Un León que volvió a rugir (por @NachoJOsorio1) | OneFootball

Por Ignacio Osorio

El día domingo no fue cualquier domingo, fue un domingo histórico, al menos para los hinchas y simpatizantes del Club de Deportes Concepción. Los Lilas ascendieron a la Primera División de nuestro fútbol después de más de tres lustros.

El ascenso del denominado León de Collao (para muchos el verdadero león del fútbol chileno), no es cualquier ascenso de algún equipo que por vicisitudes de la vida y el fútbol pasó muchos años sin pisar los pastos de la élite criolla, sino que detrás de esas lágrimas de alegría y una festividad descontrolada por las calles de la octava región, se encuentra una historia digna de libros de historia, de sendas investigaciones periodísticas, de documentales, de un constante recordar hasta qué punto puede llegar la corrupción de unos pocos inescrupulosos, desertores de la moral y la ética y que arrastraron con ello a toda una historia llena de sacrificios, hitos, éxitos, alegrías y penas de un club de fútbol señero en nuestro país. Detrás del ascenso del Conce, hay un verdadero club social.

La fecha no podía ser más simbólica, pues en pocos días más entramos a la década, a diez años en que un hecho histórico sacudía a nuestro deporte rey y toda una región: el Club de Deportes Concepción era desafiliado, no solo sancionado, no solo descendido, sino que quedaba fuera de toda consideración en cualquiera de las divisiones, amateurs o profesional, que componen nuestro alicaído y maltrecho pero querido fútbol nacional. Deportes Concepción debía partir desde cero, refundándose y recurriendo a los de siempre, a sus hinchas para poder no solo seguir subsistiendo de sus emblemas o estructura legal, sino también desde lo deportivo. El club se sostuvo por el apoyo constante, rifas, bingos, donaciones, aportaciones personales. Todo eso y más fue parte un proceso tortuoso para que al poco andar un grupo de jugadores, todos provenientes del fútbol amateur, muchos de ellos hinchas, compusieran el plantel que, para reunir y reforzar sus

escuálidas arcas, jugaba partidos amistosos contra selecciones locales y clubes amateurs. En paralelo, quienes habían asumido la dirigencia del club hacían las gestiones para, a partir del año 2017, hacer partícipe al equipo de la que es, en orden, la quinta división del fútbol chileno. El club pasaba de jugar – y competir- en Primera B, al quinto escalafón de nuestro fútbol tras la desafiliación. De ahí en más, con compromiso, tenacidad y mucho, mucho trabajo, Víctor Tornería en la dirigencia; Carlos Sepúlveda o Felipe Elgueta, entre otros, en cuanto a los futbolistas, irían año a año batallando y pasando escollos para subir desde lo profundo del futbol amateur organizado de nuestro país, hasta posicionarse en la Segunda Profesional, la primera categoría del fútbol rentado (formalmente) de Chile. De ahí en más, los sacrificios y el trabajo no cesarían, y luego de una serie de hechos administrativos-reglamentarios – y de manera algo sorpresiva- el Conce subía a la Primera B.

La gestión, año a año, considerando por supuesto aquellas épocas aciagas en donde el club no era casi nada más que el amor de sus propios hinchas, uno que otro balón abandonado y el empuje de miles que pusieron el hombro, buscando reconstruir a una institución importante, representante de la región que desde que Chile es Chile le compite en relevancia a Santiago y la RM.

El ascenso de Deportes Concepción, como fue mencionado, es una muestra épica que debería ser retratada en documentales y sendas investigaciones periodísticas, pues a través de los años y desarrollo de este proyecto, se ha demostrado que en Chile es posible gestar estrategias que permitan no solo la subsistencia, sino también la evolución de nuestros clubes a través – por supuesto – de elementos modernos que se consideran en la administración actual en el fútbol, sino que a la vez, el cariño, amor, pasión y dedicación de personas idóneas que fueron y son capaces de tener a Deportes Concepción devuelta en la Primera División.

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