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DaleRojo

·25 juin 2025

Lo mejor que le pasó a Medellín fue no ganar en Bogotá

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Parce, ¿sabés qué fue lo mejor que le pudo pasar al Poderoso en esa final de ida en Bogotá? No ganar. Sí, escuchaste bien. No ganar fue la mejor jugada. Porque ese empate nos dejó con hambre, con el cuchillo entre los dientes, con la sangre hirviendo por hacer historia. El DIM no se conforma con poquito, y ese 0-0 nos recordó que hay que meterla toda, que todavía falta el último baile en el Atanasio y ahí es donde vamos a rugir de verdad.

Es que, seamos claros, si el Medellín hubiera ganado en El Campín, capaz y alguno se confiaba, se relajaba, pensaba que la estrella ya estaba cosida. Pero no, parce. Este equipo sabe que el título se pelea hasta el último minuto y que la gloria se gana con el alma. El empate fue ese jaloncito de oreja disfrazado de bendición que nos va a tener con los cinco sentidos encendidos este domingo.


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Y ojo a esto: el domingo no es cualquier día. Es el día en que el Atanasio se pinta de rojo y azul, el día en que cada garganta poderosa se convierte en motor, en grito, en aliento. Esos tres puntos los vamos a buscar con todo, como si la vida nos fuera en ello. Porque sí, parceros, está en juego la séptima estrella, ese pedacito de cielo que llevamos años soñando.

Mirá cómo es la vida: nos tiraron al piso mil veces y siempre nos paramos. Ahora estamos a 90 minutos de cambiar la historia, de dejar atrás los fantasmas y levantar la copa con nuestras propias manos. Y no es casualidad que todo esto termine en casa, frente a la familia poderosa. El destino quiso que el último capítulo se escribiera donde el corazón late más fuerte.

Lo que viene no es presión, es oportunidad. No es miedo, es deseo. El deseo de ver al Rojo coronarse campeón otra vez, de ver a los pelados levantar el trofeo mientras todo el estadio vibra como un solo ser. Este equipo ya demostró que tiene berraquera, que tiene huevos, y que sabe pararse en las bravas. Ahora solo falta dar ese último paso.

Santa Fe es un rival digno, claro que sí, y hay que respetarlo. Pero el DIM tiene una cita con la historia, y no hay nadie que pueda detener a un equipo que juega con el alma de su gente. Vamos a salir a morder, a correr cada balón como si fuera el último, a dejar el alma en cada jugada. Y si el Rojo se enchufa, papi, no hay quien nos quite la séptima.

Así que preparate, parce, que el domingo no es un partido más: es la final de nuestras vidas. Llenemos el Atanasio de esperanza, de aguante, de pasión. Que se sienta que este es el templo de un pueblo que nunca deja de creer. Vamos por esa vuelta olímpica, por esa alegría que nos merecemos hace rato. ¡Vamos Medellín, carajo! ¡Con toda por la séptima estrella!

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