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La Colina de Nervión

·3 de noviembre de 2025

Víctima de su propio vacío

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¿Conspiración contra el Sevilla Fútbol Club? ¡Qué va! Debilidad corporativa que apesta. Una dirigencia que se va y otra que no llega: los terrores del interregno. Así se entiende cómo el nerviosismo se ha instalado de nuevo, otra vez, ahora que parecía espantado por la solvencia de Cordón y la intensidad de Almeyda. Los jugadores y el cuerpo técnico no pueden ignorar por completo estas turbulencias accionariales, y eso acaba manifestándose en el campo.

Pero esta debilidad como sociedad también es responsable de los arbitrajes que estamos padeciendo. El arbitraje español es escandalosamente malo, pero no por falta de calidad técnica —pues luego triunfan fuera de nuestras fronteras—, sino porque se sustenta sobre una economía moral fallida, corrompida por la presencia despótica de una jerarquía infame de preferencias que empieza en Madrid y va chorreando, presionando hacia abajo toda la escala. Hasta el punto de que hubo un club que tuvo a sueldo, durante años, al jefe de los árbitros… y no pasa nada.


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Si una institución como el arbitraje, cuya función esencial es administrar justicia en la interpretación de las reglas y en el curso de la confrontación, falla por completo en su economía moral, es una institución fallida. Esto no excusa las debilidades de la plantilla, pero la raíz de esa misma fragilidad tiene una causa común: la guerra civil entre las élites del sevillismo. Insisto: los árbitros no la tienen tomada con nosotros, pero en un campo de fuerzas tan tenso como es LaLiga siempre acaba operando el sesgo hacia los sitios más débiles.

Esta es la clave para entender el partido de Madrid y para valorar lo que ha hecho Almeyda. Cargado de menos bajas de las esperadas, volvió la magistral serenidad de Azpilicueta —y se notó—, y el fuelle todoterreno de Mendy. Aun así, el equipo fue capaz de sostenerse… hasta que llegó el penalti. Nianzou tuvo que ser; veremos cómo está el jugador recuperado. Va a ser decisivo en este Sevilla: tiene mucha calidad y juventud, si las lesiones no lo inhabilitan, que es su gran problema. Veremos el fútbol que acumula. Pero el penalti no fue todo: la falta de Giuliano Simeone sobre Suazo en el origen del 2-0 fue flagrante, un codazo incluso, del jugador del Atlético.

Veo siempre los partidos del Sevilla fuera de casa por televisión, como casi todo el sevillismo, pero con una salvedad: los veo una vez terminados. Es decir, en diferido. Así debe de ser como ve la vida Dios: analizo los partidos del Sevilla en modo Dios. Y no solo los veo en diferido, sino también con música de fondo, que varía según el resultado ya sabido. En las victorias elijo, habitualmente, una serie de extrañas sinfonías dodecafónicas o música antigua: motetes, piezas espirituales o canto llano. En las derrotas opto por marchas procesionales, arreglos sinfónicos, arias de ópera o música clásica. Esas son las bandas sonoras de mi fútbol, que van desde las marchas de Semana Santa hasta la ópera. Es decir: uso música serena y recogida en las victorias, y música encendida en las derrotas, siguiendo aquella máxima de humildad en la victoria y arrogancia insolente en la derrota.

El protocolo ritual es siempre el mismo. Primero enciendo el teléfono una vez que el reloj ya me indica que el final del partido está concluido. Siempre accedo a través de la misma plataforma. Me llevo el sofocón o la alegría con el menor coste metabólico posible al ver el resultado. Busco declaraciones y resúmenes, y luego pongo el partido en diferido. Otro día hablaré de mi relación supersticiosa con el Sevilla y explicaré por qué creo que esta superstición no es irracional. Siguiendo este protocolo, no nos ha ido del todo mal: hemos reinado en Europa.

No es que siga confiando ciegamente en el dúo Cordón-Almeyda, sino que creo que estamos bastante mejor de lo esperado. Eso sí, a condición de que la ansiedad no nos posea y de que el interregno termine cuanto antes. Comparar a Almeyda con Pimienta es insostenible, aunque este lleve dos puntos más que el argentino. Y lo es porque ignora el fútbol desplegado y el resultado del Sevilla ante el Barcelona, un dato tanto cualitativo como cuantitativo que nunca vimos con Pimienta. Ese partido no puede ser tomado como la media de desempeño esperable por el equipo, pero tampoco puede entenderse como una casualidad fruto de una tarde inspirada. La diferencia está en lo que, en teoría de sistemas complejos, se denomina efecto de histéresis del rendimiento. Se llama así al fenómeno por el cual un sistema que ha alcanzado un punto álgido de funcionamiento u orden (juego y resultado contra el Barça) conserva, tras su declive (las tres derrotas posteriores), una memoria estructural o funcional de dicho estado, de modo que su comportamiento posterior depende no solo de las condiciones presentes, sino también de la trayectoria que lo llevó al máximo.

Osasuna viene pronto. Volverá Agoumé, por el que siempre apuesto y que nunca me ha defraudado. Y lo de Toledo… pasó lo que tenía que pasar, y ya está. Nada que perder, nada que mejorar. Así es la Copa en su primera fase: una competencia muy desagradable que solo tiene el aliciente de una promesa de gloria futura. Pero para los pesimistas y decaídos tras estas tres derrotas: el sistema, el equipo, no olvida su mejor versión, sino que la mantiene en superposición latente, que diría la lógica cuántica. Jajá.

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