La Galerna
·8 de noviembre de 2025
Vinícius en el espejo de Juanito

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·8 de noviembre de 2025

Dejaba caer el otro día Daniel Vila la cuestión sobre si Vinicius puede considerarse el nuevo Juanito. Debate interesante, aunque la comparación de jugadores, y más cuando corresponden a épocas que parecen mundos diferentes, sea un juego con truco. Porque, por cambiar, ha cambiado hasta el himno. Si Juanito hacía suyo aquello de “todo nervio y corazón”, Vinicius parece impelido con el “nadie resiste tus ganas de vencer”. Pero juguemos, comparemos, porque si contribuye a despejar la neblina de la memoria a algún despistado sobre la relevancia del eterno siete blanco, ya habremos ganado la partida.

Primero, saquemos las fichas al tablero. Juanito ficha por el Madrid en 1977, con 23 años, tras completar un trienio fulgurante en el Burgos, ascenso a Primera incluido. Llega como figura —Supersónico, le decían—, directo a encender la chispa que le faltaba a un equipo en el que convivían baluartes del escudo como Pirri, Camacho o Santillana. Casi nada. Vinicius, con 18, fue enviado a la mili del Castilla, donde en la primera maniobra recibió un bocado en la cabeza por parte de un jugador del filial del equipo que primero se fijó en Juanito, el Atlético de Madrid. Y de ahí, a ganarse por méritos propios, contra todo y contra todos, el ascenso de meme a estrella.

En su década en Chamartín, el malagueño vistió su palmarés con cinco Ligas, dos Copas de la UEFA, dos Copas del Rey y una Copa de la Liga. Desde su llegada a Madrid, Vini ha tocado más metal: tres Ligas, dos Champions, tres Mundiales de Clubes, una Copa, dos Supercopa de Europa y tres Supercopas de España.
Ambos fueron dirigidos por entrenadores de lo más variopinto. Desde Miljanic hasta Beenhakker el español, pasando por Boskov, Di Stéfano, Amancio y Molowny. Mientras, Lopetegui, Solari, Zidane, Ancelotti y Xabi Alonso completan la lista del brasileño hasta la fecha.
el volcánico carácter que definía a Juanito también caracteriza a su heredero de dorsal. Jugadores que abren la boca y dejan con la boca abierta. El pack completo. Lo tomas o lo dejas
Y aquí comenzamos con las similitudes. De partida, ambos se salieron del método y el guion de un técnico madridista. El caso de Juanito, con Amancio, resultó más acusado. Fue en la campaña 84/85, cuando el mito gallego llegó al banquillo en sustitución del mito universal, Alfredo Di Stéfano. Jamás se entendieron, ni dentro ni fuera del campo. Respecto al brasileño, no es ningún secreto que las ideas de Xabi Alonso, cuya base es la presión solidaria, le han obligado a reconvertir su modus operandi para no verse fuera del once. Lo de Amancio terminó de la peor manera, con escándalos y despido; al tolosarra le avalan los resultados y las formas, siempre impecables, y Vini se ha ganado su perdón tras la peladura de claves del Clásico.

La filosofía y funciones sobre el césped también son moneda común de ambos jugadores, creyentes practicantes del fútbol antiguo e improvisado que pregona Panzeri. La misión, hacer de la osadía un hábito; la obligación, ser la llave maestra que abra los partidos y desquicie a los defensas. En definitiva, y parafraseando a Valdano, poseedores de “todas las armas que necesita un crack: velocidad física, técnica y mental; atrevimiento para inventar; y valentía para desafiar rivales, aficiones, críticas”.

Otro aspecto (posiblemente el que motiva el texto) es el volcánico carácter que definía a Juanito y también caracteriza a su heredero de dorsal. Jugadores que abren la boca y dejan con la boca abierta. El pack completo. Lo tomas o lo dejas. Con una personalidad guiada por la máxima natural de no ser como los demás, al tener su centro de gravedad en el corazón. De ahí las reacciones, en ocasiones extemporáneas o fuera de tono. Pero, ojo, como le sucedía al de Fuengirola, el principal perjudicado de los errores de Vinicius es el propio Vinicius. No hay espacio para la maldad, tan sólo un discurrir por los márgenes que a veces provoca una salida del carril impropia de a quien se le exige no sólo buen juego, sino ejemplo constante.

Esta pasión fronteriza, como imaginan, era aprovechada por los rivales de entonces contra Juanito de la misma forma que lo hacen ahora contra Vini, al que ven como la mecha por la que todo puede estallar. Anularlos, convenían y convienen, es robarle peligrosos argumentos al Madrid. Y por ello tampoco escatiman en la provocación. Aunque no siempre consiguen su objetivo. Como cuando Koke le dijo al brasileño que Mbappé le estaba “comiendo la tostada” y se llevó un “Ya, pero juega en mi equipo”. O como cuando Ferran intentó ponerlo nervioso antes de un penalti preguntándole con sorna si lo iba a tirar él, a lo que el madridista respondió enalteciendo una vez más al compañero: “No, lo tira Kylian, que los mete siempre”.

Con todo, los francotiradores no se agazapan únicamente en territorio enemigo, también viven en casa. Desde su mismo fichaje, a Juanito le resultó imposible conciliar el apoyo unánime de su propia afición, aunque por suerte para él y para la historia, su trayectoria le hizo justicia y hoy es un símbolo innegociable del ADN madridista. Del mismo modo, a buen seguro intoxicados por una prensa en la que hasta el último mediopensionista encuentra su espacio para atizarle, Vinícius también tiene su porcentaje de incrédulos o detractores en Chamartín. Vinagres ilustrados todos: amargados, sí, pero madridistas.

Respecto a la distancia entre ambos futbolistas, no se puede considerar menor. Juanito tenía una concepción del Madrid y del fútbol inimitable e inigualable. Por algo es el custodio del minuto siete del Bernabéu. En la previa del partido definitivo en la Copa de Europa de 1981, Julio César Fernández, de RTVE, le preguntó al de Fuengirola por la que era su primera final, y este le mostró su la transparente e irrenunciable ambición que lo definía: “La primera y espero que no sea la última”. Cuesta imaginar a Vinicius —y a cualquiera, seamos justos— brincando, fuera de sí, en plena simbiosis eufórica con el estadio, al ser sustituido después de una gesta histórica como fue la del Borussia. O dejar para el patrimonio del fútbol mundial una frase (90 minuti…) tras una debacle europea.

Por mucha leyenda negra y clichés compartidos, la calidad y el valor diferencial sobre el campo de Juanito y Vinicius son su principal argumento. Nadie llega y triunfa en el Real Madrid sólo con genio o actuaciones brillantes fugaces. Pero convendremos en que, por mucho que Vini lograra hitos como anotar un gol que valió una Champions (anhelo que al malagueño le quedó por conseguir), jamás rayará a la altura de la estela eterna de Juanito, imagen no sólo de una época, sino de un carácter al que el Madrid no puede renunciar sin perder su esencia. Porque el Madrid, así lo ha querido su devenir histórico, no se entiende sin la visión de Bernabéu, el salto a las alturas de Don Alfredo y el corazón de Juanito.
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