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·30 septembre 2024

Bochorno Metropolitano

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Que La Liga y el fútbol español llevan dos años de bochorno en bochorno es algo que hasta un ciego podría ver. El caso Rubiales, las patinadas de Tebas o más de 20 denuncias por agresiones racistas en menos de un año y medio lo ejemplifican. Y anoche se escribió en el Cívitas Metropolitano el último capítulo que avergüenza un día más al fútbol español.

Todo ello, bajo la presión que se le presupone a un derbi que comenzó a jugarse mucho antes del pitido inicial. Un partido que comenzó con la campaña en redes para que la afición rojiblanca pudiera proclamar consignas racistas sin que el peso de las autoridades pudiera caer sobre ellos. Una iniciativa que, por supuesto, fue apoyada por el presidente colchonero, Enrique Cerezo.


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El mandamás fue el primero e cubrirse de gloria horas antes del partido asegurando que “en el Atleti no hay nadie antirracista ni racista”. La clásica equidistancia. Ni machista ni feminista. Ni mucho de lo uno ni poco de lo otro. Ni a favor de las agresiones racistas, ni mucho menos en contra. Algo que quedó más que demostrado con la indiferencia atlética cuando sus aficionados colgaron un muñeco de Vinicius ahorcado.

Tan alto puso el listón el presidente colchonero que parecía imposible que alguien lo rebasara. Pero el Atlético de Madrid lo consiguió. A nivel global, como entidad, a través de todos y cada uno de sus portavoces. Porque por primera vez desde el 23 de marzo del 2006, un partido de La Liga tuvo que ser suspendido debido al lanzamiento de objetos desde la grada. Un evento del que el Vicente Calderón volvió a ser protagonista. Benditas casualidades.

El partido, como todo el mundo esperaba, fue de altas pulsaciones. Pero todo siguió un orden correcto hasta que Militao adelantó al Madrid. Fue entonces cuando la ira rojiblanca se desató contra un Courtois que defendía la portería del fondo norte. Mecheros, botellas y todo tipo de objetos cayeron cerca del belga, hasta el punto de que el colegiado, Busquets Ferrer, decidió detener el partido temporalmente.

Esto es ya de por sí un hecho que avergüenza al fútbol español. Pero lo peor estaba por llegar. Cuando los blancos enfilaron los vestuarios, Simeone y los capitanes del Atleti se dirigieron al fondo a pedir calma al sector ultra de la afición colchonera. Y la imagen del Cholo, Koke y compañía pidiendo clemencia a un sector de encapuchados quedará entre los anales más vergonzosos del fútbol español.

Y si esto parecía suficiente, ahí no iba a acabar todo. Tanto Simeone como Koke pusieron el foco en Courtois en lugar de denunciar las acciones del Frente Atlético. Y todo ello bajo una premisa más que conocida: “Es que Courtois les provocó”. El foco, siempre en la víctima. Como si 30 segundos antes del gol el belga no tuviera tras de sí una grada entera coreando el ya clásico ‘Courtois muérete’.

Unas declaraciones lamentables en las que quedó en evidencia que se trata de un club a merced de unos nazis. Porque a las cosas hay que llamarlas por su nombre. Y desde el Atlético de Madrid no solo no se plantean expulsar a sus ultras como ya hicieran Madrid y Barça con los Ultra Sur o los Boixos Noi, sino que alientan todas y cada una de sus fechorías.

Alientan que vayan al campo a insultar, a lanzar objetos y a tratar de agredir a todo el que no vista de rojiblanco. Pero, ¿dónde está el límite?

¿Habría defendido Simeone que el encapuchado al que se le incautó un arma blanca hubiera bajado al césped a apuñalar a Courtois porque el belga ‘provocó?

¿Hasta dónde puede defender una entidad a un grupo de radicales que carga a sus espaldas con dos asesinatos en menos de 20 años?

Parecía que todo el mundo tenía claro que el odio no tiene lugar en el fútbol, y mucho menos de la mano de violentos dispuestos a cualquier cosa con tal de “defender el honor de su gente”, en palabras del propio Koke. Ayer, el fútbol español dio varios pasos hacia atrás, y Simeone, Koke y compañía escribieron una de las páginas más negras de la historia reciente del fútbol español.

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