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·15 de julio de 2025

Vinícius Júnior y el reto más difícil: volver a ser él mismo

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Vinícius vive su momento más complejo en el Real Madrid. No es una lesión. No es una cuestión estadística. Es más profundo. Es una desconexión con su esencia

Benjamin Franklin, político, científico e inventor, considerado uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, dejó para la historia una frase tan simple como brutal:“Hay tres cosas extremadamente duras: el acero, los diamantes y el conocerse a uno mismo.”

Una sentencia que habla del autoconocimiento y, especialmente, de la introspección. Eso que es tan difícil pero tan necesario para evolucionar o, cuanto menos, para no estancarse.Eso, justamente, que le está haciendo falta a Vinícius Júnior.


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El punto exacto

Vinícius vive su momento más complejo desde que llegó al Real Madrid. No es una lesión. No es una cuestión estadística (aunque estas podrían reflejarlo). Es más profundo. Es una desconexión con su esencia. Una crisis mas que evidente, que afecta su juego, su lenguaje corporal y su toma de decisiones. Ese jugador que respondía con regates, sonrisas y goles ha mutado en uno más contenido, errático e incluso apagado.

Hoy ya no intimida como antes, y eso es preocupante. Porque el mayor valor de Vinícius era precisamente ese: el miedo que generaba. Los condicionaba con la mera sensación de que en cualquier momento podía inventarse algo. Ahora cuando tiene el balón, no pasan tantas cosas, lo que lleva a los defensas rivales a poder frenarle más fácilmente. Ya no es el vendaval de antes. Y no porque le falte calidad —eso sobra—, sino porque le falta confianza.

Hace meses que no es el mismo. Salvo destellos puntuales, su fútbol se ha vuelto más predecible, menos punzante. Ya no ataca con la ferocidad habitual, ya no parece disfrutar tanto. Incluso cuando encara, duda. Se le ve incómodo, como si estuviera buscando reencontrarse en cada jugada… sin lograrlo.

La memoria de las noches gloriosas

Y sin embargo, no hace tanto que era el mejor del mundo en lo suyo. Porque Vinícius ya fue uno de los mejores.

Basta recordar la eliminatoria frente al Liverpool en el Alfredo Di Stéfano, cuando se escapó tras un pase quirúrgico de Kroos y la mandó guardar con todo el alma. O su sociedad con Benzema en la 2021-22, cuando juntos destruyeron defensas en la ya recordada Champions de las remontadas: PSG, Chelsea, City y Liverpool. Aquel torneo donde Vini pasó de promesa discutida a realidad indiscutible.

En la 22-23 volvió a volar, incluso con menos ayuda ofensiva. Y en la 23-24, sin Karim y sin un ‘9’ fijo al lado, fue bandera del Real Madrid campeón de Liga y Champions. Marcó ante Bayern, fue decisivo contra City, se comió la final ante el Dortmund. Todo esto, hace poco más de un año.

Entonces, ¿qué cambió?

Un tuit, una entrega y la herida abierta

La respuesta no es única, pero sí hay momentos simbólicos. Uno de ellos fue la entrega del Balón de Oro a Rodrigo Hernandez el 28 de octubre de 2024. Un premio que perfectamente pudo haber sido para Vinícius, tras una temporada consagratoria en lo colectivo e individual.

Galardón que se otorga gracias a los votos y que las polémicas por lo casos de racismo. Su relación con los medios. Las críticas constantes. Las reacciones dentro y fuera del campo. Su imagen como crack mundial, se vio trastocada y esto no ayudo a su candidatura Y entonces, llegó aquel tuit que todavía resuena:

Una declaración de fuerza, sí. Pero también un grito de frustración. De reivindicación. Como si necesitara gritar que merecía más. Que estaba listo. Que no lo habían entendido.

Ese día, muchos pensaron que veríamos la versión más demoledora de Vinícius. Que el golpe le despertaría aún más hambre. Pero ocurrió lo contrario. Desde entonces, algo se apagó. El jugador que jugaba con alegría y alma libre comenzó a jugar con peso y ansiedad. Perdió naturalidad. Perdió confianza. Perdió la esencia.

El contexto tampoco ayuda

En la Copa América 2024, Brasil se despidió con más pena que gloria y Vinícius tampoco logró brillar. Fue una versión opaca. Algo lejos del jugador que bailaba, rompía líneas, dejaba rivales en el suelo y marcaba diferencias en cada duelo.

Y en su club, el panorama no ha sido más sencillo. La llegada de Mbappé ha generado una nueva dinámica ofensiva donde, por ahora, no hay química entre ambos. Vini se escora demasiado a la izquierda, pierde protagonismo, como desconectado de algún plan ofensivo. Tampoco ha renovado su contrato, una situación que alimenta los rumores.

Ahora, con Xabi Alonso en el banquillo tras el Mundial de Clubes, empieza una nueva etapa. El técnico tendrá que construir un sistema que potencie a sus grandes figuras. Y ahí, la convivencia entre Mbappé y Vinícius será clave. No será fácil, pero si ambos bajan el ego y priorizan el colectivo, el Real Madrid puede ser un equipo aún más temible.

Porque la competencia es feroz: Lamine Yamal explota en el Barça, Dembélé es figura en el PSG, y el Liverpool ha fichado recientemente a Florian Wirtz, uno de los talentos más brillantes del fútbol mundial, con la intención de construir un nuevo proyecto ganador. Manchester City buscando reencontrarse y Chelsea coranado recientemente como Campeón del Mundial de Clubes Los gigantes se mueven. Y nadie esperará a que Vinícius se reencuentre.

Volver a conocerse

Y es aquí donde la frase de Franklin cobra todo su sentido. Porque a pesar de haber ganado ya una buena variedad de títulos como futbolista, entre ellos, dos Champions League y haber inscrito su nombre en la historia de la competición de clubes mas prestigiosa del mundo. Tiene un reto como ser humano por delante muy duro. Que es conocerse a uno mismo. Aceptar las sombras, identificar los bloqueos, reencontrarse con el fuego interno que te hizo grande.

Vinícius tiene que hacer esa travesía. No para repetir lo que ya fue, sino para reconstruirse desde lo esencial. Volver a creer. Volver a confiar. Volver a disfrutar.

Porque si algo marcó la diferencia en su mejor versión fue eso: la insistencia. La convicción. El atrevimiento sin medida. Lo que lo hizo único no fueron solo sus piernas, sino su cabeza. Su fe en que, aunque falle una, saldrá la siguiente. Y si no, la próxima.

Vinícius Júnior necesita mirarse al espejo, no futbolístico, sino emocional. Reconocer lo que ha perdido, pero también lo que aún tiene. Y entonces volverá. No como un nuevo jugador, sino como el mismo de siempre, pero más sabio.

Imagen de Francois Nel/Getty Images

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