada. Sus manos heladas eran la antesala de una danza imposible: un giro, un quiebro y el rival quedaba atrás. El viejo Victoria Ground del Stoke City rugía con los trucos del “mago del dribbling”.
Stanley Matthews era mucho más que un futbolista, es un símbolo de otra época. Elevó el fútbol a la categoría de arte en tiempos de barro, hielo y balones de cuero. Su elegancia en el campo contrastaba con la dureza del entorno: un fútbol sin adornos, practicado en mitad de jornadas laborales interminables y gradas repletas de obreros que encontraban en el esférico un respiro de alivio. Incluso en los días más gélidos, cuando el invierno castigaba sin tregua, el fútbol de Matthews era un rayo de calor, un refugio donde los aficionados encontraban consuelo. Era un hombre capaz de encender el corazón de un estadio cuando el frío parecía apagarlo todo.
Ni siquiera un genio como Matthews podría haber evitado lo que ocurrió en el invierno de 1962. Aquel año, la historia del fútbol inglés quedó congelada en el tiempo. Los partidos se aplazaban en cadena y el Boxing Day apenas pudo ofrecer algo del fútbol
Sin embargo, ni siquiera un genio como Matthews podría haber evitado lo que ocurrió en el invierno de 1962. Aquel año, la historia del fútbol inglés quedó congelada en el tiempo por The Big Freeze, uno de los inviernos más duros del siglo XX. Durante más de dos meses, el país quedó sepultado bajo capas de nieve y hielo. Los termómetros no subieron de cero, llegando a temperaturas de 20 grados negativos, mientras que los partidos se aplazaban en cadena y el Boxing Day apenas pudo ofrecer algo del fútbol.
El 26 de diciembre de 1962, solo tres partidos de la antigua First Division -la predecesora de la actual Premier League– se disputaron en el blanquecino paisaje británico. En ellos, brillaron un legendario Jimmy Greaves, anotando un hat-trick en cinco minutos en la victoria del Tottenham por 5-1 ante el Ipswich Town, y Bobby Charlton, dándole una alegría al Manchester United en casa del Fulham. El tercer partido lo solventó el Leicester por la vía rápida con una manita ante el Leyton Orient (5-1).
El legendario jugador y entrenador del Newcastle United, Joe Harvey, ayudando a quitar la nieve de St James Park en febrero de 1963 / Mirrorpix
Entre estadios congelados, líneas de cal invisibles y operarios trabajando para levantar el manto de nieve aposentado sobre el verde, en Newcastle se elevó una figura por encima del resto: Joe Harvey. El legendario futbolista y entrenador de los ‘Magpies’ simbolizó la resistencia del fútbol inglés ante la violencia del clima invernal. Harvey lideró a sus jugadores con un gesto que sus paisanos jamás olvidarán. En febrero de 1963, después de mes y medio sin fútbol en St. James Park, con una pala en la mano, ayudó a retirar la nieve y el hielo para intentar brindar a los aficionados el fútbol que tanto añoraban. El acto de Harvey era un guiño a los tiempos en los que Matthews calentaba sus manos antes de sacar a relucir toda su magia.
La temporada 62-63 finalizó con dificultades a mediados de mayo. Los equipos de la liga inglesa disputaron hasta tres partidos por semana. A veces, incluso dos encuentros en dos días para echar el cierre a una campaña ya inolvidable. Aquella liga la ganó el Everton, que levantó su sexto título. Por su parte, el hoy todopoderoso -aunque esté pasando por horas bajas- Manchester City descendió a la Second Division junto al Leyton Orient.
Los inviernos británicos siempre nos dejan imágenes preciosas en la memoria. Aunque ninguno superará aquel invierno de 1962 con estadios vacíos cubiertos por un manto blanco. Fue un recordatorio de lo que realmente significa el fútbol en esas islas
Casualidades de la vida, la temporada siguiente fue otra historia. Había tantas ganas de Boxing Day, que se convirtió en el más goleador de todos los tiempos. Los goles fueron cayendo como copos de nieve en las frías noches del Big Freeze. Una tormenta perfecta para sacudirse el frío y calentar la butaca. En los diez partidos de aquel 26 de diciembre de 1963, se anotaron 66 goles. Siempre será recordado el 6-1 del Burnley al Manchester United, el empate a cuatro entre West Bromwich Albion y Tottenham, o los diez goles que el Fulham le endosó al Ipswich Town.
Los inviernos británicos siempre nos dejan imágenes preciosas en la memoria. Aunque ninguno superará aquel invierno de 1962 con estadios vacíos cubiertos por un manto blanco. Fue un recordatorio de lo que realmente significa el fútbol en esas islas donde nació el deporte rey: frío en las manos, calor en el corazón. Porque incluso en los peores temporales invernales, el fútbol siempre encuentra la manera de seguir adelante. Entre el frío y la nieve brilló el primer Balón de Oro de la historia. La huella de Sir Stanley Matthews ya es imborrable.