REVISTA PANENKA
·17 de octubre de 2024
In partnership with
Yahoo sportsREVISTA PANENKA
·17 de octubre de 2024
Siento una admiración inmensa, casi infinita, por aquellos que hacen parodia de sus defectos físicos. Juegan claramente en una liga superior. Juan Carlos Onetti, por ejemplo, tenía una frase preparada siempre que recibía a un periodista para una entrevista: “Discúlpeme que lo atienda con dos dientes, pero los otros se los presté a Vargas Llosa”. El humor divierte, entretiene y sana, pero sobre todo protege: su función definitiva, la más sofisticada, es actuar como escudo ante la mirada punzante del otro. Un ser humano, con el tiempo, puede dejar de fumar, de escuchar El Canto del Loco o de ponerse sudaderas con capucha. Pero lo que no podrá dejar de hacer nunca es meterse con el físico de los demás. Así de hijos de puta somos. Wayne Rooney colgó las botas en 2021. Atrás quedó un delantero que le pegaba al balón como si fuera una piñata llena de caramelos. El máximo goleador de la historia del Manchester United. Casi nada. Ocurre que, desde su despedida, su apariencia cambió vertiginosamente. Rooney cometió el peor de los pecados: ganó peso. Podemos reírnos de alguien por su torpeza, por su vestimenta o por su clase social, pero nada supera la tentación de burlarnos de un gordo o de una gorda, como si ese fuera el único gatillo que no pudiéramos evitar apretar, el último estadio de nuestra crueldad. Hace algunos meses, el hoy entrenador del Plymouth Argyle fue a ver un encuentro en Old Trafford, le hicieron una foto y las redes se llenaron de comentarios mofándose de su declive: parecía a punto de reventar. Los memes hicieron tanto ruido que acallaron incluso las noticias posteriores de los medios que aclaraban que la imagen se había editado y era falsa. Sonaron las mismas carcajadas cuando, unas semanas después, el exfutbolista se vistió de corto para jugar una pachanga de veteranos y la camiseta se le cosía al cuerpo como un sello a una carta. El cachondeo duró hasta que clavó un libre directo a la escuadra con el que los que se reían no sabrían ni soñar. Desconozco cuántos excesos hay en la vida privada de Rooney, y no tengo ningún interés en contradecir a los médicos cuando alertan sobre el riesgo del sobrepeso, pero me parece que hay algo más urgente que concienciar sobre lo dañinos que son los malos hábitos alimenticios: aprender todos a ser un poco menos miserables.
SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA
Fotografía de Getty Images.