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·5 septembre 2025

El deporte secuestrado: manifestantes propalestinos obligan a anular la llegada en Bilbao

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a Vuelta a España vivió este miércoles en Bilbao una de sus jornadas más insólitas y tensas. La undécima etapa, de 157,4 kilómetros con salida y llegada en la capital vizcaína, terminó sin vencedor oficial después de que las protestas propalestinas obligaran a los organizadores a neutralizar la meta a tres kilómetros de la llegada. Jonas Vingegaard, líder de la carrera, aprovechó el terreno para distanciar en diez segundos a Joao Almeida, pero el foco de la etapa quedó inevitablemente fuera del terreno deportivo.

La decisión de la organización llegó a través de Radio Vuelta: “Por motivos de seguridad, los tiempos de la clasificación general se tomarán a 3 kilómetros de la línea de meta. No habrá ganador de etapa. Habrá puntos de la montaña y los conseguidos en el sprint intermedio, pero no de la clasificación por puntos”. La medida fue adoptada tras comprobar que en los últimos 500 metros se concentraban centenares de manifestantes con banderas palestinas y pancartas en contra del Gobierno de Israel, denunciando el “genocidio” que se desarrolla en Gaza.


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La Vuelta, atrapada en el tablero político internacional

No es la primera vez en esta edición que las protestas propalestinas irrumpen en la carrera. Desde la salida en Lisboa, el equipo Israel-Premier Tech ha estado en el centro de la diana de las reivindicaciones. Los corredores de esta formación, vinculada financieramente a intereses israelíes, han recibido abucheos, pintadas en vehículos auxiliares e incluso cortes de carretera en días previos. Lo sucedido en Bilbao, sin embargo, supone un salto cualitativo: la cancelación del desenlace deportivo de toda una etapa.

El trasfondo es mucho más profundo. El deporte, y en particular el ciclismo, se han convertido en un escaparate mundial donde los conflictos internacionales encuentran una plataforma inesperada. La guerra en Gaza, que acumula miles de víctimas civiles y ha provocado la condena de organizaciones internacionales, se ha colado en las carreteras españolas de la manera más cruda. Las autoridades vascas desplegaron un fuerte dispositivo policial, pero optaron por no intervenir de manera violenta en las protestas, conscientes de la carga política y social del momento.

Una etapa deportiva eclipsada

En lo estrictamente deportivo, Vingegaard volvió a demostrar que es el corredor más fuerte de la carrera. En el Alto de Pike, puerto de tercera categoría, atacó junto a Tom Pidcock y dejó atrás a Almeida. El descenso fue favorable al danés, que consolidó una renta de unos diez segundos sobre el portugués. Sin embargo, la tensión en meta borró cualquier celebración.

Que una de las tres grandes vueltas ciclistas del mundo quede sin ganador en una etapa supone un hecho histórico y un golpe a la credibilidad organizativa. La Vuelta, siempre caracterizada por su capacidad de improvisar y encontrar soluciones rápidas, se enfrenta ahora a un dilema de difícil gestión: cómo garantizar la seguridad sin traicionar el espíritu deportivo.

¿Qué papel debe jugar el deporte?

Lo ocurrido en Bilbao obliga a una reflexión incómoda. ¿Debe el ciclismo ser un espacio blindado frente a la política o, por el contrario, aceptar que forma parte de una sociedad atravesada por conflictos globales? Para los manifestantes, visibilizar la causa palestina en un evento retransmitido a millones de espectadores es un acto de resistencia ante la inacción de gobiernos y organismos internacionales. Para la organización, sin embargo, es un problema de seguridad que amenaza la integridad de los ciclistas.

El debate no es nuevo. Desde los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972 hasta los recientes boicots deportivos a Rusia tras la invasión de Ucrania, el deporte ha sido escenario y altavoz de conflictos. En el caso de La Vuelta, el dilema es aún más directo y se corre el riesgo de alimentar un boicot encubierto que pone en jaque la esencia de la competición.

Un futuro incierto para la carrera

La neutralización de la etapa en Bilbao deja un precedente peligroso. Con todavía diez días de competición por delante, la organización deberá reforzar la seguridad y dialogar con autoridades locales para evitar que la protesta se repita. No obstante, la realidad es que las reivindicaciones políticas difícilmente desaparecerán mientras la guerra en Gaza siga en el centro de la actualidad internacional.

Vingegaard sale reforzado en la clasificación general, pero la imagen de esta Vuelta queda marcada por un escenario que recuerda que el deporte no es una burbuja ajena al mundo. La bicicleta, símbolo de esfuerzo y de superación, se ha visto atravesada por un conflicto que desborda fronteras y que exige respuestas más allá del cronómetro y los maillots.

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