
La Galerna
·5 juillet 2025
3-2: Rapsodia en blanco y a semifinales

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·5 juillet 2025
Nueva York no destaca precisamente por ser una urbe futbolera. Tiene bastante con ser la capital financiera del mundo. Pero sí que es una ciudad que alberga grandes entidades deportivas, empezando por el equipo más laureado de la historia en béisbol, los New York Yankees, vencedores en 27 ocasiones de las series mundiales de la Major League Baseball. En fútbol americano, los Giants ganaron cuatro veces la Super Bowl y sus rivales, los Jets —ambos comparten estadio, precisamente el MetLife de Nueva Jersey—, tan solo una vez, en 1969. En la NBA, los Knicks, conocidos mundialmente gracias a los protagonistas de la maravillosa serie Friends, lograron dos anillos hace ya más de 50 años (1970 y 1973). Por último, por hacer un breve repaso a los cuatro deportes más famosos y seguidos en Estados Unidos, cabe decir que tres equipos, los Rangers, los Islanders y los Devils —estos últimos de Nueva Jersey— lograron ser campeones más de una vez, aunque hace ya bastantes años, de la National Hockey League.
En fútbol, poca cosa, apenas un éxito en 2021 de los New York City —relacionados con el grupo City, dueño del equipo de Manchester y también con los NY Yankees de béisbol— en la MSL (Major Soccer League), que juegan sus partidos en el célebre Yankee Stadium, lugar los triunfos de los Yankees y tantas veces protagonista de éxitos cinematográficos.
No vamos a olvidar a los Cosmos de Nueva York, en una época pre-MLS —años 70—, fundados por el que fuera genial productor de cine y mandamás de la Warner, Steve Ross.
Logró hacer campeones a los neoyorquinos en el campeonato que se llamaba entonces North American Soccer League (NASL). Primero fichando al gran Pelé, con la inestimable ayuda diplomática del por entonces secretario de Estado Henry Kissinger, y poco a poco logró atraer más talento, como el Káiser Beckenbauer, el fabuloso lateral brasileño Carlos Alberto, el goleador itailano Chinaglia, el yugoslavo Bogićević, el holandés Neeskens, el belga Van der Elst o el paraguayo Romerito. Aquellos fueron los únicos —por ahora— años dorados del fútbol en Nueva York, con cinco trofeos conquistados en la NASL y llenando varias veces el estadio de los Giants con más de 70.000 espectadores.
Durante las décadas siguientes, el soccer fue perdiendo interés para los neoyorquinos, de tal forma que, por ejemplo, la final de la Copa del Mundo de 1994 se jugó en Los Ángeles. Poco a poco, gracias a la pasión increíble que hay en EEUU por el soccer femenino, y por el empuje de millones de seguidores de la comunidad hispana, parece que el fútbol vuelve a generar interés cerca de la Gran Manzana, que ya cuenta con dos equipos —el City y los Red Bulls— en la MLS. Hecho significativo también es que en 2026 la final de la próxima Copa del Mundo se celebrará en el MetLife de Nueva Jersey, recinto con capacidad para más de 82.000 espectadores, y que cobija los partidos de NFL de los Giants y de los Jets.
Precisamente el MetLife acaba de ser la sede del encuentro de cuartos de final disputado entre el Borussia de Dortmund y el Real Madrid. Gradas llenas y, como viene siendo ya habitual, una mayoría de espectadores, más del 95 %, a favor de los merengues. Y es que son precisamente estos partidos los que poco a poco van calando en Estados Unidos, un país en el que gustan sus propios deportes, obviamente, pero que disfrutan viendo a los mejores del mundo en otros deportes no tan suyos. Y para ello, no hay mejor embajador que el club más laureado del planeta.
El partido que acabamos de ver no era el primero jugado en estas tierras por los nuestros, de hecho, hasta nuestro Paco Gento tuvo la dicha de posar con Rita Hayworth —emparentada con la joven promesa Gonzalo García— a principios de los 60 en el Yankee Stadium. Pero sí ha sido el primer encuentro oficial, de ahí su importancia. Que la capital del mundo sea la anfitriona de un partido oficial del Real Madrid, club que rige el dominio del planeta fútbol en el balompié, supone un acontecimiento mundial de primer orden. Y enfrente, un campeón de Europa (1997) y que además era el penúltimo finalista de la Champions de 2024. Un cartel de prestigio para una competición con futuro.
Y los nuestros estuvieron a la altura, al menos en el 95% de la duración del partido.
Xabi Alonso, de inicio, alineó a los 11 del partido de la Juventus, con una quinta titularidad consecutiva del goleador Gonzalo, que dejaba en el banquillo no solo a Mbappé, ya en fase última de recuperación, sino de nuevo a Rodrygo Goes, que no deja de ser uno de nuestros futbolistas más cotizados. El MetLife Stadium lucía impecable, a las 4 de la tarde, con un sol de 30 grados. Las condiciones para el juego eran mucho mejores que en Miami, que en Charlotte y que en Filadelfia.
Los primeros 20 minutos del Madrid fueron, sencillamente, soberbios. Si esto es un preludio de lo que vamos a ver la próxima temporada, va a ser imposible aburrirse con este equipo. Una auténtica exhibición que salía casi siempre de los pies de Huijsen, pasaba por la banda izquierda, con un Fran estratosférico. Suyas fueron las primeras incursiones, volviendo loco al pobre Ryerson, penetrando como bisturí en margarina. El gol tenía que llegar, y fue tras una delicatessen de Arda Güler que Gonzalo clavó en la red de Kobel.
Era el rock’n’roll prometido por Xabi, pero también era una composición de piano con gotas de jazz, una Rapsodia en blanco propia del neoyorquino de Brooklyn, George Gershwin. Tenía que llegar otro gol, y fue con un golazo de Fran después de una nueva asistencia —la segunda, tras la de la Juventus— de Trent, tras otra intervención de Gonzalo.
Los García, Fran y Gonzalo, habían destrozado a un Borussia que no sabía por dónde le venían las flechas blancas, permanentemente en movilidad y apareciendo por cualquier inesperado lado de la cancha del MetLife.
Bajó decibelios el equipo merengue, y dejó la posesión, estéril a los renanos, que no crearon ni una sola clara oportunidad de peligro. De hecho, Jude Bellingham y Vinícius, en dos ocasiones, pudieron perforar de nuevo la meta de Kobel, destacando la oportunidad de Jude en el minuto 26, tras otra sinfonía de talento y de armonía futbolística.
Tchouaméni volvía a ser el jefe de la banda desde atrás y Courtois fue un atacante más al lanzar los contraataques tras sendas paradas a lanzamientos de córners amarillos. Y todo el equipo trabajó a destajo durante los 48 minutos que duró el primer periodo.
Ya no hubo mucho más. Y es que el partido acabó en el minuto 20 tras el gol de Fran García. Los blancos estaban esperando ya a la semifinal y no querían hacer esfuerzos adicionales. Entre Arda y Valverde se ocuparon de controlar el partido y dormirlo plácidamente. Luego entraron Modric y Ceballos para dormir aún más al Borussia, y también Mbappé entró por Vinicius. Jude y Trent, la pareja inglesa, se reservaba para el parido de la semifinal.
Poco pasó entre el minuto 60 y el 90, un tímido tiro de Beier atajado por Courtois y algún escarceo blanco con tiritos de Modric y de Valverde. También entraron en los minutos finales Asencio y Rodrygo por los agotados Tchouaméni y el goleador Gonzalo.
Todo estaba decidido cuando empezaron siete minutos de auténtica locura. Ya no había rock’n roll, ni rapsodias, ni lieder alemanes. La macumba se cernió sobre el MetLife, en pleno bochorno vespertino y muy húmedo a los bordes del río Hudson.
Marcó el 2-1 en el 92’, casi sin querer, tras un regalo infantil de Rüdiger. Ni lo celebraron los alemanes. Acto seguido, tras nueva asistencia de Güler, una chilena prodigiosa de Mbappé volvía a dar la tranquilidad a un equipo que se había relajado en demasía.
3-1, y todavía celebrando y agasajando todo el equipo a Kylian cuando se interna por el centro el francés Guirassy, prácticamente inédito en los 90 minutos, y Huijsen comete un penalti imperdonable, de párvulo. Mejor era dejar dispara a Guirassy, pero el reciente fichaje, impecable en el Mundial, agarró al delantero renano sin posibilidad de jugar el balón. Penalti y tarjeta roja.
Guirassy fusiló a Courtois el 3-2 y aún tuvo que haber milagro postrero de Courtois, que salvó el empate a 3 y una temible prórroga tras un paradón descomunal, propio del mejor del mundo, ya en el minuto 99.
Es más que posible que Xabi no haya apreciado en demasía la pereza o la desidia final de los suyos, que habían hecho un partido inteligente y ahorrando fuerzas para lo que queda de torneo.
Espera en semifinales el campeón de Europa, el PSG, un club totalmente contrapuesto al nuestro, de escasa raigambre, con una historia de poco más de 50 años, totalmente artificial, construido a base de los abundantes petrodólares de Catar. Que pasó su cruce ante el Bayern con cierta dosis de fortuna y, sobre todo, gracias a la ingenuidad en ataque de los bávaros y a los regalos de su línea defensiva, incluyendo al estrambótico Neuer, cuyas pifias ya no las corrige como antaño con paradas milagrosas.
Habrá importantes bajas en ambos equipos, los centrales Pacho y Lucas por parte gala y Dean Huijsen, por parte madridista, verán el partido desde la grada.
Es el momento de poner las cosas en su sitio y que la tradición, los valores de un club de fútbol de verdad, la transparencia y el señorío, pongan a los de Catar en sitio. Es de ley, y, además, hará mucho más prestigiosa en el futuro a esta competición creada por Infantino y bendecida por el modelo del nuevo fútbol que Florentino Pérez lleva buscando desde hace años. Hágase pues el próximo miércoles, de nuevo en este Metlife Stadium, con una nueva mayoría aplastante de seguidores y amantes del Real Madrid.
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