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La Galerna

·24 septembre 2024

El fenómeno Endrick

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Con un mes ya que llevamos de temporada, van quedando algunas impresiones, sensaciones más o menos claras. No es posible sacar conclusiones pero, al menos, nos queda una fotografía ligeramente desenfocada, como el libro de Robert Capa, de la situación. A estas alturas ya está claro que Vinícius es el mejor futbolista del mundo ahora mismo, a larga distancia del segundo, y que Mbappé es un jugador netamente inferior al fenómeno que irrumpió con luz cegadora entre el mes de abril de 2017 y el Mundial de Rusia de 2018.

También, que Endrick es lo más estimulante que tiene este Madrid de Ancelotti post-Wembley. La última jugada del choque frente al Real Club Deportivo Español de Barcelona, al que siempre es hermoso recibir de nuevo en Primera, resume lo que está siendo la aparición de este chaval en el universo madridista, su epifanía como estrella del equipo con más estrellas que el firmamento: no da nada ni por hecho, ni por sentado, ni por perdido; pelea como un jabato hasta cogerle las vueltas a su defensor y lleva a este al límite con su obsesión por perforar la portería contraria, hasta el punto de provocar un penalti.


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Ese negro es una mole, me dijo ayer mi panadera por la mañana, cuando como cada día después de que juegue el Madrid, comentamos los pormenores del partido mientras compro el pan para desayunar. El madridismo tuitero, siempre tan cachondo, lo ha comparado con Drenthe, pero lo cierto es que en la primera pelota que tocó en el Bernabéu, recortó hacia fuera y chutó con su pierna mala desde la esquina del área, metiendo un golazo en plan folha seca, disparo durísimo a la cepa del poste que delataba un instinto asesino muy desarrollado. La segunda vez que saltó al césped del valle de Josafat casi vuelve a marcar gol al primer toque de balón, aprovechando un bote pronto y encimado por los defensas, al más puro estilo Eto’o, Drogba, ya saben, ese tipo de delantero centro caníbal. En su tercer partido, en fin, ya lo vimos, volvió loco a su marcador inventándose una jugada de gol de la nada, poniéndole un recurso de casación a una pelota perdida entre el murmullo de indiferencia con el que terminaba un partido muerto. Endrick tira a puerta como Bale y avanza por el campo como si pilotara un tanque. Es una apisonadora, su campo gravitatorio es el de Júpiter, desprende energía y voluntad por cada poro de su piel.

Endrick tira a puerta como Bale y avanza por el campo como si pilotara un tanque. Es una apisonadora, su campo gravitatorio es el de Júpiter, desprende energía y voluntad por cada poro de su piel

Para que luego digan los boomers de los jóvenes de hoy en día, Endrick, que aún no ha cumplido los 18, hasta se ha casado con su novia nada más llegar a Madrid, algo que seguramente no habrá hecho mucha gracia a su madre, la matriarca que gobierna con mano firme su carrera profesional. Sin embargo, lo que esto revela es una sana rebeldía, fe en las propias convicciones, seguridad en sí mismo. Si el chico ni siquiera le tiene miedo a su propia madre y mucho menos al compromiso matrimonial, ¿cómo se va a sentir impresionado por el Bernabéu? Es posible que estemos ante un patriarca, un hombre antiguo, de otra generación, en el cuerpo de un gladiador romano. ¿Hasta dónde puede llegar quien no conoce el miedo?

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El Madrid, en este inicio de Liga, sigue desmintiendo la falacia de la pegada. Es el tercer equipo más goleador tras los primeros seis partidos, detrás del Celta y con casi diez tantos menos que el Barcelona, lo que no es precisamente para presumir. Los chirlos de Endrick y, más aún, su capacidad de generar peligro y situaciones de gol, ¡los expected goals!, pueden resultar determinantes a largo plazo, así las cosas. Si Endrick supera el rol que tenía Joselu el año pasado, de matador puro, y todo parece indicar que lo va a superar ampliamente, puede, por sí mismo, multiplicar los registros de Vinícius, Mbappé, Rodrygo y Bellingham. Por lo pronto ya propició un penalti que se anotó el francés. Habrá que ver en qué queda todo esto y aún es pronto, pero las sensaciones son de estar ante un volcán en erupción del que se van a aprovechar todos sus compañeros.

Es posible que estemos ante un patriarca, un hombre antiguo, de otra generación, en el cuerpo de un gladiador romano. ¿Hasta dónde puede llegar quien no conoce el miedo?

Carletto, de momento, está gestionando al muchacho con su maestría habitual y promete que lo veremos más, incluso de titular. Endrick parece insensible a la presión ambiental. Muestra el mismo ímpetu que Vinícius cuando empezó, pero a diferencia del 7, y de casi todas las leyendas del Madrid contemporáneo, que pasaron lo suyo al principio de sus carreras de blanco por el miedo escénico del Bernabéu, da la sensación de ser inmune al público. Le da igual. Recuerdo que hasta Vini salió llorando al año de debutar, tras marcar un gol y quitarse de encima el runrún de su propia gente. No me imagino, en cambio, a Endrick llorando. Es un Terminator, no tiene sentimientos. Endrick parece poseído por la determinación de arrasar con toda la inmundicia del fútbol español, de volarla a cañonazos de su pierna izquierda, como si en ese gemelo hercúleo tuviera una hoz justiciera o la espada del Ángel Exterminador.

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Es un Terminator, no tiene sentimientos. Endrick parece poseído por la determinación de arrasar con toda la inmundicia del fútbol español, de volarla a cañonazos de su pierna izquierda, como si en ese gemelo hercúleo tuviera una hoz justiciera o la espada del Ángel Exterminador

Endrick tiene el cuerpo de los atletas de los mosaicos de las Termas de Caracalla y la altura y complexión de un boxeador. Se le nota al cuerpear. Los rivales, todavía, no lo conocen mucho y se confían. Al choque es Roberto Carlos, un muro de hormigón. El balón flota en torno a su bota, igual que los satélites alrededor de los planetas. No sé decir si tiene o no un buen toque. Da exactamente lo mismo. Cuando él interviene, la jugada se afila, como si el campo se inclinara en pendiente hacia el portero adversario. Es la definición del rock ’n’ roll al que aludió el otro día Ancelotti. Aunque está en agraz todavía, su irrupción retrotrae a la de Vinícius, y Vinícius va a ganar su primer Balón de Oro. Sólo hace cinco años que vimos algo parecido, pero tal y como van las cosas de rápido, parecen siglos.

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