Un 10 Puro
·10 de diciembre de 2025
Una noche que compite, pero no alcanza

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·10 de diciembre de 2025

Había un punto extraño en el ambiente del Bernabéu: más que un rugido, una respiración contenida. El Madrid llegaba sin Mbappé, sin siete titulares, sin respuestas claras y con la clasificación temblando. Y, sin embargo, salió a morder. Salió a competir casi por orgullo, por necesidad emocional, por demostrar que su derrumbe reciente no era del todo irreversible. Al final cayó 1-2 ante un City parsimonioso, tan frío como eficaz en los momentos clave. La derrota dolió, pero no dejó el vacío de otras noches: dejó preguntas. Y una sensación tibia de que algo se movió… aunque no lo suficiente.
Un arranque de disculpa
El Madrid empezó como si necesitara enmendarse. Desde el primer minuto buscó recuperar alto, acelerar, proyectarse. Vinicius se fabricó un penalti que no fue —falta justo fuera del área— y Rodrygo erró un mano a mano en el que solo faltó dirección. Era un comienzo vibrante, inesperado para un equipo tan remendado: Gonzalo ocupando el hueco de Kylian, Valverde cumpliendo de lateral, Asensio de central y Ceballos como tercer interior para dar algo de orden.
En ese caos bienintencionado, Rodrygo encontró su mejor noche en meses. Y de su desborde nació el 1-0: una recuperación de Bellingham, carrera por la calle del ocho y definición cruzada. Terapia Champions para un futbolista que parecía perdido.
El City, que entró al partido con un ritmo anestesiado, sobrevivió por las chispas constantes de Doku, único en modo eléctrico. Guardiola alineó a todo su once de gala, pero su equipo circulaba sin herir. Hasta que el balón parado abrió una puerta inesperada: cabezazo de Gvardiol, rechazo defectuoso de Courtois y O’Reilly cazando el empate.
El 1-1 desajustó al Madrid, y ahí apareció la torpeza: un penalti innecesario de Rüdiger sobre Haaland, en una acción sin amenaza real. El noruego no perdonó. Dos fogonazos y el City por delante sin haber sometido a nadie.
Con 1-2, el Madrid tuvo que reinventar el plan. El partido se abrió, Doku siguió castigando a Valverde y, aun así, Bellingham tuvo el empate en una vaselina mal calibrada. Xabi Alonso movió piezas con pragmatismo: adelantó a Bellingham, buscó juntar pases, intentó cambiarle el pulso al encuentro. Pero el City respondió con una frialdad quirúrgica: posesiones largas, pérdidas mínimas, ritmo muerto. Control desde la indiferencia.
El Madrid insistió sin brillo. Brahim agitó algo, Endrick ofreció piernas nuevas, pero no hubo claridad. El larguero evitó la última bala.
La derrota agranda el problema clasificatorio y mantiene a Xabi Alonso en un alambre que ya conoce de memoria. Pero el partido dejó un matiz distinto: este Madrid debilitado mostró intención, orgullo, cierta resistencia emocional. Fue una versión mejorada, aunque limitada; un paso adelante sin camino recorrido.
Queda la duda que sobrevuela desde hace semanas: ¿este equipo está cayendo o está despertando? La respuesta no estuvo en el 1-2. Pero algo, aunque poco, se movió.









































