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·22 novembre 2024
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Por Ignacio Osorio
La semana pasada, en uno de los varios duelos cruciales de esta cruzada clasificatoria hacia el Mundial 2026, tanto en los partidos contra Perú como contra Venezuela, dos rivales directos en la lucha por el último cupo clasificatorio o el cupo al repechaje, la Selección de Chile salió a la cancha en búsqueda de aquellos puntos vitales. ¿El resultado? Cuatro de seis puntos, más una notoria mejoría futbolística que, lamentablemente, todavía no sabemos si será la tónica.
Dentro del 11 titular, no hubo muchas variaciones respecto a las ya escasas opciones que maneja La Roja. Sin embargo, sí es posible hablar de un gran nombre: Arturo Vidal, el jugador total.
Vidal, de 37 años, exjugador de Bayern Múnich, Juventus y Barcelona, otrora uno de los mejores volantes mixtos del mundo (probablemente el mejor de su generación), es hoy un veterano que esparce y deslumbra con su jerarquía y aprendizaje en el club de sus inicios, Colo-Colo, en donde —también— se ha transformado en una especie de jugador total. Ciertamente, físicamente ya no es el de antes, pero esa merma es muchas veces suplida con otros atributos dentro de la cancha: ubicación, técnica, manejo, lectura y análisis de juego, que le permiten no solo correr mejor, sino también hacer mejores a sus compañeros.
Aquello que hace habitualmente en el torneo nacional lo hizo esta vez por la Selección, transformándose en el corazón de un grupo de, en su mayoría, jóvenes jugadores que buscan hacer sus primeras armas en el combinado nacional. A su jerarquía, experiencia, presencia y buena técnica se suman las capacidades y habilidades de nombres como Vicente Pizarro, Lucas Cepeda, Alexander Aravena e incluso Maximiliano Guerrero, quienes aportan aquello que, de pronto, a estas alturas, a Vidal le falta, pero que tampoco —por el momento— podrían lograr sin él.
Arturo Vidal se ha transformado, en esta etapa de la Selección, en un jugador total que, cuando está bien físicamente, marca aquellas viejas diferencias de antaño; y que, cuando no lo está, suple con lecturas, análisis y movimientos que permiten que el resto se luzca, guiando, apoyando y conteniendo en un contexto duro, rupestre, árido y complejo como lo suelen ser las clasificatorias sudamericanas. En estas, muchas veces, para marcar sutiles pero importantes diferencias, es más relevante el carácter, la templanza y la jerarquía que solo el buen fútbol.
Hoy, si bien queda poco de aquel Arturo Vidal box to box, también ha aparecido un número 8 (o 23) que es capaz de ser consejero, guía y capitán (con o sin jineta), que, con virtudes y defectos, busca potenciar y lograr que las nuevas generaciones —tal como él lo hizo— lleven a Chile a otra cita mundialista.
En definitiva, en estas pasadas fechas clasificatorias vimos a un Vidal que, nuevamente, con virtudes y defectos, es capaz de echarse la presión al hombro, declarar, azuzar, aleonar, pero también jugar, asistir, apoyar y contener para que el colectivo sea el beneficiado y se puedan lograr los resultados. Arturo Vidal ya no es solo el Rey; también es un jugador total.