IAM Noticias
·18 août 2025
El nuevo Atleti, como el viejo

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·18 août 2025
Deslumbró en la primera hora, con cinco nuevos en el once y gol de Julián. Perdió el control ante un Espanyol siempre en el partido. Rubio y Milla remontaron.
Durante muchos minutos pareció que el nuevo Atleti miraba al futuro sin vicios pasados. Una hora larga en la que logró atar a un Espanyol brioso y en pie siempre que, además, acertó con los cambios. Simeone, no. Y Rubio y Pere Milla le remontaron en el RCDE Stadium para gritarle que, un verano y siete fichajes después, la vida sigue igual. Su Atleti, incapaz de cerrar los partidos, imponer contundensia en un área y otra y con la primera cornada fuera, en el primer partido ya.
Aunque el nuevo Atleti saludara desde la misma alineación. Con cinco fichajes de este verano ya titulares, que se añadían a cuatro del pasado. Solo Oblak y Llorente eran, en el once, de una época anterior al 2024 en el que el club comenzó la revolución y renovación en su plantilla. Si buscó presionar y acogotar, el Espanyol no se lo puso fácil desde el mismo inicio. Porque la nueva era también podía palparse en la alineación de Manolo González, con dos nuevos (Dmitrovic y Terrats), el cambio de propiedad y esa grada que bramaba, con récord de abonados, a un ritmo casi tan alto como el que tenía el balón, de un área a otra, con vigor y entre chispas.
Si el Atleti fue quitándose el dominio perico primero con lo ‘viejo’, las combinaciones a la derecha de Giuliano con un Llorente al que el verano le ha dejado el pelo a lo Forlán, lo ‘nuevo’, el triángulo formado por Almada, Baena y Julián a la izquierda, fue lo que le hizo pasar del blanco y negro al color. Tremendamente móviles y traviesos, eran todo velocidad en pocos toques. El Atleti, en efecto, era ya otro. Con más intención, juntando pases y en campo rival. Nada de jugar a que nada pasara. Al contrario: solo valía que pasara mucho. Hasta Simeone aparecía con polo y manga corta, sin su mítico traje negro de los partidos. En sus cábalas cada detalle cuenta.
De los nuevos, enseguida detalles: Almada es muy móvil y jugón, más Arda Turan que Correa; como Cardoso, Tiago; y Hancko, buen defensa, que no es poco. Ruggeri puede correr desmañado pero sufría poco. Y Baena es el jugador más parecido a Griezmann que podían regalarle a Simeone cuando el francés, suplente, se apaga. A los rojiblancos solo les faltaba acierto. Le había negado Dmitrovic el gol a Hancko en un córner mientras que Oblak ponía los puños ante un latigazo lejano de Roberto y se embolsaba un cabezazo de Cabrera después de una gran falta lateral lanzada por Expósito.
Fue entonces cuando apareció Julián, el astro alrededor del que ya todo ocurre, y debe, en el Atleti. Araña abrió la lata con un picotazo. Y qué picotazo. Un libre directo de libro, de los de grabar y estudiar. Y no solo por la potencia con la que su pierna derecha golpeó la pelota para hacerla en misil, sino por el acierto que le imprimió. Como si le hubiera susurrado al oído antes de patearla: “A la escuadra”. Y allá que se fue, como un dardo que vuela perfecto al corazón de la diana. Era el 37 y aquí otra de las intenciones de Simeone para la 25-26: nada de pasos atrás. El Atleti miró el 0-1 del luminoso y se abalanzó sobre el Espanyol, con dentelladas muy cerca del cuello. Con necesidad de más. Incansable, insaciable y casi animal. Exultantes y envueltos en sudor. Movidos por esa palabra que se le pudo escuchar a Simeone en la pausa de hidratación (“¡presión!”) antes de que expulsara al operario de la pértiga para devolver el silencio público a sus planes. El fin de la primera parte llegó con un Espanyol que siguió bien plantado y seguro en las transiciones, con Roberto impecable y Puado como amenaza. Y una amarilla sobre Cardoso.
Un Cardoso que no volvió tras el descanso: Simeone dio entrada a Barrios y Koke para un nuevo doble pivote también sin Gallagher. Manolo, mientras, apostaba por dos de sus nuevos (Kike y Dolan) que se había guardado para cuando el partido estuviera cansado. Los pericos comenzaron la segunda parte como lo habían hecho en la primera: sin perder la cara al duelo y, de nuevo, picando en el área de Oblak. Rozó el Atleti el segundo antes de que todo se derrumbara, con una de esas jugadas de las que nuestro Manolete hubiera dicho que destapaba “el tarro de las esencias”. Por plástica y mordaz. Una jugada combinativa en la que la pelota pasó por los pies de Baena, Llorente, Barrios, Julián, Almada, Barrios y Baena para acabar en los de Julián que la estampó en la base del palo.
Los rojiblancos habían perdido control por mucho que Barrios lanzara y corriera. Baena y Almada estaban cansados. El Atleti había perdido vértigo. Y sería peor con más cambios. Porque Grizi entró 20 minutos para nada y de Raspadori, un lunar (el sexto de los siete nuevos con minutos, solo se quedó Pubill sin estrenarse): si Llorente coronó con una falta a Kike una conducción absurda, el italiano dejó libre su marca para que Rubio hiciera el 1-1. Y a Manolo le quedaba el lazo. Su equipo corriendo endiablado y Pere Milla cerrando el marcador con un giro de cuello impoluto. Un cabezazo imposible para Oblak, 2-1. Cornellà como un golpe: 355 millones después, la vida sigue igual en el Atleti. O casi.
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