
La Galerna
·15 octobre 2025
El madridismo de Fernán Gómez

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Venimos de celebrar este 12 de octubre la Fiesta Nacional de España y, entre tantas cosas maravillosas que podemos ensalzar, hay figuras de nuestro pasado reciente que brillan con luz propia.
Fernán Gómez, que tantos hombres ha sido, es reconocido como actor, director y escritor. Por su prolijidad y altas capacidades, no dudaría en nombrarlo en una lista como uno de los hombres que más ha influido en nuestra cultura. Su trayectoria es tan brillante que hasta la Real Academia Española lo hizo académico en el año 2000 llegando a ocupar la silla B.
Hace algunas semana,s en una interacción tuitera, Jesús Bengoechea y yo nos preguntamos si Fernando Fernán Gómez era madridista. Todo nace de la célebre polémica sobre si leer está sobrevalorado o no. Estábamos a principios de septiembre y una acaudalada influencer convulsionó a las fuerzas vivas de la cultura nacional con las siguientes dos frases: “Leer no te hace mejor persona. Sólo los prepotentes piensan que leer te hace ser mejor que los demás”. En mitad de esta tormenta ignominiosa, Jesús Bengoechea deseaba tener a mano un extracto del fabuloso documental La silla de Fernando (2006) en el que el cómico comentaba que “leer es necesario, porque no hacerlo te priva del verdadero gran placer, que es releer”.
Por suerte, don Fernando no llegó a conocer el mundo de los influencers y las redes sociales. Digamos que, en la era del postureo, esta conocida compatriota influencer quiso abrir un melón. Sí, hoy todo el mundo abre melones, desde Manolo Lama con Kylian Mbappé hasta tu vecino del quinto. En jerga meliflua, a este deporte se le llama “opinión impopular”, aunque los tuiteros usan el préstamo lingüístico de "unpopular opinion" como Miguel Quintana repite la palabra horrible de “facto”. Sí, ahora todo el mundo “tira factos”. Los horteras suelen querer estar siempre a la última y por ello, como diría Sofía Mazagatos, "estar en el candelabro" es su máxima aspiración.
Ni qué decir tiene que Fernando Fernán Gómez representa todo lo contrario. En muchas entrevistas comentaba con sorna que él era un gran vago que podría pasarse el día leyendo tranquilamente, sin hacer nada más. De hecho, con mucha gracia se mostraba cariacontecido, pues según él no se podía jubilar como le gustaría, ya que no era un actor norteamericano que a cierta edad tiene un patrimonio suculento tras una vida de trabajo en Hollywood. En una tribuna de El País llegaba a expresar su amor a la lectura en los siguientes términos: “El libro se abre ante nosotros como se abre de piernas la amante entregada y posesiva. Como abren los brazos para acogernos el amigo y el familiar”. Recomiendo la lectura de esta tribuna llamada El abrazo de la lectura.
Por supuesto, un hombre renacentista de su altura sólo podría ser madridista. La primera analogía futbolística que se me antoja equiparable es Alfredo Di Stéfano. Por versatilidad, carácter y excelencia. Si el argentino era capaz de mostrarse sobresaliente en todas las líneas del campo, Fernán Gómez ha sido actor y director con la misma solvencia que se ha desempeñado como escritor. Durante décadas, el actor se preocupó por cultivar una obra literaria extensa y de gran calado. Se manejaba con soltura por géneros tan diferentes como el teatro o la poesía. Como novelista y articulista sorprendió a propios y extraños. Algunas de sus obras fueron adaptadas al cine con gran éxito. Dos de ellas son imprescindibles: Las bicicletas son para el verano o El viaje a ninguna parte son dos obras maestras que recomiendo encarecidamente leer o ver.
La genialidad imprime carácter. Y si por algo destacaban públicamente ambos prohombres fue por su carácter indómito. Del argentino se decía que tenía bastante retranca y que podía mostrarse arisco en muchos momentos. No obstante, los que lo trataron como compañeros de vestuario no dudan en destacar su bonhomía. A Fernán Gómez muchos compañeros de generación lo destacan como un gran contertulio y compañero nocturno de agradabilísima compañía. Pero, ante la impostura y la impertinencia, se mostraba tajante: Pablo Carbonell pudo dar testimonio durante su etapa televisiva en Caiga quien caiga.
La primera analogía futbolística que se me antoja equiparable es Alfredo Di Stéfano. Por versatilidad, carácter y excelencia. Si el argentino era capaz de mostrarse sobresaliente en todas las líneas del campo, Fernán Gómez ha sido actor y director con la misma solvencia que se ha desempeñado como escritor
En su extensa filmografía existen dos películas dedicadas al fútbol o con el deporte rey como telón de fondo. La primera es El fenómeno (1956) y está dirigida por José María Elorrieta. La película es una comedia de enredo en la que el cómico da vida a un catedrático de la Universidad de Frankfurt que a su llegada a Madrid es confundido con un jugador ruso de fútbol. La segunda película es Fuera de juego (1991), escrita, dirigida y protagonizada por el propio Fernán Gómez. En ella da vida a don Aníbal, un señor mayor que reside en una residencia de ancianos y cuyo mayor goce es disfrutar de los partidos de su Madrid junto a otros compañeros de asilo. En la soledad del lugar, los ancianos montan un equipo de fútbol y combaten los desafíos del paso del tiempo con amistad y buen humor.
Si algún amigo lector de La Galerna le apetece aproximarse a la figura de don Fernando, le recomiendo la lectura de sus memorias El tiempo amarillo, un testimonio valioso de una época. Por idénticos motivos, aconsejo el documental La silla de Fernando, que David Trueba y Luis Alegre compusieron con astucia. Es un deleite ver cómo alguien de su categoría repasa temas universales o despacha con desparpajos algunos tabús.
De hecho, en la anteriormente mencionada anécdota tuitera que motivó esta columna, un seguidor de Jesús Bengoechea llamado @jcbingui aportó un extracto en el que Fernán Gómez habla sobre la envidia española. A su vez observaba un desprecio evidente a la excelencia: “Hay un deseo de desprecio hacia quien es digno de admiración. Por ejemplo, el futbolista Raúl. Desean que falle,que fracase”. Recordemos que por entonces (en 2006 se publicó el documental) la prensa empezaba a dirigir a buena parte de la afición contra Raúl. El resto es historia.
En un país lleno de pícaros, todavía hay un espacio para espíritus quijotescos. Porque a pesar de que, cuando miramos los muros de nuestra patri,a quisiéramos tener el talento de Quevedo para mantenernos enteros y tomarnos con ironía los sinsabores diarios, todavía tenemos referentes como Fernando Fernán Gómez para sentirnos orgullosos de haber nacido españoles.
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