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·11 de julio de 2025

Un recuerdo imperdible: La noche, allá por el año 1959, en que nació el Superclásico

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Dos partidos inolvidables jugados en noviembre del año 1959 no sólo significaron el verdadero origen del famosísimo Ballet Azul, sino que transformaron esta confrontación entre albos y azules (que hasta ese momento era un partido más del campeonato) en el choque más esperado del fútbol chileno.

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  1. U.DE CHILE 2 COLO-COLO 1

Miércoles 11 de noviembre de 1959

Partido de definición del Campeonato Nacional


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Estadio Nacional

Público: 40.774 personas

Recaudación: $ 19.969.550

Arbitro: José Luis Pradaude (Argentina)

  1. DE CHILE: Pacheco; Eyzaguirre, Núñez, Donoso y Navarro; Álvarez y Sepúlveda; Musso, Campos, Diaz y             Sánchez. DT: Luis Álamos

COLO-COLO: Escuti; Peña, Guevara, Navarro y Carrasco;  Rodríguez y Ortiz; Moreno, Soto, Toro y Bello. DT: Flavio          Costa (brasileño)

Goles: 39´Sánchez, de tiro libre (1-0); 50´Alvarez (2-0)          y 70´Soto (2-1).

Muy pocos creían en ese tiempo en Universidad de Chile. De hecho, nadie consideraba este partido con Colo-Colo como un Clásico ni mucho menos. Para los azules, el rival tradicional por los estudiantes mismos era Universidad Católica. Y para los albos, Magallanes por razones lógicas, Audax Italiano (porque ambos utilizaban sólo jugadores chilenos) y Wanderers (por la popularidad y bravura de los porteños)

Los que sí, había muchas expectativas en torno al futuro de esa generación que venía emergiendo de la mano de Luis Álamos, pero aún era muy pronto como para pensar en superar a colosos como lo eran, por aquél entonces, Colo-Colo, el propio Wanderers y los clubes de colonia.

La mejor prueba de ello es que la prestigiosa Revista «Estadio» se vio en el dilema de optar por adelantado en la elección de la portada, porque en aquellos años no existían las posibilidades tecnológicas de ahora y la impresión de una tapa a color demandaba a lo menos una semana. Y se eligió a Colo-Colo, obligando a una verdadera proeza para estampar sobre la foto la palabra vice- campeón, antes de que el semanario saliera a la venta, después de aquella finalísima del 11 de noviembre de 1959.

Algo similar tiene que haber ocurrido en los diarios del miércoles anterior, porque todos esperaban que Colo-Colo se coronara campeón en el partido correspondiente a la penúltima fecha y que lo colocaba precisamente frente a su más cercano perseguidor, Universidad de Chile, de quién lo separaban dos puntos de ventaja. Le bastaba un empate a los albos para asegurar el título y a los 40 minutos del primer tiempo ya ganaba el equipo popular por 2 goles. Como para echar a andar las rotativas celebrando una nueva estrella del Cacique.

La reacción que tuvo Universidad de Chile fue la que cambió la historia y creemos que resultó la verdadera base para el inicio de aquella leyenda llamada «Ballet Azul» y a su vez llegaría para quedarse esa rivalidad entre los dos equipos más populares de nuestro fútbol.

Por lo mismo, por la tremenda importancia que tuvo ese partido en la historia que nos preocupa, es bueno hacer un pequeño recuento de aquel compromiso disputado en un día laboral (martes 3 de noviembre), porque durante el fin de semana se respetó las festividades religiosas de la fecha y no hubo fútbol en el país.

Dirigió el árbitro argentino Luis Ventre, asistieron 41.349 personas y las formaciones fueron prácticamente las mismas que se medirían posteriormente en el partido definitorio, salvo la presencia de Enrique Hormazábal en el medio campo albo, quién se lesionó y no pudo recuperarse posteriormente, por lo que fue reemplazado a la semana siguiente por Hernán Rodríguez.

Esa lesión del «Cua-Cua» ratificó lo importante que es contar con una cuota de fortuna, tanto en la vida como en el fútbol, porque el talentoso interior colocolino se desgarró después de ejecutar el tiro libre que tras desviarse en la barrera descolocó por completo a René Pacheco y significó, exactamente en el minuto 40´ el 2-0 para Colo-Colo. Un marcador absolutamente justo a esa altura del juego, porque desde un comienzo se hizo sentir la mayor experiencia de los internacionales albos frente a los jóvenes jugadores azules.

Incluso, aparte de la apertura de la cuenta, tras una gestión personal de Bernardo Bello por la izquierda, el puntero del campeonato había tenido varias ocasiones más de gol, especialmente en los pies del generalmente infalible Juan Soto, quién esta vez no pudo dar con el arco cuando Jorge Toro lo dejó solo frente al pórtico en dos habilitaciones sencillamente perfectas.

Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos se produjo el vuelco espectacular. Porque Hormazábal no alcanzó a celebrar su gol y debió ser retirado de la cancha; además, antes de que bajara por el túnel fue testigo presencial del desborde de Braulio Musso y el empalme a boca de jarro de Osvaldo Diaz para anotar el descuento. Es decir que en un minuto, la «U» redujo la diferencia al mínimo en el marcador y quedó con un hombre de ventaja en la cancha para afrontar todo el segundo tiempo. Porque en esos años no estaba permitido hacer cambios.

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Por eso, la disposición de ambos equipos fue muy diferente al comenzar la etapa de complemento. Ahora Colo-Colo cedió el terreno y Universidad de Chile asumió la iniciativa. Leonel Sánchez y Alfonso Sepúlveda que habían estado muy cautelosos en el primer tiempo, ahora se fueron decididamente arriba y con ello empujaron a todo el equipo universitario.

No extraño mucho, en consecuencias, el error del experimentado Caupolicán Peña, que al verse desbordado por Osvaldo Diaz lo enganchó con un foul tan claro como innecesario, sin percatarse tal vez que ya estaban dentro del área. El penal lo ejecutó Leonel Sánchez y dejó igualado el marcador.

Quedaban todavía por jugarse 35 minutos y la orden del brasileño Flavio Costa fue muy clara: retener la pelota, no arriesgar, dejar correr los minutos y mantener el empate que significaba igual la obtención del título para Colo-Colo.

Luis Álamos, en cambio, mandó a toda su gente decididamente arriba. Como nunca, en todo el año, la ocasión de pelear el campeonato mano a mano estaba dada, por lo que había que jugarse esa posibilidad poniendo toda la carne al asador.

Fue dramático, por lo mismo, el esfuerzo desplegado por los noveles jugadores azules. Luis Eyzaguirre y Sergio Navarro corrieron por sus respectivos laterales de ida y vuelta, sin parar en ningún momento. Salvo cuando debieron ser atendidos por la aparición de calambres propios del esfuerzo sobrehumano desplegado. Esto hizo que el argentino Ventre hiciera jugar más de cinco minutos de descuento, que fueron interminables para uno y otro equipo, aunque por motivos diametralmente opuestos: Colo Colo, porque ya no tenía fuerzas para seguir resistiendo tanta presión y la «U» porque no encontraba de donde sacar ese último aliento que les permitiera llegar a la victoria.

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Se llegó así al minuto 50´y Gastón Guevara derribó a Ernesto Alvarez, muy cerca del banderín del corner. Algunos dijeron que el delantero se cayó de puro cansado, pero lo cierto es que hubo foul del defensor, por lo que una vez más estuvo acertado el pito trasandino. Leonel Sánchez se ubicó frente a la pelota y todos los jugadores, a excepción de René Pacheco, se instalaron en el área alba a la espera del centro.

Justo cuando el árbitro ya miraba el reloj para dar por terminado el juego, vino el centro aéreo de Leonel y Misael Escuti se elevó plásticamente, superando a todos los que saltaban buscando ese globo que caía del cielo. Parecía jugada terminada, pero inexplicablemente el meta internacional perdió la pelota y Carlos Campos aprovechó el regalo para cabecear el balón hasta el fondo de la red.

Por ese gol, nació la leyenda negra e injustificada que denunciaba supuestos problemas oculares de Misael Escuti en los partidos nocturnos.

Por ese gol, se apagaron las antorchas y se acalló el grito de «campeones» que hace largo rato se escuchaba en el sector norte del Estadio Nacional.

Por ese gol, contrariamente, estalló el júbilo en la bullanguera barra universitaria que pobló el sector sur del coliseo ñuñoíno.

Por ese gol – y tras derrotar posteriormente a Everton y Unión Española- Colo Colo y Universidad de Chile debieron jugar un partido definitorio, que obligó a cerrar las puertas del Estadio Nacional quedando mucha gente afuera y sin poder entrar a ver la espectacular final, que significó el segundo título en la historia de la entidad universitaria y el primero en la inolvidable década del ballet.

Y en aquella final, otra vez la gente de Colo Colo pudo quejarse de falta de fortuna, porque hubo un remate de Hernán Rodríguez que fue devuelto espectacularmente por el travesaño; un tirazo de Jorge Toro que superó a Pacheco y fue sacado desde la línea de sentencia por Humberto Donoso y un centro de Mario Moreno que se paseó por toda la raya de gol y se perdió junto al segundo palo sin que ningún botín alcanzara a puntear la pelota. En realidad, hubiera bastado un soplido para concretar el tanto.

Todo esto, antes de los 39´, cuando Luis Eyzaguirre fue fouleado por Mario Ortiz, tras interceptar un pase largo para Bernardo Bello. Parecía una sanción sin trascendencia, porque la pelota se encontraba sólo a metros de la línea divisoria del medio campo. El único que no pensó de la misma manera fue Leonel Sánchez, quién cruzó toda la cancha para ejecutar el tiro libre. ¿No pensará tirar al arco desde ahí? se preguntó sorprendido un connotado hincha azul en la tribuna oficial.

Y eso era precisamente lo que pensaba el gran Leonel, que tras tomar carrera enfiló un zurdazo impresionante, por su potencia y efecto, que le dobló las manos a Misael Escuti y significó la espectacular apertura del marcador. Con ese gol, tan extraordinario como increíble, Colo-Colo se fue «groggy» a los vestuarios.

Esto fue precisamente lo que aprovechó Ernesto Alvarez, quién a poco de iniciado el segundo tiempo, inauguró la serie de goles de gran factura que le anotaría a lo largo de su carrera a Colo-Colo. Se fue la «Vieja» desde su propio campo eludiendo rivales y al enfrentar a Escutti la cruzó al segundo palo y se fue celebrando la conquista antes de que la pelota traspasara la línea de gol. Iban recién 5 minutos del segundo tiempo y Colo-Colo ahora sí que parecía estar definitivamente nocaut.

Sin embargo, es indudable que los albos también se han distinguido a través del tiempo por su indomable espíritu de lucha y fue así, como tras el desconcierto se produjo la reacción del Cacique y el premio llegó en el minuto 25 con el descuento de Juan Soto.

Afortunadamente para la «U», los jugadores de Colo-Colo no tuvieron resto para poder dar vuelta el partido. La mente quería, pero las piernas ya no podían con el esfuerzo desplegado en el lapso extenuante de diez días jugados a todo ritmo y a toda presión.

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Se llegó así al minuto final y como esta vez no hubo descuentos mayores, el pitazo de otro argentino, José Luis Pradaude (también de impecable cometido), puso fin a un campeonato emocionante y desató un verdadero carnaval entre la gente universitaria.

Los jugadores del equipo azul se abrazaron llorando en el centro de la cancha y fueron a buscar a Luis Álamos para pasearlo en andas frente a la barra del sector sur, donde hombres, mujeres y niños también compartían esa emoción inédita de sentirse campeones.

El público imparcial e incluso los propios hinchas de Colo – Colo se adhirieron al festejo, aplaudiendo deportivamente al vencedor.

Eran cincuenta mil personas, entre público y protagonistas, que sin saberlo se convertían en los primeros testigos del nacimiento del inmortal Ballet Azul, en el primer capítulo de una rivalidad que se haría eterna y en el primero de muchos partidos que transformarían esta confrontación entre albos y azules en el Superclásico del fútbol chileno.

(Del capítulo V (“Los Clásicos de Siempre”) del libro “La verdadera historia del Ballet Azul escrito por el autor de esta nota)

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