Fondo Segunda
·14 de septiembre de 2023
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·14 de septiembre de 2023
Más de una década como militante de Segunda División lleva el Real Zaragoza. Un equipo que llegó con la etiqueta de ‘gallito’ colgada pero que, achacado por la erosión, ha terminado por moldear su condición de indiscutible superioridad para convertirse, simplemente, en uno de los clásicos de la categoría. Ha estado en ocasiones a un paso de alcanzar la cima, pero los derrumbamientos en el momento menos esperado le llevaron una y otra vez a la casilla de salida. El desgaste sufrido puede terminar desembocando en un desenlace fatal, aunque, ciertamente, ahora mismo no se contempla otro final a esta historia que no pase por el ascenso del Real Zaragoza a Primera División. Un pleno de victorias enmarcadas en un inicio de temporada impecable, ha desbordado la ilusión de un equipo que celebra el mejor comienzo de competición de toda su historia. La última, en Cartagonova, le hizo estallar de júbilo. No por lo que se vislumbra como un futuro prometedor sino, más importante aún, por sentir como por fin puede liberarse de las cadenas de un pasado aciago.
Víctor Mollejo, el autor del tanto decisivo de ese encuentro, también experimentó esa misma sensación de algún modo cuando empujó el balón a la red para dejar atrás un calvario de lesiones. Las sensaciones que se le pasaron por la cabeza en ese momento debieron ser inexplicables. La polémica celebración que protagonizó después, más aún. Muchas son las voces que han confluido desde entonces hasta crear un enardecido debate acerca de la legalidad de una acción que ha dado la vuelta al mundo, pero pocas las que entienden que la única injusticia que se está cometiendo respecto a este asunto es permitir que haya terminado por ensombrecer a la mayor gesta de la historia reciente del Real Zaragoza.
La corta carrera labrada por Víctor Mollejo hasta el momento, no ha estado nunca envuelta por la polémica. No arrastra antecedentes que se conozcan públicamente. Y, aun así, tan solo un gesto desafortunado ha bastado para mancharla por siempre. La vulgaridad que exhibe es manifiesta. La intencionalidad, más que cuestionable. Pero el jugador del Real Zaragoza no será ni pionero ni postrero de una misma acción que aparece con frecuencia en cada escenario y en cada escalón de nuestro fútbol, aunque resuelta por medio de una sentencia siempre distinta: pasar desapercibido en contraposición con castigos demasiados severos, como extremos de una escala compuesta por una infinidad de grises. Los límites son difusos. Y, los criterios empleados, tan dispares que resultan imposibles de entender. Mollejo pidió disculpas al término del encuentro como muestra de arrepentimiento en lo que, para muchos, debió marcar el final de un hecho sin relevancia alguna.
LaLiga, por el contrario, decidió tomar cartas en el asunto para imponerle una sanción de entre uno y tres partidos, lo que ha levantado una polvareda de opiniones que disparan en distintas direcciones atendiendo a diferentes puntos de vista: deportivo, educativo, social, ético, legislativo e, incluso, de índole política. Todo está conectado, pese a los múltiples esfuerzos por intentar establecer una separación entre lo que es fútbol y todo lo demás. Ciertamente, resulta imposible evitar que, en una madeja de hilos infinitos, entre ellos no se lleguen a tocar. Y, en este caso, no solo se han tocado, sino que han chocado frontalmente a través de la comparación como medio recurrente a la hora de intentar encontrarle una explicación a situaciones que nacen de un patrón parecido, pero de contextos radicalmente diferentes. Hasta la persona que desarrolla una actividad totalmente aislada, sostiene una opinión propia mejor o peor fundamentada porque siente que, de una manera u otra, esa acción que ocurre en un campo de fútbol le ofende. Atenta contra sus propios intereses. Hiere su propio orgullo. Mollejo cumplió con su parte al asegurar que
no era nada significativo ni me dirigía absolutamente a nadie. Pero no es excusa y vuelvo a pedir disculpas a todas las personas que se hayan sentido ofendidas y decir que lo siento”
El daño está hecho, pero no es irreparable. La buena praxis de la competición a la hora de dirimir la resolución del asunto, sin embargo, ha vuelto a quedar en entredicho. Y el arreglo, en este caso, parece algo más complicado.
Deporte, educación, sociedad, ética, derecho o política. El abanico se abre tanto como queramos hacerlo. Si giramos un poco más la muñeca, podremos desplegar una nueva varilla que se corresponde con otro factor que, últimamente, ha estado estrechamente vinculado al fútbol, pero por otros motivos muy distintos. Hablamos de la psicología, aunque, en este caso, podemos poner el enfoque de manera muy concreta en una teoría capaz de darle una nueva lectura a lo sucedido en torno al gesto de Mollejo: es lo que se conoce como ansiedad anticipatoria o, lo que es lo mismo, una demostración de que el 90% de las cosas que nos preocupan jamás suceden. Tendemos a maximizar nuestros pensamientos hasta alcanzar límites insospechados que poco, o nada, tienen que ver con la situación real. Ocurre, por ejemplo, cuando tenemos miedo a conducir bajo una intensa lluvia sin pararnos a pensar, ni por un momento, que el evento al que nos dirigimos pueda terminar cancelándose por las inclemencias meteorológicas. También cuando sentimos miedo a ser despedidos del trabajo por una reprimenda puntual del encargado, o a que nuestra pareja decida cortar la relación con nosotros por un solo desencuentro.
@somosvibra_ 🤔 Mollejo ha protagonizado la polémica este fin de semana con su gesto realizado a final de su partido con el RealZaragoza. #laligahypermotion #fyp #parati #viral #polemica #mollejo #Zaragoza #maño ♬ Superhero (Heroes & Villains) – Instrumental – Metro Boomin
El gesto de Mollejo ha traspasado todo tipo de cotas hasta convertirse en un gran revuelo que ha sacudido a todo tipo de estamentos para ofrecer una versión distinta cada vez: políticamente incorrecto, educacionalmente despreciable, jurídicamente condenable… pero, al final, no deja de ser un acto enmarcado en los límites establecidos por el terreno de juego ,como también lo pueden ser una coz a destiempo, un improperio desafortunado o cualquier otro más que no trasciende más allá de lo que puramente es el fútbol, porque el motivo que lo origina no es otro que la inercia del propio juego. El de Mollejo no es distinto. Es un acto de reivindicación ante un pasado lastrado por las lesiones, y de su equipo por enterrar en el olvido una época de continuas desdichas que, por fin, parece estar llegando a su final. Es un acto nacido de la inocencia, en la que la adrenalina acumulada también ha jugado su papel. No deja de ser un acto reflejo.