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La Galerna

·21 de octubre de 2025

Vinícius leyendo a Tsun Tzu

Imagen del artículo:Vinícius leyendo a Tsun Tzu

El domingo por la noche, el Madrid ganó al Getafe por la mínima, que es como más se saborean estas victorias en la charca liguera. Bordalás, que tiene fama de duro, salió llorando en rueda de prensa. «Vinicius no me puede provocar así», se quejó el inventor del Esto es fútbol, papá, lema del neo-catenaccio contemporáneo y prohombre de la filosofía del fútbol macho. Todo porque el 7 del Madrid le dijo, en tono de chacota, «buen cambio» en cuanto Nyom, expulsado nada más salir, embocó rezongando el túnel de vestuarios. Vini, que salió desde el banquillo, forzó, nada más entrar, una amarilla a Kike Femenía, que era el lateral derecho del equipo local. En seguida Bordalás recurrió a Nyom, un bigardo con antecedentes, para frenar a Vinicius. Con lo que, con la roja instantánea del recién llegado, Vinicius logró que Bordalás no sólo perdiese un hombre sino a sus dos laterales derechos y la estabilidad emocional del equipo en menos de cinco minutos. Acto seguido llegó el gol de Mbappé.

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Así que Vinicius, casi sin tocar el balón, decidió él solo el encuentro.


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Da la sensación de que Vini, por fin, tras un año largo de bajada a los infiernos, se ha rehecho y no sólo eso. Parece que está logrando transformar su punto débil, la irascibilidad y la facilidad para entrar al trapo, en una fortaleza. «Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo», dejó escrito Tsun Tzu en El arte de la guerra, «serás poderoso en cualquier lugar a donde vayas».

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El genio chino de la estrategia también escribió que «la mejor victoria es vencer sin combatir» y recomendaba «llevar a los enemigos a un punto del que no puedan salir, y morirán antes de poder escapar». Los autores intelectuales del atentado moral del balón de oro del año pasado conocían bien al público español, por no decir al pueblo español. Que, hoy, siente inclinación por la villanía y se muestra, ante todo, cruel y bajuno con el débil, con el doliente y con quien se expone a corazón abierto ante el mundo. Sabían muy bien el tsunami de mezquindad que la humillación del balón de playa supondría para el adalid del Madrid multicampeón moderno y al que Vinicius quedó inerme desde el siguiente partido. Las consecuencias, alineadas con la difícil mezcla con Mbappé, quedaron a la vista durante toda la anterior campaña. Da la impresión de que la cosa está cambiando.

España es un país triste y Vinicius es una estrella alegre. Es una gran noticia que este manicomio a cielo abierto no pueda enterrar a semejante supernova

Vinícius desquició al Getafe aprovechándose de que los rivales estaban avisados contra él. Utilizó sus trucos contra ellos. Sabía que lo estaban esperando y lo encontraron. Pero esta vez no fue la pelea infantil de un muchacho desesperado contra cien mil becerros en estado de exaltación, sino un sutil toreo de muleta con el que el 7 blanco, con su sonrisa por bandera, toreó patadas, puñetazos, provocaciones e insultos, que se volvieron, como un boomerang, en contra de quienes lo lanzaron.

El detalle revela un trabajo psicológico de fondo. La verdad es que resultaba imprescindible pues había un riesgo real de que Vinícius interrumpiera su carrera, siempre ascendente, y se enfangara en una guerra mercadotécnica que no fuera sino un callejón sin salida. Dos cuestiones esperanzadoras, y no menores, del Madrid de Xabi Alonso hasta el momento, son la evolución de Vinicius hacia una versión abenzemada de Mbappé y la toma de galones de éste, tan natural como aceptada en apariencia por los demás. Ya no compiten por los espacios, que parecen repartidos (a la izquierda, el 7, en la bombilla del ataque, el 9) ni por la jerarquía (Mbappé es un primus inter pares) y además Vinicius está recuperando olfato, colmillo e influencia en el juego aislándose de la atmósfera hostil.

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Algo semejante ocurrió hace años con Cristiano Ronaldo y a la postre se puede decir que el portugués utilizó todo el odio de un país para alimentar sus ganas de ser el mejor. Ese era el camino, ya estaba marcado, y parece que Vinicius lo está entendiendo. La buena operatividad de sus dos mejores jugadores, más aún, de sus dos superestrellas, es un espaldarazo a un equipo todavía cogido por alfileres que va ganando sus partidos más por efectividad que por estilo.

Lo que no deja de resultar obsceno es que Vini siga siendo, para un país ofendido y humillado por su clase política cada día de cada semana de cada mes de cada año, como echar sal en una herida. Quizá no pueda ser de otra manera, quizá su sonrisa de niño feliz y sin complejos incida en un trauma social muy hondo cuya raíz principal sea la tristeza. España es un país triste y Vinicius es una estrella alegre. Es una gran noticia que este manicomio a cielo abierto no pueda enterrar a semejante supernova.

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