Dosis Futbolera
·12 de abril de 2025
Vinicius se cae del pedestal: el desafío que se volvió en su contra

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·12 de abril de 2025
«Lo haré 10 veces si es necesario. No están preparados.»La frase resonó como un cañonazo. Vinicius, convencido de que el Balón de Oro tenía su nombre grabado, vio cómo en el último segundo se lo arrebataban. El premio, como se intuía, volaba a manos de Rodri, y apenas veinte minutos después de confirmarse la decepción, el brasileño se puso la capa de justiciero y lanzó su reto al mundo: un mensaje enigmático, pero cargado de rabia, orgullo y sed de revancha. Era el nacimiento del “X10”. Una promesa al fútbol. Una amenaza a los que dudan. Pero la historia no siempre se escribe como uno quiere.
Desde su llegada al Real Madrid tras la marcha de Cristiano, Vinicius fue carne de meme, objeto de burlas por sus fallos de cara a puerta. Lo querían fuera antes de que despegara. Y él, en silencio, construyó su venganza. A base de trabajo y fuego interno, calló bocas. Títulos, goles, exhibiciones. Lo hizo todo. Ganó 14 trofeos, incluyendo 3 Ligas y 2 Champions, y cuando hubo que aparecer en noches grandes, lo hizo: 11 finales ganadas de 13 jugadas, con 8 goles y 6 asistencias. Su última temporada fue su obra maestra: 26 goles, 13 asistencias y líder absoluto hacia la Decimoquinta. El mundo se rendía ante él. Todo encajaba. Hasta que dejó de hacerlo.
El fútbol, ese animal que no perdona la duda ni el bajón, le dio la espalda. Desde aquel lunes 28 de octubre, el día del Balón de Oro que nunca llegó, Vinicius se fue apagando. Su fuego se transformó en humo. Los rivales ya no tiemblan. El miedo que generaba se ha evaporado. Su duelo contra el Arsenal fue una caricatura de lo que fue: desdibujado, sin filo, sin alma. La peor noche de su temporada.
Y lo peor: el mensaje “X10” no encendió nada. Ni su juego, ni al vestuario, ni a los rivales. El desafío se diluye y el ‘7’ merengue se mira al espejo sin encontrar al monstruo que arrasaba defensas. Vinicius prometió una era. Hoy, lucha por recuperar su nombre.
En el Emirates, Vinicius fue un fantasma. Tocó la pelota 38 veces… y la perdió 18. No disparó, no regateó, no generó. Cero. Nada. Un agujero negro en ataque. Fue el reflejo perfecto de su 2025: un jugador que antes desbordaba con furia y ahora camina sin rumbo. Solo 6 goles y 4 asistencias en los 23 partidos que ha disputado este año. Apenas ha participado en 10 tantos, cifras muy por debajo de un futbolista que prometía arrasar con todo. Su cuenta total en la 24/25, que iba rumbo a cifras históricas (19 goles, 14 asistencias), se ha congelado justo cuando más se le necesita.
La promesa no se ha cumplido. Aquella rabia contenida tras el Balón de Oro se ha diluido entre la frustración y la ineficacia. Antes de París, su promedio de impacto era de 0,87 participaciones de gol por partido. Desde entonces, ha caído a 0,66. La curva descendente es imposible de ocultar. El ‘7’ blanco atraviesa su noche más oscura. El Bernabéu ya no le arropa, lo silba. Ha fallado dos penaltis clave, y cada error pesa como una losa. Vinicius, que aprendió a sobrevivir a base de palos injustos, vuelve a mirar al abismo. El fútbol le exige otra lección, y esta vez, no hay red debajo.