Los parceros de la RXN se pusieron la 10 en la sede del Medellín | OneFootball

Parce… todavía se me arruga el alma de solo pensar en lo que pasó hace unos días con nuestra sede deportiva en Itagüí. La ola invernal no tuvo compasión, y el agua nos tumbó todo: canchas inundadas, camerinos vueltos nada, sueños empapados… Fue duro, mi hermano, muy duro. Pero ¿sabés qué? El Medellín nunca ha sido solo un equipo, es una familia, y las familias se levantan más fuertes cuando la vida los prueba.

Y así fue. Lo que vino después fue una muestra berraca de lo que significa tener aguante y corazón. Desde todos los rincones, hinchas, exjugadores y hasta rivales, sí, como lo oís, rivales, se sumaron con gestos que nos sacaron una sonrisa en medio del barro. El Nacional, que aunque sea el del frente, se la pilló bien y nos ofreció su sede para que los muchachos pudieran seguir entrenando. Respeto total. Cuando se trata de fútbol paisa, la nobleza también juega.

Pero ahí no paró la cosa, parcerito. Los de RXN, esos parceros que siempre están ahí donde el Medellín más los necesita, llegaron al parche sin dudar. Se pusieron la camiseta —literal— y se metieron con toda a ayudar a organizar, limpiar, reconstruir, darle forma otra vez a ese lugar que es sagrado para todos los que amamos este escudo. No fue solo ayuda física, fue puro amor en acción.

Ver a la gente moverse así, sin pedir nada a cambio, solo por el sentimiento, solo por la pasión, eso te recuerda que este club es mucho más que 11 en la cancha. Es un montón de corazones latiendo al mismo ritmo. Y aunque la sede quedó vuelta nada, el espíritu del Poderoso está más vivo que nunca, parce. Porque podrán mojar la sede, pero jamás van a apagar este fuego interno.

Esta historia no es de tragedia, es de esperanza. Es de cómo, en medio del pantano, florece la solidaridad. Es de cómo cuando el Medellín cae, el parche lo levanta. De cómo los colores rojo y azul no se despintan con el agua, se intensifican. Porque el DIM no se rinde, el DIM resiste, y cuando todo parece oscuro, siempre aparece la hinchada, la familia, los panas, los que nunca se van.

Hoy la sede se está reconstruyendo, sí, con esfuerzo, con ganas, con mucho corazón. Y vamos pa’ lante, como siempre. Agradecidos con los que pusieron el hombro, con los que donaron tiempo, materiales, fuerza o simplemente una palabra de aliento. Porque todo suma, parce. Todo construye. Y esto apenas es el comienzo de una nueva versión más fuerte de lo que ya éramos.

Así que mi gente, no aflojen. Sigamos creyendo, ayudando, empujando juntos. Que el Medellín es más que fútbol. Es unión, es barrio, es lucha. Y aunque la lluvia nos haya querido hacer una zancadilla, nosotros, como siempre, nos paramos, nos sacudimos… y seguimos soñando con la frente en alto. ¡Vamos Medellín, carajo!