Regate Femenino
·1 de agosto de 2023
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·1 de agosto de 2023
21 años. La futbolista más joven en marcar un doblete con Estados Unidos. La jugadora mejor pagada de la NWSL. Esa es Trinity Rodman. Delantera vertical, con grandes aptitudes físicas, y mucha intuición en el juego. Y sí, también hija de Dennis Rodman, leyenda del baloncesto y uno de los personajes más extravagantes de la NBA. Con este cártel llegó la joven atacante al Mundial. Apenas hacia un año de su debut, que fue llamada a filas. No era el ‘Tío Sam’, sino un Vlatko Andonovski apostando por el talento. Desde entonces ya ha anotado cuatro goles defendiendo el escudo de las barras y las estrellas. Una de las mayores promesas del país norteamericano, que por fin se ha quitado la etiqueta de hija para brillar por sí misma, aunque la sombra del Gusano nunca va a perecer.
Pelo teñido, piercings, tatuajes y excentricidades de todo tipo. Dennis no ha tenido nunca ningún reparo en contarlas. Sin embargo, antes de ser el Dennis que hoy día conocemos, fue un joven introvertido, con una difícil situación familiar y un talento por el baloncesto aún sin descubrir. De la calle pasó al parqué para brillar y convertirse en uno de los mejores reboteadores de la historia de la NBA. Encajó como anillo al dedo en los Pistons, franquicia que a finales de los años ochenta destacaba por su dureza física y que levantó dos anillos (1989 y 1990) en detrimento de un joven Michael Jordan liderando a los Bulls. Tras pasar por San Antonio y bordear el suicidio, desde Chicago acudieron a él para convertirlo en el mito que hoy conocemos.
De repente ese ala-pívot de pocas palabras pero con un físico descomunal empezó con los escándalos, las extravagancias y sus relaciones sentimentales con estrellas como Madonna y Carmen Electra. No obstante, el caballo indomable fue capaz de adaptarse alrededor de un equipo de ensueño, con Michael Jordan y Scottie Pippen a la palestra. No sin dejar al lado su desbordante personalidad. Algo que el director de orquestra Phil Jackson entendió como necesario para que Rodman rindiera sobre la pista. Daba igual si se iba a las Vegas como a participar en un combate. Los rebotes siempre caerían sobre él. Porque detrás de su figura de chico malo, Dennis destacó por su capacidad defensiva y su intuición reboteadora. Sabía dónde caería cada balón tras tener a todos los lanzadores estudiados. Misma intuición con la que juega su hija. Pero no en el parqué, sino en el césped.
“Claro que estoy orgullosa de mi apellido. Mi padre fue un atleta increíble y obtuve genes de él, pero me emociona llamarme así no sólo por ser la hija de Dennis, sino también de mi madre, un ser que me crió y de la cual siento que tengo su tenacidad y competitividad. Fue mi apoyo durante muchos años y ha sido gran parte de lo que soy hoy”. Trinity ha crecido con la sombra de su padre al lado. Nunca mejor dicho. Con la fuerza de tal apellido pero sin la figura paterna presente. Aun así, el instinto Rodman ha permanecido en su interior. Conocer el juego tal y como su padre demostró ha sido vital para que Trinity Rodman se convierta en la futbolista que hoy ha llegado al Mundial.
Imágenes de Getty Images.